El segundo capítulo de la serie House of the Dragon, transmitido por HBO Max, eleva la apuesta del guion y la dramaturgia de la precuela de Juego de Tronos, al visibilizar dos cuestiones problemáticas en el reino donde tiene lugar la acción.
Por un lado, se aborda de lleno el despertar sexual de la princesa Rhaenyra Targaryen, quien no puede ocultar su deseo por Alicent Hightower, hija de la mano del Rey, cuya estrategia consiste en casarla con él, después de la muerte de su primera esposa en el primer capítulo.
Alicent Hightower es confidente y más que una amiga para la princesa que no ve con buenos ojos la relación de la joven con su padre, lo cual expone uno de los conflictos que deberá desarrollar la trama del libreto.
Al respecto, la escritura de George R. Martin se adapta a los cánones woke e inclusivos de los últimos tiempos en HBO, seguramente para beneficiarse de la polémica respectiva y garantizarse nuevas audiencias en el público de la llamada representación de minorías. Tema abierto al debate.
En el medio, la princesa también refleja su predilección masculina por sir Criston Cole, eligiéndolo como el principal escolta y guerrero al servicio del monarca. De modo que los intereses románticos cuecen un relato paralelo en las internas de House of the Dragon.
Nótese que el amor ocupa un tramo importante del capítulo, erigiéndose en una cuestión de estado. Sobre ello, la serie propone una suerte de tratado sobre las artes de la negociación y la política maquiavélica, enfrentando al verdadero sentimiento con las decisiones pragmáticas que se toman para inclinar la balanza del poder.
Por el otro lado, lord Corlys se ciega por el ascenso directo al trono, al forzar el compromiso de su hija de 12 años, lady Laena, con el Rey que después de cavilarlo y razonarlo moralmente, prefiere rechazar la propuesta, rompiendo con una tradición que en aquel entonces y ahora en muchas religiones como la musulmana, pactan matrimonios entre hombres con menores de edad, a cambio de prebendas y dotes, usando a las niñas como una transacción comercial.
Suerte de explotación y tráfico que normalizó un paternalismo pederasta que denuncia la mano de George R. Martin, aludiendo a los “círculos viciosos” que han envuelto a sectas de políticos en los casos de Jeffrey Epstein y los escándalos recientes de la Iglesia católica, condenados por el Vaticano.
Un asunto que lejos de glorificar o naturalizar morbosamente, House of the Dragon cumple con refutar, con el fin de dar el ejemplo y enviar un mensaje.
Por último, y no menos trascedente, surge la confrontación del príncipe loco Daemon con La Mano en un castillo expropiado por el déspota populista de cabellera dorada y lacia.
Daemon es una especie de retrato de un nazi marcado por el odio y el delirio mesiánico de hacer una revolución milenarista que le permita dar un golpe de Estado, ocupando el trono de hierro por la fuerza. Ha raptado un huevo de Dragón con el que pone en jaque a La Mano, un tanto desbordado por la situación.
En el momento sorpresa del episodio, la princesa Rhaenyra llega volando sobre un dragón, cual Daenerys, sacando la casta de la casa Targaryen en defensa del honor de su imagen, subestimada por propios y extraños.
La chica se empodera sin el consentimiento de su familia, aprovechando su vínculo con los dragones.
La Mano desaprueba el accionar de ella, al igual que su padre, pero ambos deben aceptarlo, producto de su efectividad como mecanismo de disuasión en una mesa de diálogo trancada.
La princesa entiende que con terroristas mejor no negociar desde condiciones de inferioridad o a punta de palabras amenazantes, sino con demostraciones concretas de resistencia y oposición a través del poder de fuego.
Algunos han visto un episodio demasiado reposado y de trámite. En mi caso, lo he disfrutado más que el primero, dado que se va decantando por las verdaderas cosas que hicieron grande a GOT: las lecciones que enseña acerca de cómo resolver problemas políticos y gerenciales, por medio de historias, de narrativas inteligentes.
Ya estoy enganchado y esperando con ansías el tercer capítulo.