Las dos ofertas estratégicas de energía que Latinoamérica puede ofrecerle a los aliados son Vaca Muerta en Argentina con gas y Venezuela con petróleo pesado. En ambos casos hay que hacer inversiones muy importantes que tomarían no menos de 3 años para comenzar a entregar algo. En Argentina tienen, además, el tema mapuche; y en Venezuela, las sanciones al gobierno.
Y los horizontes de evaluación son: uno, mientras dura la guerra; y dos, para después de la guerra. Si esto se da así, la geografía del suministro habrá cambiado radicalmente para cuando, dentro de diez años (por decir una fecha), la guerra haya terminado y se hayan consolidado los nuevos polos económicos.
La otra oferta estratégica de la región es la de los alimentos, para la cual tanto Brasil como Paraguay y Uruguay están preparados, mientras que Argentina, principal opción en otros tiempos, no solo no está preparada, sino que los tributos internos funcionan como un lastre que inhibe las posibilidades.
Es más probable (y posible) que los productos argentinos salgan de contrabando hacia Paraguay y Uruguay, para ser exportados al mundo, que la posibilidad de que Argentina los exporte directamente. Eso además de la falta de gobernabilidad y la anarquía interna en el gobierno kirchnerista.
A Venezuela la percibirán como una opción energética, pero solo si se logra consolidar y asegurar la fuente de suministro, cosa que es difícil que ocurra en las condiciones actuales. Por lo que las opciones de participar se ven bastante reducidas; porque el aporte que pudiera hacer una Venezuela sancionada, es marginal, y en la relación de bdp por problemas políticos internos, la relación, definitivamente, es negativa para el gobierno de Biden: en Estados Unidos son más los que presionan para profundizar sanciones, que los que presionan para flexibilizarlas o levantarlas.
La situación muy incómoda en la que se ha puesto Venezuela a sí misma, no cambiará de un momento para otro; y hasta es posible que, aun habiendo un cambio de gobierno (poco probable), la desconfianza continúe, porque, así como el chavismo no vino del espacio, tampoco se irá al espacio ni desaparecerá con un cambio de gobierno.
Debemos comprender que, a futuro, la inercia nos está llevando a una distribución política de tres cuartos distribuidos entre PSUV, VP y Primero Justicia; y el resto, entre partidos que, habiendo sido mayores y hegemónicos en otros tiempos, hoy son menores y sin fuerza, ni propuestas. Claro, siempre y cuando no aparezca un outsider que nos cambie la vida, y que en diez años seamos un poco más que la inercia positiva de una realidad calamitosa. La esperanza está puesta en el outsider.
La presión de los aliados sobre Venezuela puede ser un factor que repita las experiencias de invasión de la época Trump, más que nada porque es posible que, ya avanzada la guerra y siendo Rusia y Putin (o quien lo suceda) el enemigo indiscutible, Trump recupere la presidencia y sigamos postergados.
Esta oportunidad de volver a ser proveedores confiables de las fuerzas aliadas en contra de un jerarca que se cree que puede conquistar al mundo, pues parece que la perderemos.
Tenemos dos Guaidó, el percibido por el gobierno de Venezuela, por grupos opositores y por el resto del mundo, como el líder de la oposición venezolana; y el percibido por algunos de sus “compañeros” dirigentes y parte de las bases opositoras, como alguien que debe ser reemplazado. Al gobierno no le interesa que se reemplace a Guaidó porque toda su estrategia está alrededor de él y de lo que representa de cara a Estados Unidos; y seguramente no apoyará a quienes quieran reemplazarlo porque le costaría encontrar a alguien con tantos atributos “anti”.
Lo anterior tiene que ver con una especie de ebullición silenciosa que hay en las filas opositoras, y que no han logrado despertar entusiasmo en las bases, así ahora las visiten buscando votos para las primarias. Una vez más se trata de algo entre las cúpulas, donde el pueblo y sus necesidades parecen ser lo de menos.
No se ha escuchado a ningún líder opositor hablar de problemas concretos, proponer alguna línea conceptual, o alguna solución. Creen que con decir “cambio de gobierno” ya está todo dicho. Y no es así, aún hay dudas importantes sobre el desempeño que tendrían gobernando, y si no sería más de lo mismo, pero con signo diferente.
Aún hace falta que alguien proponga ideas que no pasen solo por rescatar Pdvsa o Sidor, que no signifique paternalismo o rentismo, en definitiva, hace falta alguien que genere una esperanza y ese alguien aun no apareció…y si apareció, pues lo disimula muy bien.
La reunión del G7, como últimamente ocurre con casi todas las reuniones que involucran a la geopolítica, tendrá el foco puesto en la guerra Rusia-Ucrania. Ese es el tema que dominará al mundo en los próximos años, y todo lo que se haga o deje de hacer tendrá algo que ver la guerra. La cual, lejos de mantenerse focalizada o de terminar, todo indica que se ampliará, profundizará y nos arrastrará a una nueva geopolítica que hará que las proyecciones que había hasta febrero pasado, queden obsoletas; y que países que parecían “ganadores” se vuelvan “perdedores” y también al revés.
Nuestra región latinoamericana no quedará ajena al conflicto, porque será vista como el repositorio de reservas de alimentos y energía, para cuando el mundo consumidor que es el que está en guerra, nos necesite. No ahora, no pronto, pero nos necesitará.
Y ya no importa mucho lo que nosotros en Latinoamérica pensemos, sino que todo será desplegado desde el punto de vista de Estados Unidos y de la UE. Porque ellos saben, mejor que nosotros, qué es lo que podemos y qué no podemos; no es necesario que el presidente de Argentina, en representación de la Celac diga u ofrezca, porque ellos están claros con qué pueden contar, y apretando qué clavijas pueden lograrlo. Lo que sí es seguro es que no se prestarán al juego político interno de cada país, no debemos menospreciar su capacidad de análisis.
Por el momento, lo más seguro es que vayamos a una guerra más amplia y que nuestra región sea alineada con las necesidades de los aliados. Y esa alineación será voluntaria, o forzada, pero no permitirán un juego ambiguo de ningún gobierno de la región. En tiempos de guerra, la soberanía queda sujeta al peso de las armas y al poder de los ejércitos. Hay que comenzar a “poner las barbas -o bardas- en remojo”.
El caso de Petro como vecino es un hecho ya consumado –solo falta que tome posesión– y solo tenemos que anticipar escenarios para minimizar el factor sorpresa. En ese sentido, lo primero es considerar que lo más probable es que el comercio se reactive, y que si el gobierno de Venezuela sigue actuando con pragmatismo, evitará politizar el tema, ni a favor ni en contra de la revolución; replegarse y dejar que el mercado actúe. No olvidar que mientras estuvo “cerrado” se creó una red informal, en negro, que no desaparecerá con la apertura; por lo que el pragmatismo deberá extenderse a no interferir con el nuevo rumbo.
En lo político ideológico, no hay manera de que Petro pueda desligarse de su pasado y del impacto que significa en los capitales que mantienen en buena forma económica a Colombia. Ese miedo que genera no podrá ser disipado con palabras (aunque las palabras mal utilizadas pudieran desencadenar consecuencias), si no con acciones concretas, con lo que haga, y con lo que no haga: debe cuidar muy bien sus decisiones. En los siguientes meses veremos cómo se desarrolla la relación entre Petro y el capital.
Recomendación
Al gobierno
- Que evite politizar la nueva relación con Colombia, porque no le aportará nada bueno; todo lo contrario. No hay que obligar a Petro a opinar sobre Maduro; hay que dejar que el comercio fluya y que el Estado cumpla su rol fiscal y de control de calidad.
A la dirigencia de la oposición
- Que revisen las relaciones internas, y eviten el “show” de las peleas acusatorias; porque una vez que terminen las primarias deberán estar todos del mismo lado. Y si no cuidan las agresiones, habrá heridas que no sanarán.
A los dirigentes empresarios
- Que reactiven las relaciones de negocios con Colombia, pues pudiera ser el buffer zone por donde tengamos acceso a productos originales; y además los puertos colombianos pudieran ser las entradas de productos, y que aquí nos lleguen por tierra. Hay que trabajar sobre eso y contribuir para que todo salga bien. Y hacerle propuestas al gobierno para facilitar el cruce de frontera de transportes colombianos
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