Un breve, pero denso, ramillete de relatos cortos y de regular extensión constituyen las piezas narrativas que integran Los codos del diablo, libro de rigurosas aunque discretas perfecciones expresivas en lo que al complejo arte de la estética de la creación verbal se refiere. Su autora, la poeta y narradora Anabelle Aguilar Bradley, muestra en este libro su vasta cultura universal en el dominio de las técnicas que hacen posible los procesos de confección de la anécdota y los sujetos o actantes principales y secundarios de la historia ficcional. Los paratextos de este libro son por lo demás elocuentes y nos dan a los lectores la medida de los influjos estéticos de pensadores de talla universal en la voluntad creativa de la escritora. Desde André Malraux, pasando por Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Anne Sexton exornan los frontispicios de cada relato a modo de una especie de ante pórtico o bienvenida a los maravillosos “paseos imaginarios” por la palabra encantada del mundo literario de Bradley. Abordar la grata y gozosa lectura de estas historias invencionadas por nuestra narradora de potente estro lírico y perfecciones sintáctico-gramaticales es asistir a una singular fiesta del lenguaje ofrecida por la escritora en la casa del ser que, obviamente, es la casa de la imaginación. Por ejemplo, el relato con que inicia la aventura narrativa está pletórico de excelsitudes ficcionales; desde el personaje que lleva por nombre Carmela Corinto, hasta don Ernesto y Pantaleón son invenciones magistrales de cabeza harto amoblada de esta singular narradora. Del mismo modo, tanto el famoso duelo por honor como las potentes armas, unas Colt 45 hablan por sí solas de un modo de dirimir un ajuste de cuentas con el fin de lavar la mácula del honor manchado.
En la historia titulada «Mal individual» se reitera, una vez más con creciente maestría expresiva, la poderosa virtud narrativa de la autora de Los codos del diablo al contarnos a los lectores una historia sui generis personificada en el personaje de Soledad; una niña que queda huérfana al mes de nacida y que una atribulada existencia signada por la pérdida de sus futuros esposos a causa de sendos accidentes de neto corte real maravilloso que emparenta el relato con la tradición narrativa latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Magistral cuento: yo no le añadiría ni suprimiría ni una sola línea. Las dimensiones topológicas de los relatos no dejan espacio a la duda en cuanto a la radical universalidad de la narrativa de Aguilar Bradley. Nueva York, Amsterdam… son toponimias en los cuales transcurren los brillantes cuentos que integran este singular libro. “En el tiempo de las lilas”, la escritora despliega su característica maestría narrativa combinando, ex aequo, veracidad del relato con sindéresis en el manejo de la verosimilitud en el narrar. Aquí en este memorable relato sobre …”el tiempo de las lilas” me conmueve la audacia y sagacidad de la escritora al mencionar sin nombrarlo un famoso puente de fama mundial desde donde todo ser humano que va a la capital del mundo se divisan vistas sublimes y panorámicas de eterna belleza y trascendental e inaudita hermosura visual. Leyendo las piezas narrativas fraguadas por la fértil imaginación creativa de Aguilar no queda otro camino que rendirse ante la evidencia de estar en presencia de una alucinante máquina de narrar de inobjetable timbre sensible y sensitivo y de inusual inteligencia literaria. Enhorabuena para la salud de la escritura narrativa latinoamericana del presente…
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