En días recientes, para ser más precisos, el 24 de julio, el gobierno mexicano, en ejercicio de la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), fue anfitrión de la Reunión de Cancilleres de esa organización de la cual se tenían pocas noticias desde hace varios años.
El acto coincidió con el 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar, extrañamente enaltecido y homenajeado por el gobierno mexicano, seguramente con la intención de acudir a la importancia de su figura en lo que a integración hispanoamericana se refiere , tradicionalmente contrapuesta a la Doctrina Monroe de América para los americanos, propósito principal de este encuentro al cual asistieron 25 ministros de la región.
Es bueno recordar que a pesar de que la Celac está integrada por todos los países latinoamericanos y del Caribe, vivió su etapa de esplendor en los tiempos de la Argentina de los Kirchner, el Brasil de Lula, la Bolivia de Morales y en especial la Venezuela de Chávez como principales impulsores, cuyos reemplazos en el poder por gobiernos de diferente orientación política propició su declive.
También es bueno recordar que desde 2010, cuando se celebró la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, en la cual se acordó la creación de la Celac para sustituir al Grupo de Río y a la cual se le fijó como objetivo el profundizar la integración en un marco de solidaridad, cooperación, complementariedad y concertación política de los países latinoamericanos y caribeños, no trascendió más allá de lo declarativo hasta que se dejó de saber de su existencia
El discurso de AMLO no carece de contradicciones propias de la difícil disyuntiva que debe enfrentar, la de no querellarse con su vecino imperial –por cierto muy genuflexa hacia Trump, sobre todo en lo que a política migratoria se refiere– mostrarse suficientemente autónomo como para justificar un liderazgo progresista acorde con las propuestas del Grupo de Puebla, del cual es importante impulsor, y la dosis de moderación necesaria que corresponde a la diversidad política de los gobiernos de la región.
Así, encontramos la propuesta de la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, que ya había sido manejada con la creación de la Celac y verbalizada principalmente por Hugo Chávez, paralelamente a un llamado a los países latinoamericanos de hacer a un lado la disyuntiva de integrarse a Estados Unidos o de oponerse en forma defensiva y expresar y explorar otra opción, la de dialogar con los gobernantes estadounidenses, de convencerlos y persuadirlos de que una nueva relación entre los países de América es posible.
Pero lo más llamativo es que en este nuevo rostro del presidente mexicano en el que comienza a mirar fuera de sus fronteras y buscar un liderazgo regional, es que otorgue lugar tan destacado a la defensa del régimen cubano, a tal punto de que no solo ha asumido la solicitud del fin del bloqueo norteamericano y ha enviado provisiones a la isla, sino que afirmó que en virtud de que Cuba es un ejemplo de resistencia propuso que toda la isla, léase bien, toda la isla, sea declarada patrimonio de la humanidad, galardón que otorga Naciones Unidas a sitios puntuales con criterios históricos y estéticos, todo ello dentro de alusiones antinorteamericanas bastante explicitas y seguramente conflictivas a futuro.
Ni una mención a la ausencia de democracia ni a la permanente violación de los derechos humanos por parte del gobierno cubano, tampoco a la violenta represión de las recientes protestas. No olvidemos su cuestionamiento sobre la veracidad del informe de Bachelet sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela. Se trata de una No Intervención hacia los desmanes de los gobiernos autoritarios amigos.
Esperemos que a pesar del sesgo impuesto por López Obrador en este intento de revivir a un muerto, la Celac logre éxito en el propósito de convertirse en una instancia de realizaciones concretas que para este momento es en primerísimo lugar el de conseguir más vacunas contra la covid-19 para la región y consensuar una postura común latinoamericana ante la próxima cumbre del G20.