Desde los inicios de la invasión rusa a Ucrania, Putin, Mevdevev y Lavrov han emitido amenazas sobre el uso del arma nuclear de manera constante dando como resultado un cambio doctrinal en la materia, consistente con su nueva concepción de política exterior al considerar a Occidente como su enemigo. Veamos por qué este asunto es de la mayor gravedad para la paz y seguridad internacionales y qué papel puede tener Latinoamérica.
Después del horror que comprobó el mundo tras las detonaciones atómicas en Japón durante la Segunda Guerra y a partir de la aprobación de la Carta de Naciones Unidas se fue creando toda una arquitectura, convenida por las cinco potencias nucleares, para evitar la proliferación nuclear y controlar el uso de esa energía a través de diversos tratados, resoluciones y particularmente las doctrinas individuales de los estados nucleares durante la llamada “Guerra Fría”.
Este periodo de la historia reciente se fundamentaba sobre los siguientes preceptos; La de las garantías negativas de seguridad y las del primer ataque, que han estado acompañadas o sustentada de manera doctrinaria en la disuasión producto de la certeza de la destrucción mutua asegurada al activarse un misil al igual que las llamadas garantías negativas de seguridad que consisten en un compromiso de los Estados poseedores de armas nucleares a no recurrir ni amenazar con armas nucleares a estados del grupo No nucleares y en no ser el primero en realizar un ataque a un Estado nuclear.
A pesar de ello, Vladimir Putin formalmente redujo el martes de esta semana el umbral para el uso de armas nucleares por parte de Rusia a la par que el presidente estadounidense permitió a Ucrania atacar objetivos dentro de territorio ruso con misiles de mayor alcance suministrados por ese país. A través de una declaración, que se produce después de otras como el inicio de ensayos con armas tácticas, el desarrollo de misiles hipersónicos, el traslado de misiles a Bielorrusia y su negativa a renegociar los acuerdos con Estados Unidos sobre la materia, dijo que una nueva doctrina abre la puerta a una posible respuesta nuclear por parte de Moscú, incluso a un ataque convencional sobre Rusia, hacia cualquier nación que esté apoyada por una potencia nuclear en clara referencia a Ucrania, sin descartar otros territorios. Adicionalmente, la prensa reseña hoy que no hay comunicación entre Washington y Moscú. La línea del teléfono rojo fue cortada.
Todo ello coloca a Rusia en una zona oscura de violación de sus compromisos legales, políticos y morales anunciando un gran riesgo para la supervivencia de la humanidad y es por ello que la comunidad internacional debe pronunciarse, de manera colectiva e individual, para evitar el horror que parecía olvidado en el mundo de una detonación nuclear y sus consecuencias.
En este contexto, Latinoamérica en su conjunto tiene una fortaleza singular por ser una de las primeras en ser declarada como “Zona Libre de Armas Nucleares”. Efectivamente, con la firma y ratificación del Tratado de Tlatelolco o Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, un instrumento internacional que establece la desnuclearización de nuestro territorio por los países signatarios el cual fue propuesto por el presidente de México, Adolfo López Mateos, e impulsado por los diplomáticos mexicanos Alfonso García Robles, Ismael Moreno Pino y Jorge Castañeda1 como respuesta al temor generado por la crisis de los misiles de Cuba (1962). Por sus esfuerzos en favor de la reducción de armas nucleares, García Robles obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1982. Adicionalmente se creó el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe que vigila por el cumplimiento del Tratado y promueve la no agresión y el desarme nuclear.
Por todo ello, se hace imperativo nuestra reacción inmediata ante las irresponsables declaraciones de un autócrata desquiciado, que no solo ha llevado a la muerte de miles de víctimas ucranianas y a la destrucción inmisericorde de ese país, sino que ahora amenaza con el uso del arma más devastadora y mortífera creada por el ser humano
Con estas consideraciones, se hace necesario y de manera urgente el pronunciamiento del secretario general del OPANAL, el embajador brasileño Flávio Roberto Bonzanini, ante la Secretaria General de las Naciones Unidas y la Agencia Internacional de Energía Atómica para que tomen todas las medidas diplomáticas que hagan retractarse a Putin de sus terribles amenazas. Igualmente, exhortar a las otras Zonas Libres de Armas Nucleares situadas en el Pacífico Sur (Tratado de Rarotonga de 1985), el Sureste Asiático (Tratado de Bangkok de 1995), África (Tratado de Pelindaba de 1996) y Asia Central (Tratado de Semipalatinks de 2006) para que realicen pronunciamientos del mismo tenor.
La comunidad internacional debe reaccionar más allá de cualquier consideración política o ideológica frente a la mayor amenaza que representa Putin para la paz y seguridad internacionales.
Nuevamente cito al profesor Carlos Guerón, en la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV, quien solía decir: “Si se produce la tercera guerra mundial, la cuarta será a palos y piedras”.