OPINIÓN

Amar la Tierra

por Carlos Malo de Molina Carlos Malo de Molina

Los romanos tenían una diosa que representaba la Tierra y se llamaba Tellus o Tellus Mater o Terra Mater. Los griegos tenían a Gea, Gaia o Madre Tierra, que era la diosa más antigua de los dioses del Olimpo. Los humanos somos parte intrínseca de la Tierra, del planeta Tierra. Los científicos, los intelectuales y la sociedad en general desde 1930 están de acuerdo con la evolución biológica a partir de la selección natural desarrollada por el inglés naturalista Charles Darwin y expresada en su publicación El origen de las especies en el año 1859.

El escritor científico Carl Zimmer publicó un estudio en The New York Times el 11 de mayo de 2018 donde explica que “el primer animal de la historia surgió en este medio de una explosión de genes nuevos” defiende que todo animal “evolucionó a partir de un antepasado común” dice que probablemente fue hace más de 650 millones de años. Sirva como ejemplo un estudio firmado por 170 científicos de 49 instituciones del mundo entre los que estaba el Grupo de Investigación en Informática Biomédica, que compararon el genoma de una gallina de raza Red Jungle con el genoma humano con el que comparte 60% de los genes, con las ratas compartimos 80%. Datos que demuestran el origen común.

Además de ser del planeta, venimos de él, lo controlamos y lo gobernamos. He titulado “Amar la Tierra”, la palabra amor según la RAE en uno de sus significados es sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo. Es sensato pensar que el ser humano ama la Tierra, aunque solo sea porque somos y gobernamos la Tierra.

El ser humano ama a otras personas, los bosques, los prados, las montañas, los ríos, lagos, el mar, la nieve, los animales domésticos y salvajes. Además, vinimos de la Tierra, adoramos la Tierra en que nacimos y en donde nos criamos, amamos nuestra patria y nuestro pueblo o ciudad, ellos son en esencia parte de la Tierra como nosotros mismos.

Es evidente que todos amamos la Tierra. El problema de fondo es: si tanto la amamos, ¿por qué no la cuidamos? Mejor dicho ¿por qué la maltratamos, la contaminamos, la deforestamos, maltratamos a los animales?, ¿por qué nos aislamos de la naturaleza rodeándonos de hormigón, humos y hacinamiento humano?, ¿qué está pasando para que estemos dañando lo que amamos?

Probablemente no es precisamente lo que la gente quiere sino el producto de una mala gestión pública generalizada y de desorden. Hemos hablado en otros capítulos de la inadecuada organización de las ciudades.

El mundo ha evolucionado en casi todo a mucho mejor, pero hay tres temas en los que claramente hemos salido desfavorecidos: la pérdida del clan familiar con todo lo que ofrecía de protección, afecto y cuidado; el contacto con la naturaleza y los animales. Tres elementos claves que generaban placer, felicidad, disfrute, empatía y amor. La Tierra es parte de nosotros y nosotros somos parte de la Tierra.

Amo la Tierra como creo que la amamos la inmensa mayoría de la población por eso creo, aunque hay que denunciar el inmenso y absurdo destrozo que le estamos haciendo a nuestro planeta, debemos movilizarnos a favor de la Tierra más por el amor que por las consecuencias del daño que la infligimos. Como hemos dicho antes, para nuestros ancestros la Tierra era un dios al que debían amar, respetar y temer. Ahora ya no es nuestro Dios, pero la amamos, somos parte de ella, nos da felicidad y la gobernamos, la cuidamos mal o más bien la dañamos. Pienso que la mejor manera de proteger y cuidar la Tierra es mejor hacerlo por lo positivo, aunque estoy de acuerdo en que a veces el mensaje de resaltar lo negativo y por lo tanto el daño que nos puede ocasionar si lo hacemos mal también funciona.

La teología cristiana, la religión con más seguidores en el mundo, 2.200 millones, poco más de la mitad de creyentes en religiones, establece que hay 2 formas de superar los errores (pecados para ella). La contrición, que consiste en el perdón y la superación mediante el arrepentimiento por el dolor y por haber ofendido a Dios, es decir por amor a Dios, y la atrición, que es el arrepentimiento por miedo al castigo eterno. Para ellos la atrición es la contrición imperfecta. En resumen, anatemizar el maltrato a la Tierra funciona y hay que hacerlo, pero es más justo, potente y eficaz reivindicar el amor a la Tierra. Anatemizar es, según la RAE, “reprobar o condenar a alguien o algo”. Recordemos que la Tierra somos nosotros, el resto de animales, las plantas, la naturaleza en general, el agua, el aire, la luz, el cielo y el subsuelo. La comunidad internacional, los científicos, los intelectuales y expertos en el medio ambiente coinciden en señalar que el mayor problema para nuestro planeta es el calentamiento global, el efecto invernadero y el cambio climático.

El cambio climático es la variación de nuestro sistema climático que está formado por la atmósfera, la hidrosfera, la criósfera, la litosfera y la biosfera que tiene una cierta duración de al menos varias décadas hasta volver al equilibrio. Estos cambios han existido desde el inicio de nuestro planeta, pero siempre por cambios naturales como ligeros cambios en la órbita de la Tierra, radiaciones solares, erupciones volcánicas potentes o el impacto de un meteorito. Se calcula que en el último millón de años hubo más de 7 cambios climáticos y el último fue hace 7.000 años. Ahora viene un nuevo cambio climático, pero no es debido a causas naturales, sino como consecuencia de la actuación del hombre sobre la Tierra. Este cambio climático según la previsión de los especialistas y científicos no solo puede provocar un cambio del clima, un enfriamiento, sino también la grave destrucción del mismo y la desaparición de muchas especies. Todo empieza por la emanación de gases, vapor de agua, H2O que se retroalimenta con el calentamiento de la Tierra, dióxido de carbono (CO2), que lo producimos los humanos al respirar, pero sobre todo por la quema de combustibles sólidos como son el petróleo, carbón, gas natural, otros gases procedentes del petróleo y la fuerte deforestación, ya que las plantas absorben el CO2. El metano (CH4) que lo produce la basura y determinadas plantaciones agrícolas como el arroz y los rumiantes.

El óxido nitroso (N2O) y los tres gases industriales fluorados atrapan y emiten radiaciones, lo que provoca el calentamiento de la Tierra, el efecto de los gases al absorber las radiaciones solares es lo que se llama efecto invernadero. Se calcula que, si no hubiera ninguno de estos gases que hemos mencionado, que algunos son achacables al hombre y otros no, la temperatura media de la superficie terrestre sería de -18 °C en lugar de la media actual que es de +15 °C. Cada año se celebra la Conferencia de las Partes (COP), que representa al órgano de toma las decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (acuerdo resultado de la Cumbre de la Tierra, celebrado en Río de Janeiro en 1992), forman parte los gobiernos de todos los países pertenecientes a las Naciones Unidas con el objetivo de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero para a su vez frenar el calentamiento global y el cambio climático.

La primera COP se celebró en Berlín en 1995 y la última (COP25) en Madrid en 2020. El Protocolo de Kioto fue adoptado en diciembre de 1997 como consecuencia de la COP3 celebrado en Kioto, y enmarcaba  un acuerdo con obligaciones de parte de los países desarrollados para reducir emisiones de los seis gases como resultados de actividades antropogénicas, dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC), hexafluoruro de azufre (SF6), en 5% en un período entre 2008-2012 en relación cin los de 1990, calculados a nivel global del mundo. Entró en vigor en 2005, lo ratificaron 187 Estados, pero entre ellos no estaba el de mayor emisión de gases, Estados Unidos, que lo firmó, pero no lo ratificó porque consideraba que la aplicación era injusta pues solo obligaba a la reducción de gases a los países industrializados y no a algunos de los mayores emisores de gases en vías de desarrollo, como es el caso de China y la India, tampoco lo ratificaron Australia, Croacia y Kazajistán.

El Protocolo de Kioto establece la libre compraventa de derechos de emisiones de gases, es decir, un país que reduzca sus gases en mayor medida de lo que le corresponde podrá vender ese exceso de reducción de gases a otro país que no haya alcanzado el objetivo de disminución para así poder cumplir el compromiso de Kioto.

En 2015, en la COP21 celebrada en París, 195 países firmaron el primer gran acuerdo vinculante en el que se establece para luchar contra el cambio climático un plan de actuación global mundial para limitar el crecimiento de la temperatura media mundial por debajo de los 2°C.

La COP25 celebrada en Madrid fue más bien un impasse, un compás de espera, de la que se puede decir que fue mejor que no hubiera ningún acuerdo a que hubiera un mal acuerdo, en definitiva, compraron tiempo.

El desarrollo sostenible consiste en avanzar en el desarrollo y el progreso del mundo armonizando y garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el respeto y cuidado del medio ambiente y el bienestar social. Durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015, 193 países se comprometieron a cumplir 17 objetivos para el 2030 para “erradicar la pobreza extrema, combatir la desigualdad y la injusticia, solucionar el cambio climático en todos los países, para todas las personas”. Es bueno, conveniente y necesario luchar contra el efecto invernadero, el calentamiento global y el cambio climático, son igualmente necesarias y positivas las Asambleas Generales de la ONU, donde se discute la Agenda 2030 y las COP de Cambio Climático.

Es un excelente concepto aplicar el desarrollo sostenible con sus tres vertientes antes mencionadas, pero le veo varios problemas, sus logros son lentos, escasos y poco eficientes. Las estructuras para su ejecución no están mínimamente empoderadas para dirigir ni gestionar eficientemente las decisiones tomadas. Lamentablemente tenemos que repetir lo que hablábamos en el capítulo anterior de que las estructuras internacionales incluida la ONU no son democráticas. Amar a la Tierra y el cuidado del medio ambiente es mucho más que el cambio climático y el desarrollo sostenible, aunque estos sean conceptos y necesidades prioritarias. Nuestro planeta está lleno de vida, accesibilidad, confort, alegría, disfrute y placer. Es nuestro y de todos. Podríamos estar hablando durante horas de las maravillas de la Tierra y no hubiéramos hablado más que superficialmente de una mínima parte.

¿Cuánto pagaríamos por el agua, los ríos y el mar si no los tuviéramos? barbaridades, todo lo que pudiéramos. ¿O por el aire que respiramos, el calor del sol, la belleza del amanecer, el paseo por un jardín, subir a una montaña o disfrutar una noche estrellada? Tal vez no le damos el significado y el valor que le corresponde porque lo tenemos de siempre y es gratis. Aunque sea un absurdo solo valoramos aquello por lo que pagamos. Que rara ecuación económica de vida hemos elaborado para despreciar y maltratar las cosas grandiosas que tenemos y sobrevalorar nimiedades efímeras.

No valoramos el poder respirar porque es gratis, siempre está disponible y es inagotable, apreciamos la comida además de porque nos da placer ingerirla y la necesitamos para sobrevivir igual que el aire y el agua, porque pagamos por ella sin valorar que es un producto de la Tierra. Como antes hemos dicho, nosotros mismos somos producto de la Tierra. Es verdad que si seguimos así vamos a destruirla y por lo tanto nos vamos a destruir a nosotros mismos. A no ser que el tiempo y la tecnología nos permitan viajar a otro planeta, si es que existe, con las condiciones adecuadas para que podamos vivir, para posiblemente, si no cambiamos de actitud, volver a destruirlo. No me acaba de gustar movilizar a la gente en contra de la destrucción del medio ambiente solo y esencialmente por el temor a la destrucción del planeta que se pudiera producir por el cambio climático que por cierto no es el único sistema desgraciadamente que el ser humano tiene para destruir la Tierra, pongamos por ejemplo una guerra nuclear, explosiones nucleares sin ni siquiera ser por una guerra.

La Tierra es maravillosa como consecuencia de un complicado equilibrio de nuestro ecosistema. De hecho, de todos los planetas que a pesar de la distancia sabemos algo, ninguno es tan hermoso, son todos feos, desérticos a veces ni siquiera son sólidos. En ninguno se ha percibido ninguna sensación de que pudiera existir vida, ni siquiera plantas, por supuesto ninguno tiene las condiciones adecuadas para la subsistencia del ser humano.

Ese complicado equilibrio del ecosistema de la Tierra permite que haya seres vivos, animales y plantas y que podamos respirar, beber, comer y vivir como consecuencia del mismo. Si desequilibramos ese sistema probablemente destruyamos el planeta o por lo menos lo transformemos en un hábitat difícil para el hombre sino imposible.

Pero cuando se ama a alguien o algo no se actúa solo y es exclusivamente ante el temor de la destrucción total o casi total. Lo que se ama se cuida, se protege, se mima y se realza. No se debe dejar de contaminar solo porque eso puede destruir el planeta sino porque la contaminación es un horror en sí misma, nos daña la salud, dificulta la respiración, resta visibilidad y belleza a las ciudades, pueblos y a cualquier sitio donde llegue, hasta el punto de que puede directa o indirectamente destruir el planeta.

El desarrollo sostenible debe funcionar como un algoritmo entre los tres conceptos, pero tiene que ser un algoritmo complejo en el que se midan bien el sinfín de las variables que contienen los límites y posibles movimientos de las mismas. El desarrollo hoy en día se puede realizar y de forma potente en muchos casos sin que por ello se dañe el medioambiente y que además sea un factor de progreso en los tres sentidos, incluyendo el avance social y el cuidado y mejora del medio ambiente. Por definición todo desarrollo no puede generar daño social y si lo genera ese desarrollo no es válido y por lo tanto no debe ser permitido. Siempre el saldo final de toda actuación de desarrollo económico debe ser netamente positivo en el desarrollo social.

Estoy utilizando el significado desarrollo social orientado sobre todo a la solidaridad, a erradicar la pobreza extrema, el hambre, la falta de salubridad, el agua, educación, combatir la desigualdad y la injusticia. A la que habría que añadir transparencia y ayuda al desarrollo democrático del país. No es sencillo hacer el cálculo perfecto pero el saldo puede quedar claro en su sentido finalmente positivo o negativo. Al meter en la ecuación los temas medioambientales hay que cuantificar cuánto daño causa en el ecosistema la actividad económica de la que estamos hablando. Hay daños que no se debieran permitir en ningún caso, otros pueden ser compensados con otras actuaciones en el campo medioambiental y otros en el desarrollo social necesario y vital, pero en este caso debemos apuntar la deuda histórica que se genera a la Tierra para que algún día sea pagada.

Esas cuentas deben desaparecer con el tiempo, será poner un punto final al daño ecológico sin compensación ecológica y empezar a compensar la vieja deuda. Tenemos que hacer un serio compromiso con la Tierra dejar de destruirla poco a poco y recuperar lo perdido. Se habló por primera vez de desarrollo sostenible en el informe Brundtland denominado así por la ministra noruega Gro Harlem Brundtland. Posteriormente, este concepto se incluyó en el principio tercero de la Declaración de Río en 1992. El desarrollo sostenible como concepto debería ser aplicado en todos los casos en todos los tipos de ámbitos y niveles, es decir a nivel mundial, continental, de grupos de países, de cada país determinado, incluso de cada municipio.

La Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la Unesco incorpora al desarrollo sostenible como cuarto concepto, el valor y la historia de la diversidad cultural. Realmente para recurrir a conceptos ya utilizados, en mi opinión debemos evolucionar hacia el denominado desarrollo verde consistente en dar cada vez más peso a la sostenibilidad ambiental sobre la económica, de momento no de manera radical, pero si como objetivo a medio o largo plazo y nunca poniendo en peligro el desarrollo económico del mundo, pero si estresarlo y presionarlo. Lo cierto, como la historia demuestra que el potencial de desarrollo económico es ilimitado por lo que no es malo ponerle cada vez más condiciones en relación al cuidado del medio ambiente. El problema es que el ecosistema si es limitado y tangible e incluso hay dudas de que el daño que le hemos generado y que de momento seguiremos generando por lo menos en las próximas décadas, pueda ser irreversible.

El medio ambiente es algo que involucra al mundo entero y solo se puede controlar y gestionar de manera global. Como el mundo no tiene estructuras de gestión con poder solo se actúa de forma anárquica y desorganizada. El mundo necesita de forma urgente la generación de estructuras internacionales democráticas y empoderadas para determinadas competencias con el máximo consenso de los países. ¿Quién gobierna la atmósfera, la estratosfera y los océanos? Nadie. El medioambiente es un tema global de la humanidad. ¿Quién puede controlar el cambio climático o la posible destrucción del planeta? Entre todos o nadie.

El problema tal como está la situación con el medio ambiente es que a lo máximo que podemos llegar es degradarlo lentamente. Todos amamos la Tierra, la queremos, pero se ha generado un entramado de poder que imposibilita actuar mínimamente como se debiera.

Hay un nudo gordiano que, como la leyenda, solo se puede solucionar como hizo Alejandro Magno en el año 333 a. C. cuando quería conquistar el imperio persa, una vez conquistada la ciudad Frigia tuvo que deshacer el nudo gordiano cuyos cabos estaban inaccesibles en su interior, lo que solucionó cortándolos con una espada. Hay que romper el nudo gordiano de la falta de estructura de poder mundial y por lo tanto hay que crearla, que sea democrática y empoderarla con claras competencias en el medio ambiente mundial con un fuerte apoyo de los países y en todo caso respetando su soberanía. O te adaptas a las reglas de juego o estaremos engañándonos y perdiendo el tiempo, estaremos haciéndonos trampas al solitario.

Tengo que reiterar como lo hemos hablado en otras ocasiones en relación a las Naciones Unidas y a las cumbres en temas de medioambiente y cambio climático que debemos seguir con ellas mientras no tengamos otros instrumentos más potentes y eficaces. También debemos frenar la deforestación. La belleza de la Tierra, sus paisajes, ciudades, parques, bosques, valles y montañas dependen de exuberancia de vegetación y los animales que la pueblan deben ser mantenidos o no disminuidos y menos de forma constante y reiterativa.

Todo el mundo sabe y acabamos de recordar que los bosques y la vegetación en general absorben el CO2 dióxido de carbono, que es uno de los principales gases que generan el efecto invernadero. Por lo que nuestro objetivo debe ser aumentar la masa vegetal mundial cosa que actualmente está en aumento afortunadamente. Debemos controlar dicha evolución, potenciar que siga así y que forme parte del control de forma global en todo el mundo, en cada continente, país e incluso municipio. El incremento neto último de masa vegetal fue en cierta medida de casualidad, “a pesar de las continuas deforestaciones de América del Sur y del sureste de Asia estas han sido compensadas por la recuperación de bosques fuera de zonas tropicales y nuevos crecimientos en las áridas sabanas y matorrales de Australia, África y el sur de América”, según recoge el estudio Nature Climate Change liderado por Yi Lin y mencionado por el diario El País el 30 de marzo de 2015.

Más masa forestal y vegetal es mejor para el mundo, para su belleza y para la felicidad de sus habitantes, es mejor para detener el cambio climático y para reducir la contaminación. No es tan complicado ni tan difícil hacerlo, es cuestión de estructurar, organizar y generar protocolos y prioridades ejecutivas.

Todavía y por ahora la capacidad de recuperación del ecosistema de nuestra Tierra es potente. La pandemia del coronavirus así lo ha dejado ver, con el confinamiento de una gran parte de los habitantes del mundo, la disminución del funcionamiento de los vehículos, camiones y autobuses, muchas fábricas y empresas paradas y el cese de actividades sociales y personales fuera del hogar, han provocado rápidamente menos contaminación de las ciudades, del mundo en general, menor producción de CO2 y de otros gases, mayor libertad para los animales salvajes que hasta llegan a pasearse por las ciudades y seguramente otros efectos que podrán medirse con el paso del tiempo que probablemente al disminuir el acoso a la naturaleza por el hombre se produzcan.

Como ya he dicho en otras ocasiones, uno de los factores que puede, y de hecho nos hace más felices, es nuestro contacto y la relación con la naturaleza, en 2008, Naciones Unidas calculaba que por primera vez había más gente viviendo en las ciudades que en zona rurales. Se proyecta que para 2050 entre 65% y 90% de las personas vivirán en ciudades, lo que generará un gran impacto en el consumo de agua, electricidad, materias primas, de espacio y de generación de residuos.

Desde hace más de dos décadas surgieron organizaciones internacionales que tratan de identificar los aspectos que influyen en la sostenibilidad de la construcción de edificios y nuevas ciudades para crear una nueva base de lo existente a partir de la cual medir y buscar las mejoras. La más importante es el World Green Building Council (WGBC) que promueve la sostenibilidad en el diseño, construcción y funcionamiento de edificios, comunidades y ciudades a través de la certificación LEED  –Leadership In Energy and Environmental Design– teniendo en cuenta el entorno urbano y natural, los materiales de construcción, el consumo de energía y agua durante la construcción y su recuperación. Su objetivo es que para 2050 todos los edificios generen toda la electricidad y agua que consumen y que sus consumos de energía, agua y materiales sean eficientes y lo más bajos posibles y si es posible de varios usos.

Por ello es fundamental el uso de la más nueva tecnología para que sea medible y demostrable. Las ciudades deberán ser verdes e inteligentes. La combinación de ambos conceptos son las bases de las ciudades del futuro. Por supuesto, construcción en altura, sin barreras, grandes accesos, mucha zona verde, energías alternativas, ahorro y eficiencia de consumo, ciclovías, parques y toda la tecnología, en la ciudad, en los edificios, en las oficinas y en las casas. Para las ciudades y edificios LEED me ha sido útil la opinión de mi hijo Guillermo Malo de Molina, master en Ingeniería Industrial, LEED Associate y promotor inmobiliario de ciudades.

Ya hablamos del daño que la acumulación de plásticos está generando en nuestro ecosistema sobre todo en los océanos y en toda la vida que hay en ellos. El problema mayor lo representan los de un solo uso, principalmente envases que además acaban en el mar, en vertederos contaminados con alimentos, por la dificultad de clasificarlos. Hay que utilizar plásticos biodegradables. Hay que poner impuestos a los plásticos para que no sean tan baratos, que tengan menos aditivos para facilitar su reciclaje. Utilizar los nuevos procedimientos para deshacer con tratamientos químicos las gomas para reciclar neumáticos, reutilizar los plásticos para otros fines distintos a los que tenía el material original y sobre todo investigar mucho más para conseguir su destrucción y reciclaje.

La desertización consiste en la erosión de la Tierra y convertir un lugar fértil y habitable en una zona desértica. La desertización se produce sin la responsabilidad ni proceder de la intervención humana. Se produce por la influencia dinámica debido a movimientos geológicos y biológicos de la Tierra, astronómicos y geomorfológicos por las masas continentales. Se llama desertificación cuando la desertización es provocada por la acción humana. Esta se puede producir por la tala de árboles, la minería a cielo abierto, la compactación del suelo con máquina pesada, la excesiva concentración de animales para el pastoreo, la mala utilización del agua y por inadecuadas técnicas de cultivo. Con estas actividades se pierde la cubierta vegetal, se erosiona el suelo, desaparece el agua y se forman las zonas desérticas.

La mejor forma de luchar contra la desertificación es con la información y la prevención o si ya se está produciendo detenerla o atenuar su degradación y posteriormente reparar los suelos degradados. Actuar con anterioridad es poco costoso y accesible, parar la degradación es más difícil y empieza a ser caro, y hacerlo a posteriori es dificilísimo y costosísimo. Por ello, es vital la sensibilidad social, la formación e información de la población sobre estas cuestiones al igual que lo es en la lucha por la educación y contra la pobreza extrema.

En 1994 la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación adopta y firma el Tratado Internacional sobre la Protección del Medio Ambiente. Un texto claro, irreprochable y certero, pero nuestro problema en el mundo no es hacer textos sino hacerlos cumplir, dotarlos de poder ejecutivo y con fuerza para implementarlos, y es aquí donde volvemos al nudo gordiano de resolver e implementar el poder democrático del mundo y gestionar también democráticamente sus decisiones. Pero mientras tanto, por lo menos ejecutar a través de los países las decisiones ya firmadas y aceptadas por todos.

Tampoco olvidemos las labores de información, investigación, formación y prevención para la lucha contra la desertificación, cosa que podemos hacer desde las estructuras actuales, aunque no sean democráticas. Necesitamos más dinero, algo de transparencia y sobre todo eliminar toda la red de intereses de determinados países que destruyen su pequeña eficiencia.

Lo que ha ocurrido ahora con la Organización Mundial de la Salud es un auténtico despropósito organizativo estructural y perverso. Entre los dirigentes dictatoriales chinos y la OMS han hecho un inmenso daño al mundo. El director general de la OMS Tedros Adhanum debería ser al menos investigado por su posible connivencia con la dirigencia china en la pandemia del coronavirus o covid-19.

Por otra parte, independientemente de los intereses de distintos países en el entramado internacional deberíamos tener mucha investigación y buscar soluciones para las pandemias, contando con el apoyo de los países y de los grandes laboratorios mundiales. Si lo hubiéramos hecho, otro gallo nos cantaría, es decir, no hubiese pasado lo que está pasando con la pandemia del coronavirus. Tenemos mucho que hacer, pero al menos empecemos por lo más fácil. Estructuras de poder mundial globales y especializadas por temas por ejemplo educación, sanidad, medioambiente, infancia, seguridad y otros, que, si no son democráticos, al menos lo parezcan, sean parademocráticos y totalmente honestos al servicio del mundo y no de intereses concretos, económicos o de algún determinado país. A los cuales se le debe dotar de medios y financiación adecuada a las imperiosas necesidades del mundo.

Como hablamos al principio de este artículo y siguiendo las teorías de Charles Darwin todos los animales de la Tierra procedemos de un tronco común, somos familia muy lejana, pero familia, estamos más cerca de algunas especies que de otras en general le negamos la capacidad de inteligencia que nosotros a través del tiempo y nuestra singular evolución hemos obtenido. El mero hecho de ser todos originarios de la Tierra y el que tengamos un tronco común y por lo tanto cierta genética compartida obliga a un comportamiento amigable, con todos los animales de nuestro planeta. Creo que los animales, diferenciando unas especies de otras, tienen ciertos niveles de inteligencia, aunque para el ser humano y con ello se justifica nuestro mal comportamiento general con los animales, la neguemos. Nuestra ilógica negación llega a definir las evidentes capacidades mentales de los animales como cognición animal solo para diferenciarlo de la inteligencia del ser humano.

Este es un tema que tendremos que pensar y desarrollar en el futuro. La gorila Koko, que nació en San Francisco (Estados Unidos) en 1971 y murió a los 46 años, era capaz de entender el significado de 2.000 palabras, de expresar sus sentimientos y de comunicarse por señas. Hay cantidad de ejemplos de comunicaciones y acciones de delfines que demuestran su inteligencia, National Geographic las describe con infinidad de ejemplos. El loro Álex expresa con lenguaje 150 palabras entendiendo su significado, sabe distinguir formas, colores y números.

Para terminar este artículo quiero hacer un decálogo de lo que debemos hacer en relación con nuestra madre Tierra:

A la gorila Koko, cuyo nombre exacto era Hannabi-ko, que significa hija de los fuegos artificiales, le pidieron un mensaje para la humanidad. Ella nos dijo que protegiéramos la naturaleza pero también dijo: “Ayudar a la Tierra, soy naturaleza, La Tierra está en peligro, repara la Tierra, la naturaleza observa”. La gorila Koko nos dio una gran lección de inteligencia emocional. Ella amaba la Tierra y nos pedía que nosotros la amáramos.

 

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