Hay la tendencia a observar lo que sucede en América Latina como algo propio de nuestra cultura en una mirada eurocéntrica más bien despectiva. También es lugar común destacar en las últimas elecciones latinoamericanas el triunfo de candidatos de izquierda como hace unos años se hacía con los de la derecha. Me resisto a analizar lo que acontece en nuestras complejas sociedades en términos tan simples y relativos. Además de tener contenidos variados y muy interesados, nos divide en posturas enfrentadas que en nada contribuyen al diálogo, al encuentro democrático. En lugar de aclarar, obscurecen.
Ciertamente, los resultados electorales de Chile y Colombia deben preocuparnos. Se continúan produciendo éxitos electorales que ponen en riesgo la permanencia de la democracia. Como han señalado los informes de Freedom House, al contrario de lo que ocurría en décadas anteriores, la democracia retrocede en el mundo.
Entre las democracias, la chilena y la colombiana se consideraban de las más consolidadas de América Latina, como antes lo había sido la venezolana. Aún más, a principios del siglo XXI se les tenía como los países del continente con más posibilidades de alcanzar el desarrollo económico. No obstante, habida cuenta de la conflictividad social y política, en los últimos años, dichos pronósticos fueron desestimados. En dichas predicciones habían prevalecido una perspectiva económica muy restrictiva.
Debemos señalar que Colombia y Chile tienen en común, como todas las sociedades latinoamericanas, ser inmensamente desiguales, tener altos grados de pobreza y corrupción, a la par de gravísimos problemas socio económicos por resolver. Adicionalmente, se abordan los problemas nacionales en una dirección parroquiana que ignora la globalización y las realidades derivadas del cambio de época que vivimos. Por otra parte, la gente tiene la convicción de la existencia de un pasado mejor y percibe la ausencia de un futuro satisfactorio.
En nuestra manera de ver las cosas, lo que está ocurriendo en Latinoamérica no es muy diferente a lo que nos sucedió a los venezolanos. Similares situaciones están aconteciendo en variados lugares, incluyendo los países con las democracias más desarrolladas. La insatisfacción de las mayorías va abonando las exigencias de cambios radicales afectando la permanencia del sistema democrático.
Frente a esa realidad, han surgido movimientos políticos solo nominalmente democráticos. Acceden al gobierno mediante elecciones libres con distintas propuestas que autocalifican de derecha o de izquierda, de patrióticas o nacionalistas. Se arrogan la representación única y exclusiva del pueblo y desarrollan un discurso antidemocrático que divide la población. Por supuesto, desconocen que en la democracia contemporánea no basta ser gobierno de la mayoría, exige el respeto de los derechos de las minorías, la vigencia efectiva del Estado de Derecho, la garantía de los derechos fundamentales y muy especialmente la alternabilidad democrática. La democracia moderna es una democracia con derechos.
Estas propuestas autoritarias de distinta cobertura ideológicas tienen en común su asalto al Estado democrático que poco a poco van desmantelando. Otra característica es el cultivo de la antipolítica y un discurso antiestablecimiento estimulado por el comportamiento indigno de las elites.
Se desarrolla un lenguaje que polariza apuntando a un cambio radical con soluciones muy simples que ignoran la complejidad de los problemas. Se divide la sociedad en buenos y malos, según el apoyo al régimen, desnaturalizando la esencia del comportamiento democrático. Los nuevos caudillos se arrogan un monopolio moral que termina convirtiendo a los adversarios en enemigos. Todo diálogo será considerado complicidad, todo acuerdo, ilegítimo.
Comienzan con un apoyo popular que les permite ir destruyendo los controles democráticos del poder para progresivamente desconocer el estado de derecho y los derechos ciudadanos, particularmente de las minorías que se les oponen. Finalmente, si las instituciones democráticas ceden, el autócrata permanece en el poder manteniendo formalidades democráticas por un tiempo, incluso harán elecciones, pero sin posibilidades de alternabilidad. En una fase más avanzada, como ya ha ocurrido en Venezuela, se convertirán en dictaduras posmodernas y con frecuencias estados cuasi delincuentes.
Por supuesto, este discurso y propuesta difícilmente sería exitoso si no viviéramos una realidad política dónde élites irresponsables relegan el interés común a planos secundarios, si no tuviéramos una realidad socio económica de empobrecimiento, desigualdad y corrupción, si no fuéramos una sociedad insatisfecha con su calidad de vida que añora épocas pasadas.
Conscientes estamos de lo difícil de las respuestas a las realidades políticas de hoy, sobre todo cuando que las exigencias de solución son cada vez más apremiantes. Se trata de problemas complejos que requieren respuestas de naturaleza similar. Respuestas que además deben ser consensuadas, compartidas por las grandes mayorías nacionales y elaboradas con la participación de todos, lo cual solo es posible si el sistema democrático prevalece. De allí que la primera tarea es recuperar la democracia donde se haya perdido o se esté perdiendo y dónde permanezca mantenerla y expandirla.
Por lo pronto, en Chile y en Colombia esperamos que las clases dirigentes asuman con solidaridad, inteligencia, creatividad y patriotismo inclusivo las tareas por hacer y las instituciones democráticas desarrolladas sean capaces de derrotar toda pretensión autoritaria.
El mantenimiento de la democracia no garantizará el cambio, pero es indispensable para alcanzarlo. Por lo pronto permitirá salir de los gobiernos que no satisfacen los requerimientos populares.
Por otra parte, los demócratas del mundo no podemos ignorar la naturaleza política de los problemas globales que debemos enfrentar. Mucho menos las exigencias de cambio de nuestros pueblos. Debemos promover respuestas solidarias acordes con los nuevos tiempos que apunten a la consolidación del sistema democrático en todas partes haciendo del derecho a la democracia un derecho de todos.
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