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Shadow in the cloud

Dos películas protagonizadas por mujeres han coincidido en el año, afianzando la prominencia del mercado del empoderamiento femenino.

Un asunto que los críticos, generalmente “boomers” y masculinos, ven con ojos problemáticos, dramáticos y alarmistas.

Les parece a mis colegas que el asunto responde a la imposición de una cuota, más que a la libertad creativa de la industria.

Visto así, el tema cae en una trampa argumental que le impide evolucionar y desarrollarse, porque siempre refrendará “una agenda de la corrección política”.

No dudo que detrás de la producción de los títulos, que hoy comentaré, existe el diseño de una estrategia publicitaria y estética, para complacer a un target específico del llamado “girl power”.

Sin embargo, concentrar por ahí una opinión resulta redundante, pues todas las cintas que consumimos obedecen a la concreción de un plan “científico” y “técnico” que sobrepasa el criterio “artístico”.

Pongo el ejemplo de Nadie, una estupenda película de acción, que a las claras quiere agradar al target de los “hombres blancos enojados”, cuya crisis de edad se elabora como una secuela de John Wick y Día de furia, para caballeros frustrados de cincuenta años en adelante.

En este caso, mis amigos prefieren elogiar las bondades del filme, pero no mencionar su obvio y pragmático ejercicio de orgullo “heterosexual”.

Aparte de ello, disfruté enormemente del largometraje estelarizado por Bob Odenkirk, asumiendo el papel de un vengador autoparódico y redencionista de la tercera edad. Es un trabajo de nicho que recomiendo.

De igual modo, les propongo revisar Shadow in The Cloud y Oxígeno, ubicadas en las antípodas de Nadie, al encapsular dos aventuras metafóricas sobre “chicas” guerreras que superan condiciones de cautividad y confinamiento, aludiendo a los tiempos actuales de encierro.

La primera película retoma la senda las Historias asombrosas de Steve Spielberg, al contar el relato de una madre que viaja como polizón en un vuelo de la Segunda Guerra Mundial, llevando un paquete “misterioso”.

La joven termina recluida en el compartimiento exterior del avión, desde donde se dispara la metralla contra el enemigo invisible japonés.

La perspectiva de ella se altera por el contexto hostil y adverso, siendo presa de los acosos, las subestimaciones y las amenazas de los capitanes a bordo.

No atienden a sus llamados, no le prestan atención y pronto les dará una cucharada de su propia medicina, en un clásico tono de dulce y sangrienta venganza.

Lo demás tienen que descubrirlo por ustedes mismos, pero involucra generosas dosis de fantasía y violencia “pulp” a partes iguales, bajo la influencia de directores como Robert Rodríguez y Nicolas Winding Refn.

Es la nueva propuesta de la realizadora de Nueva Zelanda, Roseanne Liang, una chica racializada y de origen asiático como la ganadora del Oscar, Chloé Zao.

Protagoniza una heroína de cuerpo completo como Chloë Grace Moretz, quien nos roba el aliento con su performance unipersonal, cargado de simbolismo maternal y renacentista.

Como gran pega, la película caricaturiza a los personajes masculinos, poniéndolos a todos de villanos, brutos y misóginos.

Mayor sutileza descubrimos en Oxígeno, al plantear el conflicto de una médico con una cámara de hibernación, que la ha despojado de su independencia y memoria.

La máquina habla con la frialdad de un Hal 900 de 2001, anunciando la muerte lenta de la dama en apuros.

Ella sobrevive como clon de un experimento de salvación del planeta, y de colonización del espacio exterior.

En cualquiera de los casos, la mujer ocupa un lugar importante en el proceso de reconstrucción del cine y del humanismo, después de la catástrofe de la cuarentena.

 

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