OPINIÓN

Alma colectiva

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

El mundo en los últimos cien años ha evolucionado de forma exponencial. No solo en los avances tecnológicos y científicos, sino también en el aspecto de la interrelación entre los seres humanos, en el cual la tolerancia y el respeto han ganado mucho terreno, pero aún así queda un largo camino por recorrer, porque a veces pensamos que hemos superado etapas, cuando de repente somos testigos de situaciones y hechos que nos retrotraen al siglo XIX.

Un elemento fundamental para cohesionar a la sociedad es la comunicación, que es un fenómeno inherente a la esencia de los seres humanos que señala la manera cómo nos relacionamos. En pocas palabras, la comunicación es el fundamento de toda sociabilidad, ayudado a través del lenguaje, para alcanzar la transmisión de información. Sin embargo, la evolución de la raza humana se clasifica antes y después del invento de la escritura, ya que, gracias a ella, se pudo asentar el conocimiento y su reproducción, para que todos pudieran tener acceso a ella, sin importar el lugar y el momento.

Si nos enfocamos en nuestra era, es decir, desde la invención de los medios de comunicación de masas, junto con el desarrollo de las redes sociales y la tecnología de la información y la comunicación, su crecimiento ha sido asombroso. Por lo tanto, gracias a ello se han podido romper los obstáculos del espacio y el tiempo, además, se pueden difundir mensajes a una gran audiencia, de manera constante y reiterativa, ya que, gracias al Internet se puede tener acceso cada vez que queramos, sin límites.

Lo anteriormente explicado da origen a la comunicación de masas, que consiste en editar y publicar contenido dirigido a un amplio, dilatado, heterogéneo y disperso de espectadores.

No obstante, solemos confundir comunicación e información. A ver, la información se caracteriza por ser una relación vertical entre el que emite el mensaje y el receptor destinatario que recibe los datos. Eso quiere decir, que no hay intercambio de opiniones, solo se es receptor de noticias, sin poder responder al que emite, en pocas palabras, no hay retroalimentación. Ejemplos de ellos son la televisión, la radio y la prensa, que más que medios de comunicación, su definición correcta sería medios de información.

Por su parte, la comunicación es un proceso mediante el cual tanto el emisor como el receptor, pueden intercambiar sus roles, es decir, es una relación de igualdad con la finalidad de alcanzar el entendimiento y así poder intercambiar información que beneficie a ambas partes. Un ejemplo serían las redes sociales, las salas de chat, las videollamadas, etc.

Pero más allá de esta pequeña aclaratoria, los medios, sean de comunicación o de información, son una nueva forma de relacionarnos, que han originado un cambio en la manera de concebir nuestra realidad, a veces satisfaciendo necesidades básicas, pero en otras, engordando nuestro ego. Pero eso es otro tema. En algo si es cierto en esta nueva manera de entendernos, han convertido que la información sea presentada como un espectáculo, para poder así llamar la atención del público, provocando que, en muchas oportunidades, seamos simples espectadores de la avalancha de referencias sin realizar el más mínimo esfuerzo para interpretarla.

Esto nos lleva a la siguiente condición que tienen los mensajes, siempre deben ser recreativos, espectaculares, fuera de lo común y producir placer en el receptor. Siempre deben ser sensacionales y espléndidos, porque detrás de todo, está la publicidad, que utiliza esa forma de estructurar los mensajes, para poder colocar sus productos, necesarios algunos, innecesarios otros.

Aquí caemos entonces en el modo vertical de transmisión de los medios de comunicación de masas, que se caracterizan por ser dominantes y manipuladores, que alienan en vez de formar, que manipulan en vez de ayudar a discernir, que atontan para generar una sola manera de concebir una realidad.

No hay que olvidar que los mass media son complejas organizaciones que tienen como único credo la ley de mercado, es decir, la oferta y la demanda es la que determinan los contenidos y la estructura de los mensajes. A sabiendas de la cobertura y el alcance que se tiene, los datos a transmitir se estandarizan y se apelan a los estereotipos, para homogeneizar su argumentación.

Para interpretar esa realidad hay que entender que la información que se difunde a través de los medios es de carácter pública, pero tomando en cuenta lo explicado en el párrafo anterior, se configuran los mensajes a un público heterogéneo, por lo tanto, se estructuran con los mismos códigos, se valen de las mismas normas, todo con la finalidad de generar los mismos valores. En pocas palabras, todos somos iguales en la gran diversidad.

A lo anterior, hay que indicar que detrás de los datos emitidos por los medios hay una gran cantidad de personas que reciben un constante bombardeo de mensajes, esto es gracias a la velocidad de difusión y la respuesta que dan las personas cuando les toca no entender, sino aceptar la verdad de los medios, sin derecho a pensar. Esto lamentablemente ha ocasionado que la comunicación sea uniformada para su interpretación. Eso sí, no hay derecho a pensar, no hay derecho a entender, sino aceptar esa verdad mediatizada.

Para comprender el punto anteriormente expuesto, debemos volver a resaltar lo que hablamos en párrafos anteriores, es decir, que los medios de comunicación de masas desarrollan una relación impersonal entre emisor y receptor, ya que son unilaterales, sin derecho a disentir, porque su esencia es restringir cualquier respuesta que profane su esencia.

Eso sucede porque al público receptor los convierten en una colectividad, en zombis que tienen el mismo interés, con comportamientos similares, con objetivos comunes y no se conocen entre sí.

Esa forma de estructurar los mensajes para masajear al público y convertirlos en aturdidos, atontados e irreflexivos, viene porque los medios están al servicio de las clases dominantes. Esos grupos, sean económicos o políticos, configuran los anuncios, los datos y las notas de tal forma para exaltar la espectacularidad de los hechos, sean anuncios para vender pañales o jabones, sean propagandas para exaltar las excepcionales dotes de un líder.

No importa orientar a las audiencias, porque lo que vale es que el mensaje llegue a como dé lugar. El público no tiene derecho a emitir sus propios mensajes, no tiene derecho a ser crítico, el propósito es que se queden sumergidos en la inconsciencia y en la ignorancia.

Después de dar tantas vueltas, trataremos de concluir esta pequeña disertación. A ver, si analizamos la sociedad, podemos darnos cuenta de que las respuestas que tienen ante los estímulos mediáticos son espontáneas, ya que han desarrollado una memoria muscular que reacciona ante el proceso de la comunicación. Además, la realidad, el contexto en el cual se encuentra el receptor, explica la manera cómo construye su lenguaje, sea verbal como corporal, ante un mensaje determinado.

La alienación que sufrimos como receptores de las diferentes comunicaciones, nos impiden ver más allá de las necesidades superfluas que generan un bombardeo constante y continuo de cómo debemos ver nuestra realidad. En pocas palabras, no pensamos, solo actuamos visceralmente.

No se puede negar que los medios de comunicación de masas son fundamentales para la estructura social en estos tiempos. Ya que, gracias a ellos, la sociedad ha podido alcanzar su nivel de desarrollo y de diversidad que tiene hoy en día, pero no todo es satisfactorio en su accionar, ya que los medios influyen a veces de manera avasallante en la estructura del discurso social, a veces de manera favorable, integrando comunidades hacia un bien común, como en otras estandarizando los sentimientos de una sociedad.

No podemos esconder bajo la alfombra la importancia y el auge de los medios de comunicación, en este momento histórico que vivimos, en el cual la globalización marca la pauta, ha ayudado a acortar las distancias geográficas en el mundo, estrechando vínculos entre muchos países, pero sin poder evitar la degradación de la sociedad, porque se han erosionado los principios y valores de las personas, al impedirles disfrutar de su libre albedrío. Ya no es la ley quien impone la justicia, son los medios y las redes sociales los que desempeñan ese papel de jueces de la verdad, son ellos quienes determinan nuestra forma de vestir y calzar, la manera de comer, el modo de interrelacionarnos. En pocas palabras, nos imponen qué es lo correcto y lo incorrecto, determinan cuáles hechos hay que difundir y cuál callar. Esto nos indica que los medios de comunicación de masas son los exclusivos portadores de la verdad, lo que ha provocado que asuman un papel hegemónico en el proceso de socialización.

Esto nos obliga a volver al principio de este artículo, en el cual señalábamos que los medios de comunicación social son una parte esencial en los procesos comunicativos de las comunidades, más en estos tiempos de universalización, eso quiere decir que la sociedad moderna, está total y completamente mediatizada.

El mundo moderno está programado por una diversidad de códigos, que estructuran nuestra forma de pensar, que no es individual sino colectiva, la cual se llama cultura de masas, en el cual los medios de comunicación han asumido el papel de impulsor del nuevo poder, que se esconden detrás de un monitor, de una aplicación, de un chat, castrando la aparición de nuevas ideas y formas, perdiéndose las características personales de cada ser, de cada individuo, naciendo así un alma colectiva, que nos hace sentir, pensar y actuar como alguien diferentes a nosotros mismos.