No es imposible que Alito y Rubén Moreira tengan razón. Por un lado, sostienen que si la alianza Va por México realmente busca ganar en 2024, y si López Obrador va a hacer todo lo posible para evitar que eso suceda, incluyendo rechazar el resultado electoral que le dé la victoria a la oposición, mantener una relación decente con las fuerzas armadas es casi un imperativo categórico. Por el otro, es cierto que después de la estupidez que cometieron Calderón, Peña Nieto y López Obrador de encargarle al Ejército la seguridad pública del país, y visto el fracaso de la Guardia Nacional para bastar en la realización de esa tarea, de repente retirar al ejército en 2024 de las calles, carreteras y plazas del país, puede parecer una imprudencia.
Por cierto, a todos aquellos que afirman sin prueba alguna que el gobernador Lázaro Cárdenas Batel le solicitó al presidente Felipe Calderón el envío del ejército a Michoacán en diciembre de 2006 o enero de 2007, les rogaría que presentaran una sola prueba documental de dicha solicitud. Yo la he buscado, incluyendo diversas pláticas con Lázaro y solicitudes de transparencia por funcionarios de Los Pinos, en Los Pinos, en esa época, y no he encontrado ninguna prueba al respecto.
Pero todo depende del costo. Si quedar bien el Ejército, o manifestar un cierto “sentido del Estado” -que, huelga decirlo, no ha sido precisamente la característica del PRI a lo largo de los últimos 70 años- es destruir la alianza Va por México, tanto para las elecciones en el Estado de México como para la Presidencia en 2024, no vale la pena. Yo estoy dispuesto a creer que Alito y Moreira han puesto en peligro la alianza -si no es que ya la han destruido- por los motivos de sustancia que ellos esgrimen. Pero no es lógico acabar con la única posibilidad de ganar en 2024 simplemente por esos motivos.
Para empezar, porque no viene al caso quedar bien con las Fuerzas Armadas en caso de una victoria que nunca va a suceder si no hay alianza. En segundo lugar, no tiene sentido buscar la victoria argumentando la tesis de desmilitarizar al país y la guerra contra el crimen organizado, si el propio PRI, en contubernio con López Obrador, buscan ahora prolongar dicha militarización hasta 2028, por no decir perpetuarla.
El PAN y el PRD hacen bien en cuestionar la viabilidad y la deseabilidad de la alianza con un PRI que no cumple con los compromisos anteriormente adquiridos, en particular sobre el tema de la llamada moratoria constitucional. La propuesta de la diputada Yolanda de la Torre, aunque se refiere sólo a un transitorio de la Constitución, evidentemente rompe con ese acuerdo y lo hace en un tema central para la alianza: no avalar la militarización de la seguridad y del país que ha llevado a cabo López Obrador.
Yo no sé cuál sea el efecto de la muerte de la reina Isabel II sobre la alianza Va por México. Obviamente se trata del acontecimiento más importante de la historia del siglo XXI, si no es que de la historia del mundo mundial a lo largo de los últimos seis o siete siglos. Si no, no se entendería por qué tantos medios internacionales y nacionales le prestan tanta atención a lo que finalmente no debe importarle a nadie más que a algunos ingleses nostálgicos de su monarquía. Pero, dicho eso, me parece que Alito y Rubén Moreira podrían aprovechar estos días de duelo por la muerte de su majestad para reflexionar sobre si realmente quieren romper la alianza sólo para quedar bien con “los verdes” o demostrar un supuesto “sentido del Estado” que no tiene el menor sentido.
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