Los precios de los alimentos ascendían desde la segunda mitad del 2020, principalmente por los efectos de la pandemia, pero en marzo de 2022 alcanzaron un nuevo récord impulsado por el conflicto en Europa del este, afectando las acciones globales y nacionales implementadas hacia el logro de la Agenda 2030.
El índice mensual de preciosde alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), permite monitorear el comportamiento de los precios a nivel global. Para el mes de marzo de 2022 reflejó un aumento del 33,6% respecto a marzo de 2021, siendo este, su mayor aumento en 14 años, situándose en un promedio de 159 puntos: el nivel más elevado desde su primera publicación en 1990.
El conflicto que está ocurriendo en Europa, es otro importante reto para la seguridad alimentaria y nutricional del mundo, ya que Rusia y Ucrania desempeñan un papel importante en las cadenas de suministro de alimentos e insumos agrícolas a nivel mundial.
Para comprender las dimensiones de esta situación es importante conocer que la Federación Rusa es el mayor exportador mundial de trigo, mientras que Ucrania es el quinto mayor exportador. En conjunto, proporcionan además el 19 % del suministro de cebada, el 14 % del trigo y el 4 % del maíz del mundo, y representan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. También aglutinan el 52 % del mercado mundial de exportación de aceite de girasol.
En cuanto a los insumos, el suministro mundial de fertilizantes está concentrado en Rusia como principal productor. Algunos países de América Latina y Caribe han manifestado su preocupación por la escasez de materias primas utilizadas para producir fertilizantes. Encontrar proveedores alternativos para asegurar las próximas cosechas, y hacer frente a la especulación que genera más volatilidad en los precios, son desafíos que hay que superar. Un menor acceso a los fertilizantes, motivado a sus altos precios, redundará en niveles de uso más bajos y en menor producción de alimentos.
Existe mucha incertidumbre con respecto a la intensidad y la duración del conflicto. El Director General de la FAO, QU Dongyu, explicó que “las probables perturbaciones de las actividades agrícolas de estos dos grandes exportadores de productos alimenticios básicos podrían agravar seriamente la inseguridad alimentaria en todo el mundo, en un momento en que los precios internacionales de los alimentos y los insumos ya son altos y volátiles”. Resulta preocupante que 50 países del mundo, en su mayoría de bajos ingresos, obtienen el 30 % o más de su suministro de trigo de Rusia y Ucrania.
En el contexto latinoamericano, el economista jefe de la FAO, Máximo Torero,advirtió que la escalada de precios ha llevado la inflación de los alimentos a niveles históricos, lo cual pudiera derivar en la reducción de la calidad y la cantidad de los alimentos en la dieta diaria.
Acciones ante la crisis
En términos de medidas concretas para hacer frente a esta situación tan volátil, podemos tomar en cuenta las siguientes acciones:
a. La primera, y el mejor escenario es negociar un fin al conflicto. En estos momentos hay también discusiones para facilitar un corredor naval para la comercialización de los productos que están todavía en Ucrania, entre ellos, 20.000 toneladas de cereales, lo que representa más de 20 veces la producción de maíz en Venezuela en un año.Se trata de las dos esperanzas que tenemos todos para mitigar o resolver parte del problema: poner fin a la guerra y facilitar el comercio internacional.
b. Hay países que han tomado medidas fiscales como los derechos de aduana, impuestos sobre la renta, reducir los impuestos al consumo.
c. Otros países han asumido medidas de gasto: congelación de precios, subsidios para la producción, transferencias monetarias o alimentarias.
d. Globalmente los países tienen que favorecer una producción nacional y diversificada y, si posible, aplicar practicas sostenibles como la agroecología.
e. Apuntar a la transformación de los sistemas alimentarios, favoreciendo sistemas más directos.Es decir, reducir el espacio y el tiempo entre el productor y el consumidor limitando los intermediarios nacionales o internacionales.
Como reflexión es importante recordar que más de la mitad de todas las tierras cultivadas sirven de forma directa a la ganadería, entonces, uno puede preguntarse por qué dedicar tantas hectáreas de maíz y otros cereales para alimentar animales (principalmente soja) bajo una lógica de producción intensiva, que solo beneficia a poca gente en el mundo. Pudiera ser más oportuno, que los seres humanos pudieran consumir directamente este maíz o soja, fuentes de energía y proteínas para una dieta saludable.
f. Hay dos principios en las Naciones Unidas para el alcance de la Agenda 2030 y los ODS: no dejar a nadie atrás y buscar soluciones basadas en la naturaleza. Debemos multiplicar e internalizar estos principios como medidas fundamentales para transformar nuestra relación con el mundo y el plantea.
Desafíos generadores de oportunidades
Venezuela desde hace varios años ha venido experimentando un aumento en los precios de los alimentos relacionado a distintos factores (políticos, económicos y meteorológicos), los cuales han afectado la producción agrícola nacional, el comercio internacional (particularmente las importaciones) y el desempeño de la industria de alimentos. A esto se suma la depreciación del salario que directamente ha influido en el acceso de los venezolanos a dietas saludables. Situación que se agudizó durante la pandemia por COVID-19.
Bajo un escenario de guerra en Europa del este, las previsiones de evolución son más estables para Venezuela que para los otros países de la región, ya que es el único país donde se prevé un crecimiento económico superior a 5%, gracias a la reactivación del sector petrolero en el país. Resultaría ideal que este crecimiento considere fortalecer el derecho a alimentación a través de programas específicos de apoyo a los sistemas alimentarios más resilientes, incluyentes, sostenibles y eficaces. Sin embargo, al ser un país con dependencia de importaciones en rubros determinados, tendrá que direccionar mayores recursos económicos para la compra de alimentos en los mercados internacionales.
Además, en los últimos años Venezuela ha venido fortaleciendo la resiliencia de sus sistemas agrícolas, generando nuevos modelos de producción y cambios en los patrones de consumo. Por ejemplo, incorporaron a la dieta harinas de tubérculos, plátano y leguminosas. Es cada vez más común encontrar en los hogares la preparación de platos tradicionales a base de estas harinas.
Además, el Estado, actores privados y organizaciones de productores implementan acciones conjuntas o por separado, orientadas a fortalecer la inversión en la producción local y la recuperación económica. El tema productivo está presente en la agenda política y además está identificado por los ciudadanos como parte del impulso a la transformación del modelo económico y por ende de los sistemas alimentarios.
Cualquier crisis es una oportunidad para reflexionar sobre los sistemas y en este caso, sobre los sistemas alimentarios nacionales, favorecer la inversión en la producción local sostenible (tal como lo expresan los principios de agroecología), incentivar dietas más saludables con más cantidad de proteínas de origen vegetal y hortalizas de producción local, en favor de productores venezolanos. La FAO recomienda a los países mejorar la coordinación entre las políticas de producción y comercio para lograr la protección de las personas y las familias en riesgo y, a su vez, fortalecer la resiliencia de los sistemas agroalimentarios.
La FAO seguirá su labor de proveer información sobre la situación de los mercados mundiales que puedan orientar la toma de decisiones de política pública basadas en la evidencia.