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Alimento, ¿qué será de ti?

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Alrededor de 258 millones de personas en 58 países se encuentran en situación de crisis e inseguridad alimentaria. Pero, por la otra parte, nos vamos acercando poco a poco a la posibilidad de que alimentos que hoy están en nuestra dieta desaparezcan, de un día para otro. Al respecto, un proyecto recrea la experiencia de comer bacalao del Atlántico, que pronto solo existirá en nuestra memoria.

Ante todo esto me viene la pregunta: ¿Qué comeremos en el futuro? En las galerías de ciencias en Londres y Dublín ya es normal encontrarse exhibiciones donde se muestran quesos creados con bacterias provenientes del ombligo, las axilas y los dedos de los pies; demostrando que tenemos ese vínculo de microorganismo que nos habitan y hacen posible buena parte de nuestros alimentos.  Y hay muchos proyectos similares que hoy día se están desarrollando: helados hechos con leche materna, cervezas fermentadas con fluidos vaginales y un whiskey que en su elaboración se emplea la orina de diabéticos. Parece inverosímil, pero es la realidad.

Pienso que todo esto es síntoma de esa enfermedad de vivir tan rápido, sin mirar hacia los lados, sin tener tiempo de ver el desgaste que está viviendo el planeta. Estamos corriendo con el afán del éxito: tenemos dos y tres trabajos, el gimnasio, las redes sociales, atrapados en ese ego del pronombre de la primera persona, es decir, “EL YO”; destrozando donde vivimos y donde vivirá nuestra descendencia. Aunque algunas personas piensan que el calentamiento global, las sequías, las inundaciones, la extinción de las especies, la superpoblación y la contaminación de los suelos son puras mentiras de aquellos que se llaman ecologistas.

Debido a este ritmo vertiginoso me pregunto nuevamente: ¿Qué se comerá en el 2100 o el 2200? Soy consciente de que es una pregunta ambiciosa, pues no tenemos claro qué se va a comer en el 2050. Ahora, ¿qué tratan de decirnos todos estos proyectos de ciencia? ¿Será que nos encaminamos a alimentarnos de otros seres vivientes? En el 2006 el artista italiano Marco Evaristti preparó unos polpette al grassi di Marco (albóndigas a la grasa de Marco), es decir, las elaboró con la grasa que le había sido extraída durante una liposucción.

Hay invitaciones donde se busca hacer comestibles la corteza de los árboles, cultivar hongos que se alimentan de plástico, hacer popular el consumo de insectos: saltamontes fritos, cigarras en crema de tomate, orugas la parrilla, jugo de larvas de abeja y mariposas a la vinagreta.

Llegará un momento en que todas estas invitaciones serán una realidad. Sin embargo, en 1858 Charles Darwin ya se había adelantado cuando nos dijo en su libro El origen de las especies que solo los que se adaptan a los cambios son los que sobreviven. Por ejemplo, tenemos el caso de los mayas y los vikingos de Groenlandia, que luego de agotar sus recursos naturales y no adaptarse a las condiciones desaparecieron. El problema está en que para el 2050 será necesario producir 75% más de alimentos que en la actualidad; parece un reto imposible, ya que hoy en día se está empleando 80% de la superficie agrícola útil.

El futuro en cuestiones alimenticias parece incierto. Y me dicen que posiblemente todos esos principios que aprendí de la cocina, según los cuales el olor, el sabor, el color y el aspecto son las claves básicas para servir un buen plato, también desaparecerán y vendrán las experiencias virtuales, donde nos meteremos de cabeza al metaverso, para recordar el gusto del chocolate hecho de cacao venezolano, recordar el sabor de la cachapa o unos buenos calamares en su tinta.

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