El Programa de Alimentos de la ONU ha ganado el Nobel de la paz en la edición de estos importantísimos galardones en este año. Esta distinción es de gran relevancia al visibilizar el problema del hambre y la dificultad de acceso a los alimentos que afecta a amplias y diversas poblaciones en distintas partes del mundo.
Así lo afirma la presidenta del organismo sueco, Berit Reiss-Andersen, al declarar en la presentación: «Con el premio de este año, el Comité Noruego del Nobel desea volver los ojos del mundo hacia los millones de personas que padecen o enfrentan la amenaza del hambre».
Este reconocimiento al Programa de Alimentos subraya también la importancia de iniciativas fundamentadas en valores convivenciales, y su impacto en los diferentes aspectos de la realidad social de las personas.
Como afirma la Academia sueca, el programa de la ONU también desempeña «un papel clave en la cooperación multilateral para hacer de la seguridad alimentaria un instrumento de paz» y es “una fuerza impulsora en los esfuerzos para prevenir el uso del hambre como arma de guerra y conflicto».
Desde el movimiento Mi Convive celebramos el reconocimiento de esta iniciativa, la cual nos inspira para continuar trabajando en proyectos como Alimenta la Solidaridad. Alimenta surge a partir de nuestro trabajo en la superación de la violencia dentro de las comunidades, y ayuda a desarrollar procesos de superación, empoderamiento y organización.
La distinción al Programa de Alimentos de la ONU se produce en un momento en el que el problema alimentario en nuestro país alcanza nuevos niveles de agravamiento. Según datos de Caritas Venezuela, entre febrero y julio ha aumentado en 73% la desnutrición aguda global (GAM) en niños y niñas menores de cinco años.
El informe denuncia cómo las medidas implementadas por el gobierno para frenar el contagio de COVID-19 han sido un factor determinante en el agravamiento de esta situación. La falta de transparencia y la desconfianza generalizada en el régimen, las restricciones de movilidad, la criminalización de los contagiados, la imposibilidad de grandes sectores de la población de cumplir con las medidas en un contexto de hiperinflación y colapso de servicios básicos, producen un cuadro de agudización del problema alimentario.
Esto expresa las consecuencias de las políticas dictatoriales y violadoras de los derechos humanos que instrumentalizan la emergencia desde el Estado victimario. La crisis alimentaria y ahora la pandemia son utilizadas por el régimen para imponer sistemas de control social y sometimiento que aprovechan de forma inhumana las necesidades más básicas de las personas.
El Nobel de la Paz al Programa Mundial de Alimentos de la ONU nos demuestra la necesidad de apoyar y visibilizar las iniciativas humanistas e inclusivas que contrarresten estas prácticas totalitarias y subyugantes. Solo a través de esta visión solidaria de abordaje de los problemas podremos transformar tragedias como la hambruna y la desnutrición en oportunidades de encuentro para el desarrollo y la paz.
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