La familia es un lugar de conflicto. Debería ser el colchón donde nos refugiamos cuando todo va mal afuera, pero no es así.
En las familias surgen muchos triángulos —no solo cuando un hombre casado tiene una amante y, en vez de dos, somos tres—. Cuando dos hermanos se unen contra un tercero, cuando la madre y la hija atacan el padre, cuando la abuela o la tía se unen al padre para criticar o juzgar a la esposa, etcétera.
Nacemos en relaciones de triángulos. El bebé viene al mundo y forma un triángulo con papá y mamá. Muchos padres se tornan muy celosos de sus hijos, porque le roban atención y tiempo de la esposa. Todo nacimiento crea conflictos. Esa es una de las razones por las que no deben tenerse hijos poco después de casarse. La pareja necesita tiempo para consolidarse y formar un “nosotros”, sin la intervención de padres y familiares, cosa que casi nunca se logra.
Para casarse y tener una relación sólida, necesitamos primero “divorciarnos” de nuestra familia. Un buen divorcio: nunca debemos abandonar a la familia, ni hacer un corte emocional. Si nos alejamos físicamente y cortamos la comunicación (corte emocional), no significa que resolveremos el problema, porque emocionalmente somos una unidad: si uno está mal, todos se afectan.
Alejarse físicamente, manteniendo el contacto, puede ser necesario cuando existe abuso, cuando el conflicto y la ansiedad es tan alta que afecta a la salud; pero el único camino verdadero es sanar las heridas con la familia, romper los triángulos, no hacer alianzas de un grupo contra otro.
Hay que hablar sobre los temas no resueltos, las emociones y sentimientos, sin “engancharse”. O lo que es lo mismo, manteniéndose objetivo, viendo el punto de vista de cada uno, sin tomar partido de un lado u otro. Es sano que usted diga lo que piensa, pero sin juzgar, ni criticar, ni comparar, y siempre desde la posición “yo”: “yo creo, yo pienso, a mí me parece”.
Si se fue a un bando, si formó una alianza, ya no puede ser objetivo, pierde credibilidad y crea más conflicto. Eso es chisme, ya no se está manejando el problema con deseos de resolverlo. Por ejemplo, si dos hermanos tienen una seria disputa y usted le da la razón a uno, sin oír al otro, ya se triangulizó. Y al que dejó fuera, le causó dolor. ¿Qué debe hacerse en un caso así?
-Oír a ambos sin opinar, hacer preguntas para entender lo que pasó. No emitir juicios hasta no tener clara la situación. Mantenga su cabeza fría.
-Es importante aclarar que no puede decir nada hasta que no oiga a la otra parte. Cuando tenga clara la situación, puede dar su opinión a ambos, decir en qué cree que falló cada cual. Y siempre aclarar que es así como usted lo ve, pero que puede estar equivocado.