Solos no podemos. Es urgente una alianza para evitar el trágico hundimiento de la educación que está mutilando a millones de niños y jóvenes venezolanos para el resto de su vida y despojando a Venezuela de lo que más necesita para renacer con fuerza. Fe y Alegría -con 68 años de éxitos- sufre esta dificultad y llama a una nueva Alianza por la Educación.
La Venezuela petrolera en medio siglo pasó de 1.000 estudiantes en 3 o 4 universidades a 1.000.000 en un centenar de universidades públicas y privadas. La educación, con sus limitaciones, fue una de las mejores siembras del petróleo que acorraló al analfabetismo y puso a valer la riqueza del talento humano. Pero ahora, escuelas, liceos y universidades están gravemente enfermas. La abundante renta petrolera se acabó, el producto interno bruto se redujo a la cuarta parte y el Estado está en ruina y con una inmensa deuda. Con el criminal salario de maestros y profesores (el menor de toda América Latina y por debajo del 10% de la cesta alimentaria familiar) el gobierno y las rutinas de nuestra sociedad están haciendo que los educadores abandonen la escuela y que los jóvenes no quieran ser educadores. Todavía hay miles de héroes que en este naufragio siguen nadando, pero las fuerzas se acaban y se hundirán si no nos aliamos para salvar la educación. La caída de la escuela ha arrastrado también los programas de alimentación escolar, absolutamente necesarios para varios millones de niños que no tienen otra alternativa. Sólo quedan vivas aquellas escuelas y universidades en las que los educandos, sus familias y la sociedad, asumen la educación como responsabilidad propia y no la abandonan en las manos exclusivas del “Estado docente”.
Ya la desfondada chequera del Estado petrolero no puede cargar con casi todo el presupuesto educativo, se requiere el despertar de la “sociedad educadora” que aporte de manera diferenciada al financiamiento y a la actualización de contenidos que respondan a las demandas de esta sociedad enferma y al nuevo reto productivo del país. Una audaz Alianza por la Educación que traiga una escuela renacida para que renazca el país. La educación solo se salvará si la sociedad toma conciencia de su responsabilidad educadora.
El escandaloso saqueo de los recursos públicos y el desfile de los ladrones que desde el poder roban miles de millones de dólares, indigna más, cuando vemos que se están llevando lo que les pertenece a los servidores públicos de la salud y de la educación: “No hay para pagar, pero sí hay para robar”. Es de esperar que en torno al Primero de Mayo haya aumento del vergonzoso salario mínimo, pero no basta; es toda la política económica la que necesita cambios urgentes para pasar de rentistas a productores, con el Estado reducido a la cuarta parte y la iniciativa empresarial privada y social creciendo de manera rápida y contagiosa. Ciertamente el gobierno tiene que cambiar para cumplir con las prioridades del Estado y este no puede seguir cargando con 90% del presupuesto educativo nacional, ni la condición y mentalidad de empleados públicos debe prevalecer en la escuela.
Para que la educación renazca tenemos que ir a la raíz y hacer realidad la “triada solidaria” de Familia, Estado y Sociedad que se anuncia en el preámbulo de la Constitución, pero se niega en la realidad. Triada que forma un trípode con los tres componentes, de manera que se apoyen y se exijan mutuamente para “hacer más con menos”, introduciendo en la escuela virtudes que la Venezuela rentista despreció pero que son absolutamente necesarias para la Venezuela productora: reforzar a tiempo y a destiempo la convicción de que la riqueza clave del país no está en la renta petrolera, sino en el talento de millones de venezolanos. Para que esto se aprenda en la escuela renovada, familias y educadores deben asumir más el mantenimiento escolar, pues hasta ahora “mantenimiento” es materia desconocida en la administración pública, en la mayoría de los centros educativos y en la vivencia escolar de niños y jóvenes. La escuela debe enseñar desde la práctica la eficiencia en la gestión. La producción y la productividad venezolana necesitan dar un salto arriba en todas las dimensiones de nuestra sociedad y de nuestras capacidades con la alegría de los éxitos logrados. Que los jóvenes se formen aprendiendo a resolver problemas con una educación que los equipa en oficios del siglo XXI, relacionados con el mundo de la telemática y sus diversas aplicaciones. Todo aprendido desde la primera escuela hasta carreras universitarias más cortas, que luego se prolongan en la “formación continua”, combinando estudio y trabajo a lo largo de la vida, hasta los niveles educativos más altos.
La virtud republicana más necesaria y que más debemos sembrar en las escuelas es la solidaridad, regando cada día esa semilla divina sembrada en el corazón de cada persona (“ama al prójimo como a ti mismo”), pero que muere si no se cultiva. La fraternidad no es una obligación que se impone, sino una fuente de agua que el sediento encuentra cuando la familia, la escuela y la sociedad están llenas de vidas que llevan de la mano hacia la fuente. La ética en sus diversos aspectos y normas necesita renacer desde esta inspiración fundamental.
Todo esto tan necesario requiere una nueva alianza por la educación para el reencuentro entre educación y producción, entre escuela, empresa y sociedad.