“Todos los caminos conducen a Roma”. Refrán milenario
Primer apunte: La transición es un proceso inevitable que ya empezó. En efecto, aún sin haberse realizado la elección presidencial, la inminente victoria de Edmundo González Urrutia (EGU) ha impuesto que se implementen términos, medidas y estrategias que conduzcan a concretar con éxito la consecuente entrega del poder. Es inevitable aun para el caso que quiera truncarse la ruta electoral. Se materializará de manera inexorable, bien por la deseable vía de su aceptación y negociación, bien como consecuencia lógica de la consumación de una patada a la mesa, que por su precaria base de sustentación haría inviable el continuismo.
En cualquier caso, debemos estar preparados para el día después en cada etapa del proceso, con un plan a seguir que nos lleve a hacer tangible el triunfo electoral y cobrarlo. El liderazgo politico, encabezado por María Corina y Edmundo, fortalecido por la victoria electoral, impondrá su legitimidad con el apoyo popular, como también su autenticidad por la vía del reconocimiento de la comunidad y la observación internacional.
El fenómeno del presidencialismo, como característica sociológica que va más allá de lo que se define por sus importantes facultades en nuestra carta magna, es un recurrente sesgo histórico que en este supuesto traerá mucha agua al molino de la oposición. Se basa en el poder de atracción del ganador o un seguro ganador. En esta fase ya se ha visto cómo sin contarse ha aumentado exponencialmente el apoyo a la fórmula ganadora de dirigentes populares y de importantes cuadros políticos de otras tendencias que la asumen como la única vía del cambio. Es la propia dinámica de la economía del voto que ayuda a viabilizar aun mas a la anhelada transición.
Segundo apunte: El proceso de transición continúa con una nueva fase tras la elección de EGU. El largo luto oficialista hace de esta segunda fase (que debería concluir con la entrega formal de la presidencia el 10/01/25) una difícil prueba para la continuación de la transición que también obliga a poner en funcionamiento sus propios términos, medidas y estrategias para saber cómo se debe actuar ante cualquier pretensión de no reconocer la derrota y no ceder el poder. De nuevo tiene que valerse la oposición del peso indiscutible de un apoyo popular legitimado con los resultados electorales. El reconocimiento de los mismos por la comunidad y la observación internacional generará una matriz difícil de cuestionar en ese ámbito.
En esta etapa del proceso, se debe tener claro que no se trata de llevar adelante una transición como si se tratara de una entrega de poder entre dos gobiernos democráticos. Además de las tentaciones, se debe entender que no la asumirán de manera fácil por su trauma y su temor a las consecuencias de su derrota. No habrá de parte de ellos un Capriles que con su renuncia a la vicepresidencia del congreso o una Sosa que con su visto bueno a la constituyente facilitaron el camino para que se produjera una transición que fue mas allá de lo concebible. En este caso, se trata de una transición de una dictadura a un gobierno democrático.
Es inconcebible pensar en que se pueda entregar el poder antes de la fecha fijada para la transmisión de mando. En el supuesto negado que Maduro renuncie, Delcy Eloína terminaría el mandato. No sabemos si es peor el remedio que la enfermedad.
Tercer apunte: Pero tal vez la parte mas difícil de materializar este proceso de transición es la del ejercicio real del poder, en este caso, del ejecutivo. Por un año mas, durante todo el 2025, estará en ejercicio el poder legislativo en manos del régimen, y esto supone escollos importantes. Uno de ellos, asomado por el Dr. Combellas en su artículo de esta semana cuando se preguntaba sobre las oportunidades que ofrece nuestra Ley Superior para armonizar lo mejor posible esta inédita relación entre Edmundo como presidente y María Corina como eventual vicepresidenta de ese gobierno. Al respecto, debemos precisar que una Asamblea Nacional en manos del madurismo hará todo lo posible para censurarla en el cargo. Siendo el último año del periodo de esa AN, no cabe la posibilidad de que el presidente pueda disolverla. Ni pensar en leyes habilitantes.
Sin embargo, es justo destacar que tiene el presidente importantes facultades en un supuesto como el anterior. Dirigir las relaciones exteriores de la República, conllevaría al entrante gobierno democrático a revisar nuestras relaciones con países antidemocráticos, con regímenes forajidos y extremistas. Cuba, Nicaragua, Irán y Rusia, estarían en el ojo del huracán. Dirigir como Comandante en Jefe a las FAN y promover ascensos, puede encaminarnos a la reinstitucionalización del sector castrense. Conceder indultos, resolvería en forma inmediata casos puntuales. Convocar referendos y promover reformas constitucionales como formas de sobrellevar y superar escollos tienen la dificultad de su tramitación por otros entes.
La de mayor importancia, por considerarla la mas necesaria y factible desde el mismo inicio de la presidencia, por el arrollador respaldo popular, es la de ejercer la facultad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Vale señalar que ninguno de los poderes constituidos podrá impedir sus decisiones. Esto resolvería de inmediato la apuesta a la ingobernabilidad en la que estaría montado el régimen durante el primer año de gobierno, pero también respondería a la inmensa necesidad de cambiar una constitución plagada de atajos y emboscadas. Necesitamos la refundación del país con los verdaderos valores democráticos. A eso llegaremos finalmente. Como dice el refrán milenario sobre los caminos a Roma: “omnes viae Romam ducunt”.
X: @vabolivar
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional