En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible, Hábitat III, realizada en Quito, Ecuador, en 2016; se asumió el compromiso por parte de 167 países de la urbanización sostenible y la implementación de una Nueva Agenda Urbana.
Los Estados, miembros de la Asamblea General, establecieron los objetivos de la Conferencia: “asegurar la renovación de un compromiso político para el desarrollo urbano sostenible, evaluar los logros, combatir la pobreza y diagnosticar y abordar desafíos nuevos y emergentes”.
Esto conlleva a pensar en un Desarrollo Orientado a la Movilidad Sustentable, que permita impulsar las políticas de accesibilidad universal, peatonalización, espacio público, ciclismo urbano, transporte público eficaz y un uso racional del vehículo motorizado.
El concepto del Desarrollo Orientado al Transporte se origina en Estados Unidos, bajo la teoría de Transit-Oriented Development (TOD), a finales de la década de 1980 y ha tenido un auge significativo en los últimos 15 años. La planificación urbana y la planificación del transporte fueron detonando áreas de aproximación hasta lograrse su convergencia en las prácticas de los Desarrollos Orientados al Transporte (DOT).
Este principio sostiene que el ser humano es el eje rector de la planeación, retoma conceptos del Nuevo Urbanismo y utiliza “design charrettes” como herramienta de participación ciudadana. En general, este concepto al día de hoy ha sufrido ciertos ajustes, colgándole el apelativo de sustentabilidad, para promover comunidades y ciudades compactas con alta densidad, diversidad de usuarios y actividades, alta conectividad peatonal y ciclista y, procurar la conectividad regional a través del transporte público para reducir la dependencia del automóvil.
El Desarrollo Orientado a la Movilidad Sustentable (DOMS) es un modelo urbano de planeación y diseño en torno a la movilidad sustentable de las personas. Impulsa la construcción de zonas urbanas compactas de alta densidad, mismas que permiten a las personas gozar de diversidad de usos, servicios y espacios públicos seguros y activos; favoreciendo la interacción social, además, de dar prioridad al transporte público sobre el uso irracional del vehículo automotor.
Se considera como una estrategia integral para la movilidad local y regional, ya que satisface la mayor parte de las necesidades de sus habitantes. A nivel local, beneficia a peatones y ciclistas, y los conecta con el resto de la urbe mediante un transporte público de calidad, reduciendo la dependencia al automóvil. Es decir, construir ciudades humanas: ciudades seguras, competitivas y con alta calidad de vida.
La Movilidad Sustentable es un modelo que propone el bajo consumo de carbono dentro del espacio urbano, para crear una movilidad más saludable, que eleve la calidad de vida y el bienestar colectivo. Además, propicia la creación de espacios públicos que favorecen la convivencia ciudadana. La movilidad sustentable, es aquella capaz de satisfacer las necesidades de la sociedad para moverse libremente, acceder, comunicar, comercializar o establecer relaciones; sin sacrificar valores humanos, ecológicos, básicos, actuales o del futuro.
Esto implica invertir la prioridad de las políticas de movilidad, en la planeación y el diseño de la ciudad: 1. Accesibilidad universal, espacio público y uso peatonal prioritario. 2. Ciclismo urbano y otros medios de transporte no motorizado. 3. Transporte público de calidad. 4. Racionalización del transporte de carga. 5. Racionalización y reducción del uso del automóvil privado. A ello se le suman estrategias para el diseño de espacios públicos seguros y activos, usos de suelo mixtos, plantas bajas activas, gestión de estacionamientos, y participación y seguridad comunitaria.
Y nos lleva a revisar la visión desde la perspectiva de género, que indica según la experiencia narrada por Andrea Esparza Aguiar, de la SEDATU (México), lo siguiente, a manera reflexiva: “El diseño universal del espacio público, incorporando la visión de grupos vulnerables, es indispensable. Y no hablo solamente de personas mayores o en sillas de ruedas, si usted ha tenido algún accidente que limite su movilidad lo comprenderá́. Me permito compartir que, a pesar de considerarme una persona sensible a este tema, recientemente caminé diez minutos por las aceras en tacones y fue mi sorpresa enfrentarme a rampas de vehículos pronunciadas, adoquines desgastados o faltantes, banquetas rotas, raíces levantadas, poco tiempo para cruzar las calles (y no hablemos de la sensación de inseguridad, únicamente por ser mujer); por lo que se tiene que reconocer que las mujeres tenemos condiciones de vulnerabilidad al ejercer nuestro derecho a la movilidad y que las ciudades tienen que ser intervenidas con una perspectiva de género…”.
En contraposición, de la revisión bibliográfica, la visión del conductor es bastante diferente, pero también válida y necesaria de analizar. Se dice que pisar el acelerador y sentir como el vehículo se revoluciona generando ruido en el motor, es una sensación que a muchas personas les gusta sentir. La velocidad, la adrenalina y el estrés que hay en el día a día, han sido elementos que nos han impulsado a los seres humanos a realizar ciertas actividades. Cuando estas tres características se unen en un vehículo, se desencadenan sensaciones que sin darnos cuenta nos producen placer y adicción. Tal es el caso del acelerador y las razones para meter a fondo la “chola”: sensación de poder, sensación de libertad, sensación de control y liberación de stress. Una actitud agresiva al volante puede ser fruto de una personalidad competitiva o ansiosa. El autocontrol al volante y la comprensión de otros conductores puede ayudarnos a mejorar nuestra seguridad y la del resto.
Nos lleva a pensar la necesidad de hacer realidad el binomio perfecto entre planificación urbana y movilidad; por un lado, la primera de ellas, indica que ayuda a identificar áreas de ocupación y expansión urbana planificadas y reguladas a través de instrumentos que permitan gestionar el desarrollo de la ciudad, articulando espacios geográficos de diferentes niveles de consolidación y dispersión. La segunda, impulsa mecanismos que incorporan en la planificación, una gestión sostenible de las dinámicas y funcionalidades de la ciudad, a fin de que ésta se vincule a sistemas de transporte eficientes, rentables, con emisiones reducidas, alternativas y articuladas a las prioridades de la ciudad.
Reflexión para quienes trabajamos en esto: conformarse no, pero iniciar sí, para finalmente alcanzarlo. ¿Cómo alcanzarlo?, una de las maneras de abordarlo es generando planes integrales de movilidad urbana, más conocidos como PIMUS, para que este asunto tenga una hoja de ruta y no se haga por ensayo y error. Deben ser planes a la medida de cada ciudad.
Los PIMUS son instrumentos moldeables que busca integrar la planeación de la movilidad en los planes de desarrollo urbano y desarrollo económico a nivel municipal, para que pueda dotarse a la ciudad de espacios públicos de calidad y se agilicen los traslados de las personas a través de diferentes modos de transporte conectados entre sí, siempre con estándares óptimos de calidad y confortabilidad. Con el desarrollo e implementación de los PIMUS se logran impactos sociales y urbanos para procurar ciudades prósperas y eficientes como cohesión social, activación de la economía, en los que se hace eficiente el tiempo de las personas, lo que en consecuencia eleva la competitividad y la productividad.
Espero haberles contribuido, ¡hasta la próxima entrega!
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