Venezuela ha cambiado. Me estoy refiriendo a un cambio histórico al que se le ha dado escasa importancia: los gritones, expertos manipuladores del improperio y de la descalificación ya no tienen audiencia. Las maratónicas peroratas que tanto apasionaron a las multitudes venezolanas al inicio de este siglo paulatinamente fueron perdiendo audiencia, a medida que la realidad demostraba sin ambages que la camarilla que se habia atornillado en el poder no estaba ocupándose de resolver los problemas fundamentales del país. Mientras duraron los recursos y las estructuras heredadas de los gobiernos democráticos, lograron aparentar que estaban haciendo algo para el país. En estos momentos nuestra tierra está asolada. No ha sufrido un inclemente bombardeo como Ucrania, pero su infraestructura y su capacidad productiva está muy por debajo del país del este europeo cuyo sistema eléctrico funciona mucho mejor que el nuestro, al igual que su economía.
Evidentemente, la lengua insidiosa que se ha impuesto desde las altas esferas del poder ha colocado en un estado de depresión a la comunidad venezolana, pero los labios de los corruptos, por su necedad, están ocasionando la ruina de ellos mismos.
Hoy en día, la audiencia colectiva está pendiente de otro tipo de discurso. Es el discurso de una persona apasionada por la verdad, la eficiencia y la efectividad. La forma tranquila, diáfana y precisa con que se expresa ha cautivado al pueblo venezolano; me cuento entre ellos. María Corina Machado expresa en sus intervenciones una carga de espiritualidad capaz de calmar los ánimos de los envalentonados por los improperios y las amenazas.
Su boca expresa sabiduría y sus labios saben comunicar lo que es conveniente. A la vez, se manifiesta radical y sincera con un finísimo toque de amabilidad.
Parece que estuviera susurrando al oído de cada uno de nosotros con el amor propio de una madre que, tempranamente despierta a sus hijos para ir a la escuela. Quien sabe si hace acopio de la herencia de las ancestrales madres venezolanas que arrullaban a sus hijos con la tierna melodía que luego sirvió de inspiración para el Himno Nacional.
Con esa misma cadencia, tranquila pero cargada de energía, ha inspirado y orientado a millones de venezolanos en una gesta épica que, luego de haber llevado a cabo la proeza de derrotar en las elecciones del 28 de julio de 2024 a los dueños omnímodos del poder, culminará, Dios mediante, con la asunción de Edmundo Gonzáles Urrutia del cargo de presidente constitucional de Venezuela y de María Corina Machado como vicepresidenta.
A partir de ese momento todos los personeros públicos en Venezuela adoptarán otro lenguaje. Tendremos la seguridad de que ningún ciudadano será agredido en su honor, su libertad, su incolumidad y sus bienes. Al que no hubiere entendido que la tónica del discurso habrá cambiado, las leyes aplicadas por jueces honestos lo pondrán en su lugar.
Yo le doy gracias a Dios por la forma como ha inspirado a María Corina Machado a realizar una obra tan poderosa y extraordinaria con dulzura y determinación, porque la pureza de sus actuaciones, su espíritu pacífico, amable, condescendiente, lleno de misericordia y productor de buenos frutos, sin vacilación ni hipocresía, manifiestan que ha recibido sabiduría de lo alto.
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