OPINIÓN

¿Alguien tiene un Plan B? ¿Uno C?

por Arturo Delgado Vizcarra Arturo Delgado Vizcarra

Parecería que el Perú se ha visto hundido y confundido en el síndrome de la ventana rota; pasaron miles de dólares por el baño de Palacio de Gobierno, ministros fugados, familiares en investigación, reuniones clandestinas y el Congreso sigue esquilmando las supuestas balas de plata, sigue confundido entre niños, comunistas, conservadores (en el sentido de querer conservar la cuota de poder) e inexpertos que aún les cuesta leer la Constitución.

Si hay algo que se ha ganado en estos tiempos es que la discusión por el cambio constitucional ha quedado en un segundo y, quizás, tercer plano, el primero está reservado en la discusión entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo para mantenerse en el poder. Las trincheras están cavadas, uno acusa al otro de obstrucción, racismo, ilegalidad, corrupción, copamiento entre muchísimos otros temas que, inicialmente relevantes van diluyendo su fuerza cuando se observa que la mayor de las consecuencias es el griterío de las partes.

Ninguna de las dos partes ha tomado acciones realmente potentes que impliquen un cambio en el curso de las cosas.

El empresariado, por otro lado, anda en lo mismo, ¿hubo alguna conclusión relevante que haya movido el ámbito nacional a propósito de la CADE?

¿En qué andan las cámaras departamentales de comercio? ¿Será que piensan que las marchas son la única solución?

Toca entonces ubicarse en la realidad y, aceptando que el mejor de los casos involucra la salida del conjunto dinámico del gobierno y la convocatoria a elecciones generales, toca pensar en planes B o C, asumiendo que el conjunto de quejosos inútiles que ocupan los principales poderes del estado peruano se quedarán por lo menos hasta el 2026.

Toca priorizar algunas acciones, pero cuidado, no encargarlas a alguien o esperar que alguna organización estatal o internacional se ocupe, si nos quedamos en la actual apatía todos los fantasmas anunciados en junio de 2021 se convertirán en reales, toca actuar, toca que el empresariado actúe si quieren seguir haciendo negocios en el Perú.

El primer cuidado va para la prensa independiente, cuidar la libertad de prensa, fortalecer los medios de comunicación. La solución para ello es sencilla: anunciar, comprar publicidad en todos, repito, todos, los medios de comunicación que en estos últimos cuatro o cinco años hayan exhibido denuncias e investigaciones sustentadas y bien elaboradas.

La segunda de las cautelas, va para los funcionarios públicos que intervienen en las decisiones en las distintas inversiones que realizan las entidades públicas, es sabido que el Poder Ejecutivo se ha visto poblado por advenedizos hambrientos de monedas, que las ilegalidades se esparcen en casi todo proceso de inversión público, si ello es así, toca actuar, denunciar, acusar, demostrar, pedir nulidades o toda acción legal que indique que la población no sólo está vigilante, sino que también actúa. Entiendo que la mayoría de empresarios tiene temor de ser señalado de problemático o conflictivo, de ser vetado en las pocas oportunidades que existen hoy, quizás ese sea el precio que hay que pagar para evitar que la corrupción y la baja calidad se perennicen en el estado.

La tercera mirada, va también sobre el estado, en este caso tanto en el Congreso como en el Poder Ejecutivo. La idea es vigilar y, sobre todo, actuar contra toda aquella regulación que afecte el mercado, que rebaje nuestra competitividad (ya bastante mermada con los políticos que nos gobiernan).

Evitar que se destruya el estado peruano, que sea viable después de 2026 dependerá de cada empresa que renuncie al oportunismo mercantilista y piense en el futuro.

Artículo publicado por el diario El Reporte de Perú