OPINIÓN

Algo tiene que pasar

por Luis Manuel Marcano Luis Manuel Marcano

El país está des institucionalizado. Tomar el camino para estructurar nuevas instituciones públicas, hacen que todo venezolano que ame la libertad asuma una militancia  en favor del cambio democrático. Este es un momento como no hemos tenido. Asumir una posición neutra que se esconda detrás de lemas como “lo mío es la academia” “soy institucionalista” no es más que una vil mentira que esconde un apoyo significativo al actual régimen. Si no hay instituciones, como se puede ser “institucionalista”.  Esto va con los funcionarios públicos que hoy pretenden cuidar sus cargos mientras perdemos a un país.

La realidad que se ve en las calles es que la gente ha escogido ser libre. María Corina Machado no representa a una militancia partidista ni a un sector de la sociedad, es la encarnación de una esperanza que explota frente a un hastío absoluto de seguir viviendo en la actual situación social. La gente simplemente dijo ¡basta ¡. Toda la sociedad desde sus propios discursos ha decidido seguir la opción señalada por María Corina Machado: el embajador de carrera Edmundo González Urrutia, que representa la ecuanimidad, serenidad, decencia, ponderación y honestidad que ha desaparecido de la vida pública.

Las instituciones tienen que renacer al grito de un “nunca más”.  El mérito profesional debe dejar a un lado la tendencia grosera de usar los espacios de servicio público para llenarlos de militantes de un partido político. Desde luego que el compromiso de lucha por la democracia deberá reconocerse, pero desde los espacios profesionales a los que el luchador pueda acceder por méritos profesionales. Debe regresar el protocolo y dejar a un lado la vulgaridad y la chabacanería a la que nos han acostumbrado desde que Hugo Chávez quiso abrazar a la Reina de Inglaterra.

Los venezolanos no quieren a una Asamblea Legítima y a otra no, o a un TSJ legítimo y a otro no o, a un gobierno en el exilio y otro usurpador. No. Eso no resuelve las grandes necesidades de la gente. Eso no levanta a un país que está desmontado con venezolanos comiendo de la basura, millones cruzando una selva inhóspita para buscar refugio, los hospitales en el suelo, las universidades en proceso de desintegración, además de una grave ausencia de los servicios de primera necesidad social. La solución no es salir corriendo del país que nos vio nacer porque no contamos con recursos y ser maltratados por xenófobos y otras perversiones sociales del racismo. La solución está en las urnas, en unas elecciones que debemos cuidar, que no nos la dieron los maduristas, que está en la constitución y que nos permitirá en paz, salir de esta tragedia en la que se ha convertido vivir en Venezuela.

Existen muchos rumores sobre la posibilidad de que el régimen, en uso del Derecho represivo que ejerce por órgano del Tribunal Supremo que funciona en Venezuela, impida que haya elecciones o suprima la tarjeta de la libertad. Cuando se cierran los espacios democráticos, se abren los caminos de la rebelón. Pero el pueblo venezolano no quiere salir a las calles para que sus hijos sean asesinados en las autopistas y la comunidad internacional y los llamados “países amigos”, impongan sanciones que luego negocian con el régimen. Eso es como escupir sobre la sangre de los que ya han muerto en manos de la dictadura y los miles de presos políticos. Sin embargo, la gente a pesar de tantas amenazas de fraude no pierde las esperanzas y dentro de sus íntimas y angustiosas reflexiones con Dios, dicen “algo tiene que pasar”.

Pasará que la abrumadora necesidad de cambio se transformará en votos. Que la sabiduría de nuestros líderes logrará una salida negociada y en paz con los factores de poder real sin que sean transgredidos derechos individuales de reparación y sin que la justicia se esconda detrás de los intereses. Será una negociación muy difícil, pero, para ello, Dios ha permitido que un gran negociador, honesto y responsable esté Junto a María Corina al frente de esta gesta histórica. Pasará que la dictadura caerá y se iniciará la refundación de un país que dejó de existir, que verá que, de los cielos del mundo, regresen los hijos y nietos, las familias vuelvan a estar reunidas. Pasará que, a pesar de todo el mal que han causado, Dios iluminará los corazones de algunos sectores que al final de esta amarga tragedia, escogerán estar del lado correcto de la historia.