¿Cuándo fue la última vez que usted recordó que tiene rodilla? A esa parte de la pierna que forman la articulación que une el fémur y la tibia con las otras partes blandas que la rodean solo la recordamos cuando nos duele. Cuando eso sucede llegó el momento de terapia, medicamentos y en ocasiones hasta de una intervención quirúrgica.
La carga de mensajes violentos en nuestras redes sociales, videojuegos, en el Internet oscuro o hasta en los medios tradicionales, es una bomba de tiempo de la que solo sabremos cuando estalle. Desde hace décadas los investigadores sociales han venido alertando sobre los riesgos, que en la formación de hábitos, costumbres y valores de la juventud están causando contenidos que ya no son regulables por la mayoría de los Estados -muy especialmente cuando son generados por emisores en la red de redes-. Son niños rodilla esos que no gritan, que no se hacen sentir, pero que se forman cargados de violencia
Los medios y las redes sociales establecen su red de dominación a través de contenido plenos de sexo, de violencia o de control político. Este tipo de contenido generan muchos más impulsos de consumo, y son tiros al piso que cautivan a las masas. Los emisores de contenido acuden a ellos cada vez que necesitan acumular rating, visionado o cualquier otro término que indique el favoritismo de la audiencia. La violencia es un ingrediente habitual y exitoso cuando se trata de vender contenidos audiovisuales.
Jesús Martín Ramirez (2007), catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, analiza en su libro Televisión y violencia el modelamiento e imitación de conductas violentas inducidas por el contenido de los medios audiovisuales. Ramírez desarrolla la tesis de la desensibilización emocional y los efectos desinhibidores que acaban considerando la violencia como algo cotidiano, normal y tolerable por la sociedad, donde el sujeto se siente con derecho a responder de modo amenazante y agresivo para resolver situaciones problemáticas. El autor también sostiene la tesis del aprendizaje observacional ya que “quienes observan escenas violentas suelen aprender nuevos modos de comportarse violentamente, hasta entonces desconocidos por ellos”.
La educación mediática es una mesa de cuatro patas: el Estado, los medios y difusores, la escuela y finalmente la familia. La respuesta de la mayoría ha sido el silencio, la negación o hasta la parálisis por análisis de un problema que es obvio.
Desde la acera de los investigadores y la escuela mucha literatura sin acción; escasas propuestas de diseño de políticas públicas o de propuestas concretas para el desarrollo de la educación mediática en el aula de clase. Una iniciativa que deben abordar con prioridad las instituciones educativas aun cuando no sea requerido obligatoriamente en la pensa de los subsistemas educativos. Recibir alfabetización o formación mediática es tan relevante – o quizás más- que muchas de las materias que son actualmente obligatorias en el desarrollo escolar.
Desde los Estados en la región la respuesta ha sido casi nula; un problema que se encuentra por debajo de la mayoría de otros que suman votos en las urnas electorales. Las respuestas legislativas se han centrado en la regulación de los medios radioeléctricos descuidando a los emisores no regulados, pero que tienen mucha más audiencia que aquellos medios que dependen de una concesión gubernamental.
Con relación a los medios y difusores hemos empezado a ver algunas acciones concretas como las de la Fundación Atresmedia en España o el de la RAI de Italia. Ambos han desarrollado programas de formación para padres, maestros y jóvenes en edad escolar. Un ejemplo que deberían imitar los demás importantes radiodifusores del continente latinoamericano.
La familia queda entonces sola frente a un problema que no sabe manejar. En nuestro país proyectos fundacionales como el de la Fundación Petipuá, apoyan a través de sus voluntarios en charlas y programas de formación enfocados en padres, maestros y jóvenes. El Instituto Nacional de las Comunicaciones -Ininco- es otro de esos ejemplos exitosos en apoyo a la educación mediática. Sin embargo, son proyectos insuficientes frente al tamaño del reto que se nos presenta.
Está empezando a doler la rodilla mediática. Es tiempo de terapia basada en educación mediática antes de que sea muy tarde.