Málaga despierta entre las nubes grises del hastío. Son como sonámbulas manifestaciones de un amanecer con mayores pretensiones de levitar sobre los collados húmedos. Es un poco la colina blanca, la montaña negra y el mar azul en la comarca de Axarquia, comunidad autónoma de Andalucía. Es un sábado de adoquines taco terana en el fondo de nuestra nueva casa. El olor a café llega hasta la sala mientras nos preparamos para ir hasta el Mercado Central de Atarazanas. Iremos por unos frescos boquerones que prepararemos con salsa de trufas negras. Luego unos borrachuelos dulces para disfrutar una buena conversación que versará sobre la actualidad global.
Como cada fin de semana coloco entre mis prioridades intelectuales leer los artículos publicados por Alexander Cambero en la prensa sudamericana. Eso ocurre desde hace unos cuatro años, cuando un colega guatemalteco me lo recomendó expresamente. Pensábamos que era un escritor nacido en Chile o Uruguay hasta que descubrimos su nacionalidad venezolana. El libérrimo autor deja entrever su indeclinable amor tricolor al expresar sus ideas indefectiblemente unidas al futuro nacional. Un verdadero privilegio para esta tierra el poder tener como hijo a semejante portento. Son de esos seres que terminan por transformarse en una referencia obligada. Y en la medida que su prestigio despunta, se convierten en un ciudadano ejemplar del planeta.
Alexander Cambero sujeta las palabras con diáfana erudición. Actúa como un mago que coloca los vocablos en perfecta armonía. En clase hemos analizado la forma en qué hace de cada párrafo un perfecto trazo en donde nada desentona. No es simplemente el tema escogido. Es la fuerza expresiva que crece en la medida que avanza sobre los bien construidos argumentos. Hace del idioma fértil encuentro de sensaciones. Causa asombro cuando describe con una destreza que deja atónitos a sus lectores. Cada oración es un néctar cautivador que nos sumerge en una prosa densa con ribetes de magnificencia. Un castellano bendecido con la lírica de una expresión donde abunda una tórrida manera de manifestarse. Es un escritor prolijo que se alza sobre la medianía. Sus textos destacan por la buena construcción gramatical. Todo encaja de una manera que parece simple. Al leerlo podemos interpretar que es un lector profundo que logró hacerse de un singular estilo que no se parece a ninguno.
La escritura es un compromiso con la vida. Este venezolano de grandes virtudes y acciones loables viene haciéndolo de manera eficaz. Para quienes legamos a la América nuestra lengua es sumamente satisfactorio cuando desde esos confines ella regresa robustecida.
Encontrarnos para reconocernos como parte de una aldea global, vibrante y antiespasmódica es algo que nos indica que no todo está perdido. La palabra rompe cadenas de opresión. Es el aliento en la oscuridad. Su luz renace cuando personas como Alexander Cambero la usan con maestría. Qué orgullo para los venezolanos poder contar con su talento, con la osadía de ser un autor con una armonía castellana distinta.
Begoña Martín López es profesora en la Universidad de Málaga.
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