Alex Saab, extraditado a Estados Unidos, detenido y mostrado en todo el mundo con su traje naranja. Esa imagen que copó las redes sociales y fue tendencia mundial, fue celebrada con vítores por no pocos venezolanos deseosos de que se haga justicia frente a un todopoderoso que vivía con lujos exhuberantes, mientras que el ciudadano común de Venezuela está cada día más empobrecido. Muchos destilan odio por los poros y exteriorizan rabia frente a un individuo que representa el símbolo de la corrupción en Venezuela. “Así lo quería ver”, “Ojalá se pudra en la cárcel” son expresiones que frecuentemente se leen en las redes sociales. Un ejemplo que el dinero mal habido no puede comprar la evasión de la justicia en un país como Estados Unidos, no exento de problemas, donde se trata de impartir justicia. Pero hay que estar claros, la presunción de inocencia existe, y debe respetarse. Y aún cuando le queda a la Fiscalía probar en forma indubitable la culpabilidad de quien imputan; no deja de ser satisfactorio de que por lo menos habrá un proceso que deberá clarificar todo lo que dice la acusación.
Ahora bien, hagamos un poquito de memoria y mirémonos hacia nuestro propio interior y reflexionemos. ¿Por qué está detenido Alex Saab? Alex Saab está detenido y está siendo procesado por supuestos delitos derivados de un supuesto esquema fraudulento llevado a cabo durante la vigencia en Venezuela del control de cambios, en la que su organismo rector, la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), creado desde el inicio del mandato de Hugo Chávez, era el que autorizaba la venta de divisas. Nada relacionado con las bolsas CLAP, ni con el oro de sangre, ni con las ventas de petróleo en alta mar, ni con las FARC, de lo cual se especuló tanto en los medios. Nada de eso, por ahora solo delitos derivados del régimen de Cadivi.
Cómo podrán recordar, de acuerdo con ese régimen, existían varios tipos de cambio mediante el cual los venezolanos, cumplidos ciertos requisitos, podíamos adquirir dólares a un precio sustancialmente inferior al precio que se transaba en el mercado libre. Es así como había dólares baratos para viajeros, líneas aéreas, para la importación de medicinas, alimentos y otros tantos rubros determinados por el Ejecutivo nacional. Ese régimen de cambio diferencial fue por una parte muy provechoso para contener la presión inflacionaria sobre los productos de primera necesidad y por la otra para darle una sensación de prosperidad al venezolano. Pero en el fondo fue un sistema perverso utilizado muchísimas veces para el fraude y la trampa a todo nivel. ¿Qué más atractivo para un simple mortal que el tener una tarjeta de crédito, comprar un boleto aéreo, viajar a Curazao o Aruba, raspar la tarjeta de crédito, hacerse de unos dólares casi regalados, devolverse a Venezuela y cambiar los dólares en el llamado mercado paralelo a un precio que le dejaba jugosas ganancias? Lo que llaman un tiro al piso. Eso ocurrió aquí y lo hicieron aquí miles de venezolanos.
Otra modalidad reñida con la ética fueron los que viviendo en el exterior y teniendo el “derecho” a usar su cupo de Cadivi, cambiaban dólares en el mercado libre para adquirirlos a un precio más bajo. Ni hablar de los estudiantes en el exterior que defraudaron al país inscribiéndose en universidades costosísimas en donde el Estado después de pagarle la matrícula al estudiante, muchos de estos se retiraban y el monto pagado por el Estado, no le era devuelto a este sino que engrosaban los bolsillos de unos “vivos” “estudiantes”. Estos, que seguramente andan felices por la extradición de Alex Saab, no han interiorizado que ellos también coadyudaron al desangramiento del país.
Podríamos aquí narrar múltiples formas de cómo muchos venezolanos comunes y corrientes se aprovecharon de la existencia de ese mecanismo para hacerse de un dinero extra fácil y sin ningún riesgo de perder.
Por otra parte, existieron miles de empresas que se dedicaban a armar estructuras empresariales destinadas a burlar el régimen de cambio diferencial, en el cual estaba penalizado la compra-venta de divisas en el mercado paralelo. Empresas importadoras de bienes que en forma fraudulenta convirtieron su objeto social en un negocio estrictamente financiero. La compra-venta de dólares en el mercado paralelo era un delito penado con cárcel. Para colmo de males la autoridad encargada de perseguir esos delitos, en lugar de procesar y encarcelar a quienes cometían los delitos cambiarios, utilizaba su poder no para perseguir a los delincuentes, sino para extorsionar a los infractores y enriquecerse ilícitamente. De manera tal que nos encontrábamos en medio de un festín impune de todo para todos. Una verdadera bacanal romana en donde cientos de miles de venezolanos de una manera u otra se las arreglaban para hacerle trampa al sistema y obtener de ello beneficios económicos.
Por eso cuando le di lectura a la acusación en contra de Alex Saab no pude evitar recordar esa etapa reciente de la vida del país en la que vivíamos en una borrachera colectiva pendientes de cómo hacer para no perder el “cupo” de Cadivi. Un sistema probadamente fracasado desde el gobierno de Jaime Lusinchi por allá en la década de 1980, en el cual también era delito comprar dólares en el mercado paralelo y cuyo fracaso se reflejó en que hubo un solo preso por el delito cambiario, a quien popularmente se le denominó “el chino de Recadi”. Y como Dios no le dio cacho a burro, el gobierno de Hugo Chávez volvió a implementar el sistema y volvió a fracasar; con la diferencia de que esta vez el barril de petróleo estaba en 120 dólares.
De la violación de esa ley hay un solo detenido y ese es Alex Saab. Junto con él podrían estar cientos de miles de venezolanos que en mayor o menor grado defraudaron al país con el control cambiario y utilizaron el sistema financiero norteamericano para lavar el producto de ese fraude a Venezuela. No hay delito pequeño. Por muy diminuto que sea, delito es delito y “al que le caiga le chupa”. Dice la biblia que el que esté libre de pecados que tire la primera piedra. No se sienta ofendido, estimado lector, por esta expresión. No pretendo compararlo con Saab, pero a la hora de juzgar, mírese en el espejo y sea honesto con usted mismo y con Venezuela.
Si hay alguna lección que debemos sacar de todo este drama, incluso del descalabro de la industria petrolera, es que estamos aprendiendo a ganarnos el pan con el sudor de nuestras frentes. Como siempre ha debido ser.
@JotaContrerasYa