“La diplomacia no es un fin en sí misma; es un medio para lograr objetivos políticos y de seguridad nacionales”.
Henry Kissinger
El caso de Alex Saab, empresario colombiano al que acusan de ser el testaferro de Nicolás Maduro, ha generado un intenso debate político y en torno a la lucha contra la corrupción por parte de la administración de Joe Biden, sobre todo desde su liberación ayer como resultado de un canje por varios estadounidenses que tenían como rehenes en las cárceles del país y un grupo de presos políticos venezolanos.
Sancionado y acusado de múltiples cargos criminales, Saab fue arrestado y extraditado desde Cabo Verde tras una extensa investigación liderada por el Tesoro de Estados Unidos, diversas agencias policiales y el Departamento de Justicia. La cooperación de varias naciones de América Latina, Europa y Asia fue crucial para desmantelar su red de lavado de dinero, implicada en malversaciones del programa de abastecimiento y producción de alimentos, conocido por sus siglas CLAP.
La captura de Saab se produjo en un momento crítico, cuando estaba involucrado en negociaciones con Irán, conocido por su patrocinio al terrorismo. Su arresto representó un significativo avance en los esfuerzos que han hecho los últimos gobiernos de Estados Unidos en contra de la corrupción en el régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, la reciente liberación del empresario de ascendencia libanesa ha impactado negativamente la credibilidad de la nación norteamericana en este ámbito. La decisión de liberarlo envía una señal perjudicial a los países que colaboraron en su captura, especialmente a Cabo Verde, que resistió la presión de Rusia, Irán y Venezuela para extraditarlo.
Paralelamente, la extradición de Leonard Francis, conocido como «Fat Leonard», intenta equiparar la acción de la administración Biden. Este empresario malayo, implicado en un escándalo de sobornos con la Marina de Guerra de Estados Unidos, fue entregado por Venezuela a este país. El intercambio, que incluyó la excarcelación de 10 estadounidenses y la clemencia a Saab, marca un cambio en la política exterior de la administración Biden. Aunque celebrado como un éxito diplomático, ha generado críticas por las posibles implicaciones en la seguridad nacional y la justicia estadounidense.
La liberación de Saab antes de ser juzgado por lavado de dinero plantea inquietudes sobre la interferencia en el Poder Judicial y la posibilidad de que futuros presidentes utilicen el indulto presidencial según intereses políticos. La administración de Biden, al conceder el indulto a Saab, ha establecido un precedente controvertido que podría afectar la política exterior y la percepción de la justicia en el país de James Madison, padre de la Constitución estadounidense.
La liberación de Saab tiene amplias consecuencias. Refuerza la lealtad y seguridad de aquellos que sirven a regímenes criminales, sabiendo que pueden evadir la justicia incluso en democracias libres. Además, incentiva la toma de rehenes y el terrorismo, socavando esfuerzos internacionales contra estas prácticas. La política de Biden, centrada en concesiones a un narcodictador, ha sido criticada por su posible ineficacia y por debilitar la posición de Estados Unidos en la región.
En conclusión, el caso de Alex Saab ilustra la complejidad y los dilemas que enfrenta la política exterior estadounidense, especialmente en su lucha contra la corrupción y su relación con regímenes criminales. La decisión de liberarlo, aunque pueda haber tenido intenciones diplomáticas, plantea serias preguntas sobre la coherencia y los principios que rigen la política exterior de Biden, así como sobre su impacto en la estabilidad y la justicia a nivel global.
La liberación de Saab, una vez vista como una posibilidad radical, ahora se coloca dentro del ámbito de lo políticamente aceptable, lo que refleja un cambio significativo en el panorama político y moral de la actualidad estadounidense.