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Alejandro Hernández: una vida de pasión y servicio digna de imitar

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Don Alejandro Hernández Salazar fue un gran industrial que hizo realidad todos sus sueños. Nació el 4 de noviembre de 1907. Supo superar todas las dificultades, saliendo muy temprano de su tierra natal, Juan Griego, un lugar de hermosos paisajes y espectaculares atardeceres. Allí comenzó sus primeros estudios al lado de sus padres, Agustín Hernández y Carmen Salazar.

Siendo muy joven, fue enviado a Caracas en busca de mejores oportunidades para su formación empresarial. Trabajó en innumerables empresas, lo que lo convirtió en un hombre de gran temple para la vida. Fue multifacético, pasando por comerciante, agente viajero y empresario destacado. Obtuvo gran experiencia como sindicalista e impulsor social, iniciándose también en la política al lado de los estudiantes que participaron en los acontecimientos de 1928 contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, por lo que fue confinado en prisión durante dos años. Allí se acercó a futuros líderes de Venezuela como Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba.

Al salir de prisión continuó trabajando en litografía, luego en una joyería, y más tarde como vendedor de licores en la célebre industria de Ron Taparita. Estas actividades formaron su carácter y experiencia para el futuro. Su brillante desempeño y su honestidad le abrieron puertas que lo proyectaron como un hombre de porvenir.

En 1936, se convirtió en un gran luchador social, incorporándose al movimiento sindical. Asumió la secretaría general del primer Congreso de Trabajadores de Venezuela y estrechó relaciones con grandes líderes del sindicalismo como José González Navarro, Augusto Malavé Villalba y Juan José del Pino. Ese mismo año, fue electo presidente de la Asociación Nacional de Empleados, fundando la empresa licorera Toro y Hernández. En 1938, su reconocida industria Pampero se convirtió en una de las más importantes del país, lo que le ganó el afectuoso apodo de «Alejandro Pampero».

Fundó varias empresas, como Conservas y Jugos Pampero, Frutícola Caribe, Importadora Margarita, Industrias de Aragua, Venezolana de Alimentos, Destilería Carúpano, Pedro Domecq de Venezuela, Bodegas y Panamericana Compañía Anónima, Bodegas Emperador e Industrias Antillanas Pampero de Curazao. Estas iniciativas lo convirtieron en un gran empresario, resaltando su gran personalidad y ascenso sostenido como un iniciador del progreso industrial y social de Venezuela.

En 1946, se convirtió en el primer presidente del Consejo de Economía Nacional, fue miembro del directorio del Banco Industrial de Venezuela y de la Corporación Venezolana de Fomento entre 1946 y 1947. Fue fundador de la Cámara Industrial de Caracas, y el primer empresario en dar participación accionaria a sus trabajadores, además de dotarlos de viviendas, fundando la primera urbanización con el nombre de Pampero en Las Tejerías y otra en Ocumare del Tuy. También fundó la primera escuela artesanal y laboral, siendo un ejemplo de maestro integral para sus trabajadores, enfocándose en la formación técnica.

En 1958 fue miembro y fundador de la Asociación Pro Venezuela. De 1964 a 1971, por siete años consecutivos, fue el presidente y creador del eslogan «Compra Venezolano», promoviendo la economía nacional. Fue consejero permanente de la Federación, hoy conocida como Fedecámaras, y el primer empresario venezolano en desarrollar la cultura sindical en favor de sus trabajadores.

Conocí a Alejandro Hernández en la mesa mágica de las Perlas, durante sus asiduas visitas a la casa de mis padres, Juan José y Rafael Ávila Guerra. Siempre fue un cordial conversador, un hombre singular, consejero y asesor de sus empresas, y amigo cercano de líderes políticos como Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Jóvito Villalba, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera. Fue un ciudadano ejemplar, casado con doña Lolita Vázquez Rivero y un amigo entrañable.

En 1969, participó en las elecciones presidenciales por el Partido Socialista Democrático sufragando de sus propios recursos los gastos de la campaña. Aunque ganó Rafael Caldera, nos sorprendió gratamente que Alejandro Hernández fue designado gobernador del Estado Nueva Esparta, cargo al que renunció dos años después aquejado por problemas de salud. Al final de su mandato, se retiró a su residencia en Caracas. Tuve el honor de sustituirlo en 1974 como gobernador. Ya disminuido por su enfermedad cardíaca tuve el placer de visitarlo en su residencia en dos oportunidades. Siempre demostró un gran interés por lo que yo estaba haciendo en nuestra tierra, manifestando su apoyo por todas las obras que habíamos emprendido; eso lo mantenía alegre y complacido.

Nos dejó dos grandes obras: el puerto de El Guamache y el Aeropuerto Internacional Santiago Mariño, que tuve el honor de concluir e inaugurar durante mi gestión. Cuando construimos el Complejo Cultural Rómulo Gallegos, en el sector Guaraguao de Porlamar, le dimos su nombre a la escuela de joyería como testimonio, agradecimiento y en honor a su legado.

A don Alejandro Hernández lo traté hasta el final de sus días con respeto y admiración por su vida útil y llena de pasión por Venezuela. Su ausencia para siempre fue el 23 de febrero de 1975. Fue y será siempre un virtuoso ciudadano, ejemplo de dignidad y de constancia por la vida y la superación de los trabajadores de nuestra querida Venezuela. Es un ejemplo para las nuevas generaciones de empresarios e industriales de nuestro país.

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