Este año se cumple el primer lustro de la desaparición física del maestro jurídico Alberto Baumeister Toledo. Gigante de la generación pionera, el profesor Baumeister siempre fue una referencia en el mundo del Derecho. Una obra, que ha sido recientemente publicada por el doctor Allan R. Brewer-Carías, compilando sistemáticamente sus trabajos editados a lo largo de 60 años de vida profesional, atestigua apenas una de las grandes facetas de este especial y ejemplar ser humano, venezolano, abogado y por sobre todo, ferviente defensor en la dignidad personal. El libro, con todos sus escritos científicos en Derecho, ha conocido fiat lux gracias a la Editorial Jurídica Venezolana. 1.012 páginas atestiguan la capacidad no sólo académica de Baumeister para abordar complejos problemas como el de la contratación en seguros, o bien, temas que siempre serán polémicos como el Derecho procesal. Aunado con esta prolífica labor como autor, era un reputado columnista de prensa, que semanalmente, reflexionaba sobre los grandes y acuciantes sucesos del acontecer nacional.
Muchas áreas abarcaría en vida el profesor Baumeister. Tantas que se requerirían de muchos tomos para hacer una reseña meridianamente cercana a la realidad de este prohombre. Abogado litigante con aguda percepción de los casos, con la capacidad de analizar cada pieza de un expediente sin alterar los principios del Derecho. Era estudioso forense, pero, con la grandeza de poseer lo que todo buen litigante debe llevar siempre en sus alforjas epistemológicas: las ganas de trabajar, la paciencia al no sacar conclusiones apresuradas y el aplomo para saber enfrentar cualquier situación, así ésta, pueda caer en el más desagradable encono con la contraparte o el mismísimo tribunal. ¿Cuántas veces nos topamos en el edificio de Pajaritos, subiendo y bajando escaleras de un tribunal a otro? ¿Cuántas veces nos pidió auxilio para la búsqueda de un expediente en tribunales del interior donde en ese momento hacíamos vida profesional? Realmente son muchos casos que hoy pueda recordar uno a uno. Lo importante es que llevaba con hidalguía el cada vez más dificil ejercicio profesional del abogado.
Alberto -y así lo digo porque así siempre, en vida, me pidió que lo tuteara- fue además uno de los conjueces de la Corte Suprema de Justicia con sentencias emblemáticas dictadas durante su tránsito en el más alto tribunal venezolano. La materia agraria y de Derecho social, así como el mercantil, eran sus fortalezas dogmáticas que siguen siendo al día de hoy fallos memorables con la capacidad para seguir resolviendo problemas judiciales en esos tópicos. Recuerdo un día, cuando todavía quien suscribe este artículo era profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica del Táchira (UCAT), que me había solicitado un artículo científico para explicar qué significaba el término “estado de justicia”, recién incorporado al texto de la Constitución de 1999. En varias oportunidades lo recibí en la UCAT, cuando era invitado para dictar los cursos de postgrado que para ese entonces eran impartidos en la casa de estudios andina. Algunas veces llegaba él mismo piloteando la avioneta que lo trasladaba desde Caracas hasta San Cristóbal en el recordado aeroclub de Paramillo.
Como director de la revista de la Facultad de Derecho de la UCAB, Baumeister siempre procuró que la decana de las publicaciones periódicas ucabistas estuviese al día en los requerimientos técnicos que van más allá de la edición de artículos científicos. Recuerdo, a finales de junio de 1999, cuando yo siendo director académico de la biblioteca UCAT y de publicaciones, me había solicitado una reunión para evaluar las nacientes bases de datos e indizaciones, hoy, piedra angular para el control de calidad de los artículos en cualquier lugar del mundo académico (vgr. SCOPUS, IndexScience, Dialnet, Latindex, etc.). Debo decir que mi amistad con Alberto Baumeister, si bien había nacido en 1995, terminó por consolidarse en el bienio 1999-2000, gracias a las revistas científicas y su peculiar mundo de enriquecimiento permanente. Años después, cuando retorné de mis estudios doctorales en la Universidad de Deusto, Alberto me incorporó en el Consejo de Redacción de la Revista de la Facultad de Derecho de la UCAB, encargándome, nada menos y nada más, que las primeras indexaciones de esta revista. Para 2010, cuando había culminado mi trabajo, se habían indexado en los más prestigiosos índices, convirtiéndola en la ejemplar publicación ucabista.
Otro de sus ámbitos que reconocemos todos los de mi generación, fue la generosidad permanente de Baumeister para abrir puertas y otorgarnos una oportunidad en el mundo de los congresos y relaciones académicas. Baumeister siempre me remitía correos electrónicos con información sobre eventos científicos, invitaciones, coloquios, e inclusive, oportunidades para estudiar o hacer estancia de investigación en prestigiosas universidades a lo largo y ancho del globo. Nunca olvidaré que, tras mi retorno de Chile donde hice mis estudios de maestría en ética y filosofía (2001-2002), Alberto me solicitó que dictara un seminario completo sobre ética en la globalización, el cual gustosamente impartí en octubre de 2002 recién llegado de Santiago. Dos años después esa conferencia se transformaría en un estudio sobre los valores mercantiles y ética comercial, de cara a la celebración de los 100 años del Código de Comercio venezolano de 1904. Quien haya conocido a Baumeister debe estar agradecido por los centenares de momentos y puertas abiertas. Prácticamente hoy, un bien que más que escaso, se encuentra en desaparición absoluta. Y Baumeister siempre lo hizo sin recibir nada a cambio, más que todo, una genuina amistad.
También fue un polémico y fino columnista de prensa. Mordaz y heterodoxo como él solo. Nunca abordó problemas desde la óptica de la moda o la superficialidad, que más bien, rechazaba con bastante vehemencia en su típico tono de voz gruesa cual tambor de guerra. Era sumamente escrupuloso al escribir, hasta el punto que, si mal no recuerdo, cada artículo llevaba consigo un código identificador que solo Alberto conocía. Gracias a Alberto, me abrió las puertas para publicar mi columna de prensa que solo la escribía para el diario La Nación de San Cristóbal, en Notitarde de Valencia y el diario El Universal.
Elevaremos siempre las plegarias para el eterno descanso del maestro. Sin embargo, momentos como los actuales deberían motivar a sus discípulos para recordarlo siempre como el gran ser humano que siempre estaba abierto a la crítica y a la generosidad de un buen padre. Larga vida para el doctor Alberto Baumeister Toledo.