OPINIÓN

Al régimen le llega el US Justice Deparment

por Pedro Luis Echeverría Pedro Luis Echeverría

La acción jurídica del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América nos abre una cita con el futuro. Se producirá un vacío de poder y se inicia la conclusión de la más siniestra y fracasada gestión de gobierno que conoce la historia venezolana. Se perfilan, entonces, fuertes vientos de confrontación. Este malhadado régimen no puede ni debe continuar en el poder. La hecatombe económica, política y social que padecemos y que ha causado este putrefacto gobierno durante los cuatro lustros y fracción que lleva en el poder, y las temibles perspectivas por la carencia de lo básico e indispensable que necesitamos se nos plantean ahora, en forma dramática, con la presencia entre nosotros de la pandemia del covid-19,

Esto ha sido y es la secuela de costosos errores conceptuales y de una inexcusable ineficiencia operativa de la frondosa burocracia al servicio del gobierno que se autoengaña engañando a los demás. Ha sido el indeseable producto de una visión, perversamente equivocada, del modelo de conducción del país y de su economía lo que ha generado la hiperinflación que destroza nuestros ingresos y nuestra capacidad adquisitiva, la pérdida de una importante porción de la capacidad productiva nacional, escasez estructural, desinversión, desempleo, despilfarro de los recursos y la más escandalosa corrupción.

El malestar generalizado que esta situación genera en la población, a pesar de las restricciones de la cuarentena, se manifiesta diariamente a través de las múltiples protestas sociales que realizan a lo largo y ancho del país personas e instituciones afectadas por la inacción, desempeño errático e indolencia de la dictadura.

Casi siempre, la respuesta gubernamental a los justos reclamos de la gente es ignorar las protestas, reprimirlas, acosar, amenazar y hasta encarcelar a los dirigentes. Otras veces, la respuesta gubernamental es atender, a medias, los reclamos y arbitrar medidas puntuales que no resuelven los problemas de fondo planteados por la inoperancia y el fracaso del modelo económico que se ha venido aplicando. Igualmente, el establecimiento de más controles y regulaciones a la sociedad venezolana se inscriben en el fallido ejercicio gubernamental para enfrentar la crisis. En otras palabras, esas soluciones de “paños calientes“ no resuelven los desbarajustes estructurales del modelo y una y otra vez reaparecen los desequilibrios y nuevamente la gente sale a manifestar su descontento para tratar de obtener algunas concesiones del gobierno que morigeren, en parte, los negativos efectos de tales exabruptos.

La conflictividad social, en ocasiones aislada, esconde, sin embargo, que no se trata de una lucha reivindicadora individual sino la sumatoria de los problemas de todo un colectivo que se siente impotente y desesperado; no encuentra en las políticas gubernamentales respuesta adecuada para la satisfacción de sus urgentes e impostergables necesidades. Las tensiones económicas, sociales y políticas se están acumulando peligrosamente lo que presagia el desencadenamiento de una situación de efervescencia social cuyos componentes y desenvolvimiento no son susceptibles de ser previstos ni controlados.

Es menester, entonces, establecer un hilo conductor que permita imbricar la acción política opositora con las luchas sociales que diariamente se libran en el país. Debe haber un encuentro entre política y sociedad para que la protesta social amplíe su perspectiva y se encauce hacia su verdadera motivación, que no es otra, sino el relevo de este oprobioso régimen y el consecuente cambio del modelo de desarrollo que nos ha sido impuesto. El reto es, ante todo, estar al lado de las protestas y de los que protestan, enriqueciendo los caminos y derroteros por los que hay que transitar sistemática e inteligentemente para obtener los resultados deseados. Es enfrentar pluralmente al mediocre autoritarismo gubernamental, a sus injusticias, a sus arbitrariedades, su cleptomanía, su violencia criminal, sus ilícitas manipulaciones, a la pobreza  que ocasiona y al irreparable daño material y dolor social que su gestión causa y ha causado entre los venezolanos.

El conflicto venezolano es uno solo y así debe ser interpretado. La sociedad civil debe aupar la necesidad del cambio de un modelo socio-político estructuralmente decadente y empobrecedor, altamente dependiente de un mamotreto de Estado y de la corrupta élite de delincuentes internacionales que allí medra y domina, que roba descaradamente, subyuga, acosa y reprime, pero que no resuelve los acuciantes problemas de los venezolanos.

La realidad es que a la dictadura el país se le fue de las manos. Se han agravado los males sociales, los desequilibrios macroeconómicos, los escándalos de corrupción y  concupiscencia. Fracasó estrepitosamente el modelo hegemónico gubernamental y los capitostes que gobiernan no se dan por enterados. Esta situación absurda refleja no solo la ignorancia que Maduro y su entorno tienen sobre cómo debe funcionar un sistema de gobierno, sino también una absoluta falta de visión de la realidad que los circunda.

Este estruendoso fracaso de un régimen que se montó en el poder cabalgando sobre la esperanza, expectativas y sueños de muchos venezolanos, hoy por hoy, constituye una dolorosa burla a la soberanía popular. Ahora el pueblo mayoritaria y paulatinamente ha venido restándole su apoyo y confianza a un gobierno mediocre, irresoluto e incapaz que inexorablemente se extingue con más pena que gloria.

Causa profundo estupor, dolor ciudadano y preocupación que la suerte de la República y la de nosotros esté en las ineptas manos de estos delincuentes y que nuestro futuro sea tan oscuro e impredecible por la incapacidad de quienes  malgobiernan. Maduro, usted y la caterva de facinerosos que le acompañan no pueden, no han podido, ni podrán sacar al país del marasmo en donde ustedes lo enterraron; deben renunciar e irse del gobierno. Internacionalmente nadie, salvo la DEA y otras organizaciones policiales, los quiere, Ningún país ni institución internacional alguna ayudarán a Venezuela, en el doloroso trance que transitamos, mientras ustedes estén en el poder. Son demasiados los males que le han causado al país y su gente y se han convertido en una amenaza para la estabilidad internacional. Mi petición y la de la mayoría de los venezolanos: ¡Váyanse!