Ya es tiempo de volver.
En política los resultados se miden por el éxito de un plan que se ejecuta con acierto. Hemos seguido la gira del presidente Juan Guaidó, por distintos escenarios del planeta, gozando de una buena cobertura mediática, reuniéndose con personalidades de gran importancia.
El viaje incluyó una visita de Estado a Colombia, así como reuniones con Boris Johnson en Londres, con Emmanuel Macron en París, con las autoridades de la Unión Europea en Bruselas. Igualmente, con la influyente canciller alemana Ángela Merkel, una de las figuras más trascedentes del planeta, hablamos de la voz de una nación extraordinaria.
Una de las escalas más importantes fue Davos, con representantes de las principales economías. Allí no solo estaban los gobiernos élites, sino las corporaciones más influyentes de cerca de sesenta países. Era una oportunidad de oro para que los gobiernos, incluida China, pudieran escucharlo en vivo y directo por primera vez. Si bien el discurso estuvo bueno, creemos que le faltó asesoría de verdaderos expertos, allí improvisar es dejar un hueco que es difícil de llenar con galimatías. El contenido estuvo lleno de lugares comunes que no ofrecieron una salida clara, las propuestas fueron débiles.
Luego el baño de masas en Madrid, en donde miles de venezolanos lo escucharon con atención.
El viaje a Norteamérica tuvo dos escenarios contradictorios: la visita a Canadá en donde casi se suma a la propuesta del anfitrión de buscar a Cuba como mediador de nuestro conflicto. Guaidó se reunió con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el ministro de Exteriores, François-Philippe Champagne. Los canadienses refrendaron su apoyo a Guaidó y subrayaron la necesidad de hallar más medidas para resolver la crisis de Venezuela de forma pacífica; una de ellas consistía en incluir a Cuba, principal aliado regional de Nicolás Maduro, en las negociaciones.
El veneno de la serpiente servido en vasos de cristal estuvo a punto de lograr su efecto letal, incluso declaró sobre posibilidad de estudiar la presencia antillana en una mesa de acuerdos. Semejante desatino pasó entre las piernas de un público venezolano amorfo. Colocar al primer inspirador y sostenedor de nuestra desgracia como juez es una verdadera burrada, por decir menos, justificaría de alguna manera la presencia de ellos en el gabinete de Maduro. ¿Qué faltó allí? Sencillamente diplomacia.
La carencia de expertos alrededor de Juan Guaidó trajo consigo el penalti del cual nos salvó Washington. La declaración de Julio Borges, rechazando la propuesta canadiense, respondió a la cartilla que le leyeron desde el gobierno de Trump. Un impenitente declarante con la oreja roja por el templón norteamericano.
¿A quién se le ocurre siquiera estudiarlo? Estados Unidos está cercando al régimen cubano, auxiliarlos por lenidad demuestra que les falta ceso. Darles ese rol protagónico era tremenda bomba de oxígeno para la dictadura antillana. Lo que ocurrió en Estados Unidos fue diferente. El cambio de postura por la presión norteamericana fue un buen antídoto contra las metidas de pata.
Recibido con honores de jefe de Estado, fue el invitado especial del presidente Donald Trump, para su discurso ante las dos cámaras. En el mismo denunció agresivamente a la dictadura venezolana, de pie fue aplaudido por demócratas y republicanos. Ocupando el palco con la primera dama, Melania Trump.
El espaldarazo que brindaron a la lucha venezolana robusteció la gira de Juan Guaidó, refrendada por la visita a la Casa Blanca en donde Trump volvió a denunciar al gobierno de Nicolás Maduro. Ese respaldo debe ser aprovechado para unir al país.
Llegó la hora de recorrer Venezuela y profundizar la lucha. Que salga del cerco de cuatro partidos tan parecido al secuestro. Que los convoque a todos. Ir al encuentro de sectores tan importantes como el decisivo y mayoritario factor María Corina Machado, ella debe ser escuchada, sus propuestas tan vigorosas y decididamente al servicio de Venezuela deben servir de guía. Mayor criterio para comprender que no se debe dialogar con la dictadura, menos participar en elecciones amañadas con un CNE como brazo de la satrapía, como anhelan los cuatro gatos que le susurran al oído. Afortunadamente la presión internacional impide un despropósito de esta naturaleza.
@alecambero
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