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¡Ahora le tocará a usted y al pueblo todo lo que nos incluye!

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“Siempre vieron al pueblo como un montón de espaldas que corrían hacia allá, como un campo para dejar caer con odio los garrotes”. Roque Dalton (Los policías y los guardias)

No estoy pensando ya en el proceso electoral del domingo 21N, siendo que lo imagino importante pero escasamente trascendente. Lo que ocurrirá, en un sentido o el otro, no cambiará la faz de la tragedia que exhibe brutal y cruel nuestra Venezuela. Mientras Maduro y lo que representa siga allí, las cosas no dejarán en lo esencial de ser, lo que patéticamente ahora son.

Lo estratégico pues tiene dos lecturas, a mi juicio. Estamos como estamos porque con el régimen que nos oprime y desdibuja, suerte de Frankestein cuya naturaleza reúne al populismo, militarismo, ideologismo y fascismo, aunado con el anacronismo y la ineptitud de sus actores principales, no puede ni podría ser distinto.

Paralelamente y como natural consecuencia de lo anterior, ocurre que solo cambiando a los protagonistas de este atentado contra la inteligencia, la sapiencia, el patriotismo, la moral y la consciencia humanística y ciudadana, podemos dejar de ser en lo que nos hemos convertido. Ni más ni menos.

El escenario es entonces el mismo y la raíz del problema comienza con la deletérea permanencia de los que han depredado el país. Con el respeto debido al amigo y presidente interino, Juan Guaidó, diré que la salvación nacional de la que él habla pasa porque podamos dejar al pueblo y no a los cuerpos intermedios ni a los partidos políticos, sino al común que somos todos, deliberar y decidir desde y dentro de la constitucionalidad.

Lo demás puede ser interesante, pero la prioridad es permitir, facilitar que la nación soberana responda a una pregunta capital y liminar: ¿Desea usted, conciudadano, la revocatoria del mandato de Nicolás Maduro Moros?

Esa respuesta, de un solo trazo, despeja esa ecuación pendiente sobre la legitimidad y la legalidad y con ello solamente aparta los obstáculos que hoy tienen el país, entorpeciendo su marcha e impidiéndole armar una política que lo rescate del remolino donde se encuentra en medio de la perfecta crisis que lo aflige pero, además, este salto existencial cualitativo y liberador lo podemos hacer rápida, legal, pacifica, constitucional y democráticamente.

El referéndum revocatorio no exige la unidad de los factores político partidistas ni la superación de los egos y presuntuosos. Solo la coincidencia que suma voluntades en torno a un saludable propósito común. Destapar los canales democráticos, económicos, sociales, institucionales, sanitarios, educativos, comerciales para que fluyan los distintos procesos paralizados, demorados, entorpecidos por la actual situación del país, es no solo posible sino recomendable para todos.

Con el RR todos somos protagonistas de nuestra gesta, nuestra épica, nuestra historia. Cada uno tiene en sí mismo la palanca para mover la piedra que nos lastra, nos abruma, nos hunde.

El 22N, cualquiera sea el resultado, emprenderemos la tarea de allanar los pasajes y completar la tramitación de un derecho constitucional al que no debería negarse el régimen y por el contrario, el CNE estaría obligado a limpiarle el camino. Dejar sin efecto la obscura e ilegal reglamentación actual permitiría a los rectores cumplir con la Constitución y asegurar su vigencia y validez.

La comunidad internacional que tanto nos ha ayudado a sobrevivir a la hipoxia de la dictadura, debería percatarse que es esta la vía más segura para obtener la regularidad que se reclama y realmente regresar el país a la seguridad política y jurídica. Otra cosa no es ni clara ni segura como consultarle al pueblo.

Claro que esa comunidad internacional tendrá que exigir y asegurar la transparencia y pulcritud de esa consulta referendaria so pena de permitirle nuevamente al régimen falsear, contaminar, adulterar los mecanismos democráticos. Deberá demandar y colaborar con el voto de la diáspora.

No puede cederse ni un ápice sin haberse dejado a las urnas hablar y resolver el impasse que nos ha visto empobrecer y perder hasta nuestra más elemental dignidad como sociedad civilizada y democrática.

También la institucionalidad endógena puede y debe aprovechar la ocasión y apoyar una salida que permite a nuestra patria encarar su más importante decisión del siglo XXI. Los hombres de uniforme verían ante ellos, la oportunidad de regresar al deber y al respeto del juramento que hicieron de honrar la Constitución y defenderla como a la soberanía. Lo que no están haciendo ahora temerosos como los demás ciudadanos.

Manos a la obra, se oye decir y, confieso que algo de ilusión me vuelve a sonreír.

@nchittylaroche

[email protected]

 

 

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