Se reanudan las conversaciones entre el régimen y la oposición, pero ahora tendrán como sede la isla caribeña de Barbados.
Considero pertinente la asistencia de las fuerzas democráticas a tal cita porque es conveniente explorar la viabilidad de una negociación con el chavismo, a los efectos de construir un acuerdo en torno a una solución pacífica y constitucional a la crisis de poder existente. No la llamo solución política porque políticas son todas las soluciones en este campo, sean pacíficas o no.
Procurar una salida por la vía de la negociación no es un acto de rendición ni un ejercicio de candidez. Tampoco supone reducir la presión ni dejar de actuar en todos los escenarios en los cuales se da la resistencia contra la dictadura chaviana. Ya el presidente (e) Guaidó indicó que siguen abiertas todas las opciones.
El meollo del proceso y, de hecho, el principal obstáculo para que tenga éxito y se materialice en acciones es que el objetivo central de cada interlocutor antagónico, el chavismo aspira a fortalecer el continuismo, y las fuerzas democráticas, a abrir las puertas a un gobierno de transición.
En mi opinión, el posicionamiento actual del chavismo, su discurso y su acción pareciera indicar que todavía no tiene incentivos lo suficientemente poderosos como para negociar su salida del poder, pues aún consideran tener margen para aguantar las presiones y sanciones que se les imponen, no sienten que la gobernabilidad esté fuera de control y perdida, confían en su control de la FAN y en la coacción, y no se fían de las supuestas garantías de impunidad que se les han ofrecido para cuando salgan del poder.
Para las fuerzas democráticas no es asumible ―por no ser socialmente aceptable, entre otras razones― un acuerdo que no desemboque en un gobierno de transición que tome las medidas necesarias a fin de empezar a cambiar la crisis humanitaria y reconstruya las condiciones acordes para la realización de elecciones bajo el imperio de la Constitución vigente. Además, la mayoría determinante de la población pide el cese de Nicolás Maduro en la Presidencia por usurpador y responsable de la crisis. El cuándo y el cómo se concreta y materializa ese objetivo es lo que se debe negociar.
Vistos los dispares y contradictorios intereses de los interlocutores, no pueden ser muy grandes las expectativas de llegar a unos acuerdos sustantivos y efectivos para empezar el camino de superación de la crisis. Tampoco se ve que el chavismo muestre gestos de apertura para descomprimir la situación y crear un ambiente favorable. Creo que van a esas conversaciones con el objetivo de parecer dialogantes, de lavarse la cara (el informe Bachelet es una mácula de difícil superación) y de ganar tiempo.
Hay personas serias e informadas que afirman que existen condiciones propicias para llegar a los acuerdos necesarios a fin de destrabar la situación y favorecer las salidas pacíficas e institucionales que se requieran. Espero que, por el bien del país, tengan razón.
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