Agua: ¿cuántas gargantas secas, resecas has saciado
desde los remotos tiempos de los trashumantes
vagabundos de las sabanas y las estepas desiertas
del ancho mundo de nadie?
Dime: ¿cuántos agónicos y desesperados gritos
se ahogaron entre tus apacibles o violentos pliegues
levantados y remecidos por el incesante viento proveniente de
Sotavento y Barlovento?
Oh, mágico fluido de enigmáticas procedencias
cómo vivir sin el tenue rumor que forma el
lejano arroyuelo que baja raudo de los vértigos
de la alta montaña y se va enlenteciendo como
lejana música nocturna que emana de las piedras
anónimas cubiertas de musgo milenario
Agua bendita que atolondras mis sentidos
embotados por la locura de ser tan solo uno
más de las legiones de los sedientos
¿dime; qué sería de ti sin los lagos
legatarios de los afluentes que
descienden de las altas cumbres de
las cimas del mundo?
Y qué de la tierna semilla del trigo que
viajó en las alforjas del incansable caminante
a través de los dilatados continentes para germinar
en tierras lejanas de valles fértiles a orillas de ríos
memorables cruzados por valientes y ansiosas
Cabalgaduras que recorrieron millares de
Distancias en procura de tesoros imposibles
e inalcanzables… Sin ti, bendita agua dulce que
pródigas sosiego la cósmica sopa prebiótica hubiera
sido imposible
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