Tal como sucede con los regímenes (neo)totalitarios, y después de intentar hacer ver ante el país y la comunidad internacional que el sistema político tenía bajo control el espacio económico y social, la realidad implosionó desde inicios de 2023 con las protestas docentes que desnudaron no sólo la crisis salarial del magisterio, sino que también demostraron la destrucción de la educación en todos sus niveles, inicial, primaria, bachillerato y universitaria, que fueron convertidas en zonas desérticas con una infraestructura abandonada, y sin presupuesto ni siquiera para atender los comedores escolares.
Así que la crisis educativa, agravada (pos)covid-19, en simbiosis con una degradación de los servicios públicos, con escuelas, liceos y universidades que tampoco tienen regularmente agua y electricidad, y con deficiente transporte público, fueron las maestras y profesores quienes levantando su voz, emergieron como representantes de todo el sector público, y en donde en conjunto con médicos, enfermeras y bioanalistas también han dicho al régimen de Nicolás Maduro que el sector salud está en ruinas con hospitales y ambulatorios, que en muchos casos tampoco cuentan ni con jeringas ni insumos médicos básicos, para brindar primeros auxilios.
Y es que una crisis presupuestaria de semejante magnitud, en donde un gobierno autollamado «socialista» paga 5 dólares mensuales de salario mínimo y pensiones, y en el mejor de los casos, bonos al sector público que apenas si llegan a los 30 dólares, es un sistema que ha fracasado como «generador de bienestar». Lo irónico, es que todo esto ocurre, cuándo el sector petrolero se cotiza en precios cercanos a las tres cifras por barril, revelando que la ramplonería y el agotado discurso de las «sanciones», no son convincentes para continuar los esquemas repetidos que por «culpa de éstas» no es posible pagar salarios dignos a los trabajadores, razón por la cual, la inconformidad y el rechazo a quienes aún se mantienen en Miraflores se ha multiplicado de manera importante en los últimos meses.
Ante semejante realidad, pareciera que la propia izquierda de América Latina, representada en Lula da Silva, Gustavo Petro, Alberto Fernández, Gabriel Boric y Andrés Manuel López Obrador, presienten que el madurismo se encuentra agotado en todos sus espacios, y por ende, no sería de extrañar que tras bastidores, se estén comenzando a dar los acuerdos iniciales, tanto para el retorno de la democracia, así como la evidente salida del poder, por parte de quienes hundieron a Venezuela en una marcada crisis sin precedentes contemporáneos, que han llevado incluso a superar los 7,1 millones de emigrantes, según la ONU, y que, obviamente, también han afectado las crisis sociales de todo el continente.
Que sea Nicolás Maduro quien asegure que habrá elecciones presidenciales en 2024, y no precisamente el Consejo Nacional Electoral (CNE), es otro punto que debe ser validado, no sólo por las consideraciones constitucionales, sino que tal afirmación deja en el ambiente que ni un eventual adelanto de fecha, pudiera ser garantía de alterar el posible resultado comicial, en el cual, valorando las actuales condiciones sociopolíticas, habría alguna manera de poder imaginar alguna posibilidad en favor del actual mandatario nacional.
Un país donde la inflación anual supera el 500%, con una economía que apenas se mueve por un incipiente comercio, y que sigue muy dependiente de importaciones, mientras su industria petrolera tampoco es capaz de suplir combustibles para el mercado interno, es una nación que está técnicamente quebrada en todos sus componentes de recaudación y producción. Por ello, no es casualidad que las protestas hayan permeado el sector militar, y cuyos videos matizan que el hambre ha tocado fondo de bases en el madurismo.
No hay nada en Venezuela que se encuentre en la excepción del mal funcionamiento, o sea, el madurismo nada puede enseñar se encuentre en condiciones óptimas, y por el contrario, todo pareciera agravarse, porque existe el absoluto convencimiento que los días en el poder están en cuenta regresiva.
Indispensable concretar la unión de la oposición, o bien con las llamadas elecciones primarias, o que finalmente surja una candidatura de consenso sobre la figura del industrial Lorenzo Mendoza. En ambos casos, no habría manera de que el actual sistema político pueda ir más allá de 2024, porque se acabaron las aventuras de manipulación electoral, y porque serían tanto los funcionarios del CNE y los militares los primeros en salir a garantizar el voto de los venezolanos, ante un gobierno que supera 70% de rechazo en todas las encuestas.
Hay razones para ser optimistas en el corto plazo de Venezuela. Es cierto que el madurismo ha hecho un daño enorme sobre la nación, pero tanta maldad tenía que llegar a su final, y el país quiere acabar esta pesadilla. No hay manera que el madurismo pueda volver a ganar unas elecciones presidenciales con una oposición ordenada y aglutinada con una candidatura. La historia le está hablando a los totalitaristas, y ellos, sea cual sea el nivel de fanatismo político, no tienen más alternativa que abandonar sus condiciones de dominio en la estructura del Estado. La historia renacerá y también la patria del Libertador. El madurismo se irá de Miraflores.
@vivassantanaj_