Venezuela es una nación agobiada. En lo político, económico y social. ¿Cabe duda razonable al respecto? La respuesta es enfática: no… La nación venezolana está siendo destruida por la hegemonía despótica y depredadora que aún controla el poder. Rechazada por la gran mayoría del país que, sin embargo, también carece todavía de alternativa creíble.
Por eso la debilidad intrínseca de Maduro y los suyos, no impide que continúen agobiando a Venezuela. La llamada comunidad democrática internacional se ha venido desentendiendo de nosotros. Es una calamidad, pero que se puede entender por el escepticismo que suscitan las fuerzas políticas que deberían enfrentar y superar a la hegemonía, a través de la movilización social y en plena concordancia con las exigencias de la Constitución.
Además, los señores Borrell del mundo diplomático hacen todo lo posible para defender a la hegemonía, transmutando cualquier barniz seudodemocrático en un supuesto «camino de esperanza». En Washington también hay muchos señores Borrell.
Agobiada pero no vencida. Cierto que buena parte de la emigración se fundamenta en la falta de esperanza en el porvenir nacional. Pero también lo es que ese porvenir no está condenado a ser una continuación agravada del presente. Me dirán iluso y no me importa. Venezuela puede salir de esta tragedia, sin duda que en medio de muchas dificultades. Puede hacerlo. Debe hacerlo. Pero se necesita más que quieran hacerlo.
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