“Lo peor de los revolucionarios franceses no es que se embriagaran de sangre, sino de palabras ensangrentadas: cometieron la insensatez de crear una jerga sanguinolenta, ver traidores por todos los rincones y fantasear continuamente con la guillotina, todo con la única finalidad de enardecer al pueblo y certificarse los unos a los otros su propio radicalismo” (Stefan Sweig, Joseph Fouché, retrato de un hombre político).
Afortunadamente, ya el pueblo venezolano está vacunado contra esa estrategia.
Sabe claramente en dónde está la verdad y en dónde está la mentira.
El pueblo venezolano tiene muy claras sus opciones: entre la verdad y la mentira está con la verdad. Entre la paz y la violencia está con la paz. Entre el odio y el amor está con el amor. Entre la democracia y la dictadura está con la democracia. Entre la división y la unión está con la unión. Entre el progreso y el retroceso está con el progreso.
La apuesta de los venezolanos cuando optamos mayoritariamente por la vía pacífica, constitucional, democrática y electoral, fue precisamente porque queremos para Venezuela Unión, Paz y Progreso. Porque rechazamos el abuso de poder, la arbitrariedad y el atropello a los derechos ciudadanos consagrados en la Constitución Nacional.
Un país dividido no progresará. Ya lo dice la Sagrada Escritura: “Un reino dividido internamente no puede subsistir. Una casa dividida internamente no puede mantenerse” (Mc 3,25).
Un país enguerrillado no saldrá adelante. Por eso escogemos la paz.
Un país en el que prevalezca el odio, estimulado desde las alturas del poder, no puede alcanzar objetivos trascendentes. Por eso apostamos por el amor, por la solidaridad, por la cooperación entre todos para alcanzar el Bien Común.
Por eso, además, apostamos por el respeto a la dignidad de la Persona Humana. De todas las personas, de los amigos y de los adversarios, de los propios y de los extraños, de los pobres y de los ricos. De todos y de cada uno. Del conjunto de los ciudadanos. Para nosotros lo importante es vivir en una sociedad en la que haya un máximo de felicidad y de bienestar para cada ciudadano y para el conjunto de los ciudadanos.
Cultivar un lenguaje de odio que divide a los venezolanos entre buenos y malos hijos de la patria es un error que provoca consecuencias muy negativas. Por eso la Revolución francesa derivó en el despotismo de Bonaparte. Despotismo que pretendió imponer por la fuerza la unidad y la armonía de los ciudadanos franceses. Y por supuesto no lo logró.
En estos días he estado muy afectado por complicaciones de salud. Tuve un problema de encefalopatía hipertensiva acompañada por una neumonía por broncoaspiración que me sacó del juego. Pero ya estoy en proceso de regresar, por lo visto era muy temprano para irme. Y todos los días recito la oración que me enseñó el Señor: “Hágase tu voluntad”. Me siento preparado para cumplir la voluntad de Dios cualquiera que sean sus designios. Pero como siempre he sido optimista espero salir de esta prueba rejuvenecido, mejor de lo que estaba antes, para seguir luchando por la democracia, por el respeto a los derechos humanos, por la dignidad de las personas, por la Justicia Social, por la erradicación de la corrupción, por la victoria del amor sobre el odio y por la felicidad, el bienestar y el progreso de todos mis compatriotas. De todos.
Seguiremos conversando.
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