Una primera lección sobre el hermetismo chino la tuvimos en los inicios de la pandemia del COVID-19, cuando la Organización Mundial de la Salud con desespero exigía a China transparencia en las informaciones que partían de Wuhan, la cuna del mal. De nuevo nos encontramos desde finales de 2022 frente a otro caso de opacidad dirigida, de una política oficial de ocultamiento de la data que es necesario disponer fuera de las fronteras chinas para armar una estrategia precautelativa en lo sanitario y poder actuar con rapidez.
Después de tres años de contacto con el virus, ya la ciencia ha aportado suficientes elementos de análisis para proteger a los ciudadanos del mundo de los estragos que pueden causar las nuevas cepas. Pero de lo que no estamos vacunados, para esta hora, es contra la incertidumbre que produce el ocultamiento de la gravedad del problema al interior del gigante chino, por las secuelas que ello puede ocasionar a la economía mundial, cuya dependencia de variables chinas ha sido y es innegable.
La incertidumbre se ha constituido en un factor adicional de presión a la comunidad internacional que se debate por brindar estabilidad y crecimiento a los ciudadanos dentro del entorno geopolítico turbulento causado por la invasión de Ucrania por Rusia y la crisis energética que de allí ha derivado.
Nada de lo anterior es beneficioso para China y, no obstante, desde Pekín las autoridades se preocupan de filtrar la información que ponen a la disposición de los suyos y de terceros con el único fin de liberarse de señalamientos que coloquen el accionar de su gobierno en entredicho. Cualquier opinión emitida por el mundo occidental en torno a la falta de datos fiables es considerada por China como una manipulación política.
Pero la realidad es que la paralización parcial de las actividades chinas, ya no de carácter preventivo -como fue la combinación de confinamientos, test masivos y cuarentenas extensas- sino por motivos de un indomable contagio, generalizado y desproporcionado, frenarán muchos de los sectores productivos, el comercio y el transporte y la exportación de mercancías. Durante la pandemia, 1.800 empresas europeas en China acusaron un severo impacto del frenazo económico. En este momento la masiva incertidumbre por la falta de datos confiables en el campo de la producción y comercio comprometen la presencia de estas mismas firmas en suelo chino y no es exagerado prever un éxodo masivo. Los países que de allí importan materias primas, bienes primarios, insumos industriales corren riesgos de disrupciones de gran envergadura al no poder contar con data que les permita planificar alguna forma de protección de la dependencia de las compras de China
El Comité de Seguridad Sanitaria de la OMS acaba de declarar que deplora la falta de datos fiables sobre los efectos colaterales de los contagios masivos a raíz de la vuelta en U que China ha decretado en su estrategia sanitaria. Una coordinación franca con el resto del mundo de lo que ocurre al interior de China se impone en este momento. La información veraz no es una virtud que es apropiado seguir. La información veraz y oportuna es una obligación y su inobservancia solo obra en detrimento propio.