Coursera es una plataforma de enseñanza online, que fue fundada en 2012 por dos profesores de la Universidad de Stanford, Andrew Ng y Daphne Koller, con la finalidad de brindar acceso gratuito a educación de calidad desde cualquier lugar.
En el pasado mes de junio publicó su Reporte Global de Habilidades 2021. Este informe considera un ecosistema de más de 77 millones de estudiantes que se han registrado en la plataforma, 4.000 campus, 2.000 empresas y más de 100 gobiernos (exactamente 108) y abarca desde el primer trimestre de 2020 hasta el primer trimestre de 2021.
El reporte ve seis regiones (América del Norte, Europa, Medio Este y África del Norte, Latinoamérica y el Caribe, Asia Lado del Pacifico y África Subsahariana) que es posible caracterizar en una taxonomía con 6 atributos, a saber: número de cursantes, edad promedio, % del PIB de la región invertido en educación, penetración de Internet, porcentaje de los que aprenden mediante un smartphone y cursantes femeninos.
Su sustancia consiste en mostrarnos cómo se encuentra ubicado en el ranking cada uno de los países de esas seis regiones respecto a las tres principales áreas temáticas –Negocios, Tecnología y Ciencia de Datos– clasificando el nivel de habilidades desarrolladas en cuatro cuartiles: innovadores, competitivos, emergentes y rezagados.
En el caso de Latinoamérica y el Caribe, la región tiene 14,5 millones de cursantes de una población total de 652,3 millones (para 2020 según el Banco Mundial), lo cual representa, apenas, 2,2% de tal población, con una edad promedio de 31 años; los gobiernos invierten 5% de su PIB en educación, tiene 62% de penetración en Internet, 51% de los cursantes aprende mediante un smartphone y 49% de los cursantes es de sexo femenino.
En Venezuela, según el así llamado Sisov (Sistema de Indicadores Sociales Venezolanos), la información más reciente de inversión en educación como porcentaje del PIB por parte del gobierno data del año 2015 e indica una cifra de 4,1% del PIB para ese año. Desde la perspectiva de las propias cifras del gobierno en su Sisov, su mejor año en educación fue 2006, con una inversión en el rubro que significó 6,4% del PIB.
Y por supuesto que hay una explicación para la elevada cifra de 6,4%. En 2006, los precios del petróleo se encontraban en franco ascenso y se dirigían hacia su pico (alcanzado en julio de 2008), la producción de crudo venezolano llegaba a su segundo –y último– pico con 3,34 millones de barriles diarios (el penúltimo fue en 1998 con 3,45 millones de barriles diarios), la popularidad de Chávez, según las encuestas de Alfredo Keller, venía disminuyendo y el gobierno aceleró el feroz ordeño de la vaca Pdvsa: su total de aportes al desarrollo social se duplicó en 2006, pasando de 6.909 millones de dólares en 2005 a 13.784 millones de dólares en 2006.
Ahora bien, y también hay que aclararlo, aunque de buena voluntad asumamos que se mantuvo el porcentaje de 4,1% a partir de 2015 y dada la brutal depresión económica y la hiperinflación a la que hemos sido sometidos por la incompetencia del gobierno, sobre todo después de marzo de 2013, se puede concluir que la inversión en educación en Venezuela, y más aún entre 2020 y 2021, ha sido prácticamente inexistente. Y si los estimados lectores tienen dudas de lo que aquí afirmo, solo tienen que darse un paseo por las instalaciones de la UCV y de la USB y mirar su estado. Adicionalmente, pueden indagar cuántos profesores de los que había en 2006 se quedaron en Venezuela y dan clases allí actualmente.
En los 108 países reportados, el punto medio se ubica en el lugar 54 y Venezuela ocupa la posición 61 y debe entenderse que esto no es un logro ni del gobierno ni de la oposición ni de ninguna organización que quiera atribuírselo: es un logro individual, de cada cursante y su bolsillo, es decir, de los venezolanos tomadores de cursos en Coursera.
Del reporte destaco dos aspectos importantes relacionados con Venezuela, los cuales son precedidos por dos aspectos de mi propia reflexión.
El primero es que tenemos que recordar que la pandemia de COVID-19 cambió, permanentemente y como mínimo, tres cosas: las condiciones del sitio de trabajo, las necesidades asociadas al conjunto de habilidades requeridas por las empresas en sus trabajadores y la forma cómo los líderes corporativos pueden prepararse para abordar el futuro pospandémico.
El segundo aspecto es el colapso de los servicios públicos en todo orden en Venezuela, particularmente la electricidad y el combustible, elementos que suman al primer aspecto mencionado.
El tercero es que en las categorías de Negocios, de Tecnología y de Ciencia de Datos, Venezuela ocupó los lugares 68, 64 y 40 respectivamente. Lo anterior quiere decir que nuestras debilidades se ubican, relativamente hablando, hacia el lado de la categoría de Negocios. Más todavía, cuando uno revisa los percentiles para evidenciar las debilidades (rezagos) de Venezuela, uno encuentra que las mismas se ubican en las siguientes áreas, en orden de menor a mayor debilidad: Visualización de Datos, Ventas, Ingeniería de Seguridad, Ingeniería de Software, Liderazgo y Gerencia, y Redes de Computadoras.
El cuarto y último aspecto es que el reporte identifica que los recién graduados o estudiantes universitarios pueden desarrollar competencias digitales a nivel inicial en uno o dos meses, dedicando 10 horas por semana al aprendizaje (probado que tengan electricidad e Internet). En el caso de las personas sin una carrera, su preparación para el mercado tecnológico puede tomar entre 2 y 6 meses. Sin embargo y en ambos casos añado yo, más allá de la aptitud, lo fundamental es la actitud y el grado de compromiso de los tomadores de cursos consigo mismos, pero ese es otro tema.
En consecuencia, los anteriores cuatro aspectos resultan referencias vitales para aquellas instituciones que se dedican a adiestrar y también para los sujetos receptores del adiestramiento porque, además de la planificación involucrada, el reporte señala posibilidades reales de logros en el tiempo, logros que tienen el propósito de mantener la sostenibilidad operativa –humana y jurídica– en un país que ha soportado 22 años de destrucción continuada, pero en donde todo es posible todavía.