OPINIÓN

AD: 83 años civilizando a Venezuela

por Justo Domingo Obrador Justo Domingo Obrador

 

El pasado 13 de septiembre Acción Democrática celebró su aniversario número 83. Se dice fácil pero hay que ver el auténtico milagro que significa en un país de militarismo salvaje y gorila, víctima de la voracidad rapaz de intereses transnacionales y heredero de incontables injusticias históricas, que un partido político permanezca contra viento y marea luchando “por una Venezuela Libre y de los Venezolanos” durante más de ocho décadas. El partido del pueblo ha pasado por todo. Ha sido gobierno mediante una revolución, la Revolución de Octubre (quizá la única revolución que merece ese nombre), ha sido oposición a gobiernos de facto, es decir, en resistencia, ha sido gobierno gracias al voto popular y ha sido oposición civil tras perder elecciones. Pero siempre, con una vocación de servicio indudable, defendiendo y promoviendo la democracia, la participación popular y la civilidad frente a la barbarie. 

La historia de AD no solo es, que ya es decir mucho, la historia de la construcción de un país moderno por medio de una impresionante obra física, primero en el llamado “Trienio adeco”, entre 1945 y 1947, y después durante la democracia civil, entre 1958 y 1998, es también la historia de sus mártires, de la sangre derramada, de los sufrimientos indecibles de muchos militantes, entre conocidos y anónimos, que ofrendaron sus vidas a la patria ante enemigos de toda calaña. Frente a la barbarie del gomecismo, frente al régimen perezjimenista, frente al golpismo militarista padecido en los primeros años de la democracia, contra el terrorismo de la imbécil “lucha armada” de los comunistas y, ahora, frente al chavismo – madurismo, siempre ha salido un adeco y una adeca a poner el pecho contra las balas. 

Ciertamente, AD no está exenta de errores, como toda obra humana, pero el saldo es por mucho positivo. Ese árbol sigue dando buenos frutos. El 28 de julio, el partido del pueblo respaldó el triunfo de Edmundo González Urrutia, a través de la tarjeta de la Unidad porque el partido se quedó sin sedes, sin símbolos y sin tarjeta tras la judicialización madurista, muchos de sus militantes de base aparecieron ese día, en video, frente a los centros de votación y sin miedo, leyendo las actas que testifican el triunfo de los demócratas frente a la dictadura. Hoy, muchos de sus militantes viven en el exilio sufriendo a la distancia por su patria, otros tantos padecen la cruel prisión y la persecución, muchos otros persisten luchando en la resistencia. Esos son los adecos, los que luchan incluso en la oscuridad más absoluta, los que nunca se detendrán y los que no se desalientan. 

El rostro más visible de los adecos, por supuesto, es Henry Ramos Allup, quien además de ser su secretario general también es vicepresidente de la Internacional Socialista. A él toda la felicitación por ser el conductor actual de tan querida organización. Sin embargo, quiero agradecer también a los adecos anónimos, a los que enfrentan la represión en los barrios, en la ciudad y en el campo, dentro de las universidades y tecnológicos, en las empresas públicas y privadas, en las calles y en las redes sociales, con la palabra, con el pensamiento y con la acción. La patria siempre les estará agradecida por su compromiso y nunca olvidará sus sacrificios. ¡Adelante! ¡A luchar milicianos!