Movidos por la curiosidad de conocer desde cuando se vienen realizando fraudes electorales en el país, nos encontramos con que estos son tan antiguos como las elecciones.
Las primeras elecciones fueron realizadas en 1952 y tenían como finalidad la elección de una asamblea constituyente que redactara una constitución y nombrara el gobierno. En ella participaron el FEI, partido político del dictador, Marcos Pérez Jiménez, URD dirigido por Jóvito Villalba y Mario Briceño Iragorry y Copei, apoyados por los partidos clandestinos AD y PCV.
Para realizar las elecciones se constituyó el CNE haciéndose el voto obligatorio para mayores de 21 años. Según la oposición de ese entonces, el partido URD ganó las elecciones, pero las mismas fueron desconocidas por el partido gobernante, nombrando a Pérez Jiménez como presidente. Cualquier semejanza con la situación actual, no es pura coincidencia.
En 1957 se realizó un plebiscito para decidir si Pérez Jiménez continuaba en el poder, el cual según el partido de gobierno fue ganado por el sí, y según la oposición por el no.
En 1958 se suscribió el denominado Pacto de Puntofijo, pacto de gobierno común, figura que permitió a los partidos políticos AD y Copei, la alternancia en el poder hasta 1998.
La primera elección posterior a la caída de Pérez Jiménez se realizó en diciembre de 1958, y fue ganada por Rómulo Betancourt del partido AD con 49%. En estas primeras elecciones, la modalidad de las votaciones fue mediante tarjetas identificadas con un color, el nombre y el símbolo del partido político. Al votante se le entregaban dos paquetes de tarjetas, una aproximadamente del tamaño de una tarjeta de presentación la cual servía para la elección del presidente, y otro paquete de tarjetas más pequeñas para la elección del congreso (en ese entonces compuesto por dos cámaras, la de Diputados y la de Senadores). El votante ingresaba a un lugar cerrado por una cortina, rompía cada uno de los dos paquetes de tarjetas y seleccionaba una grande y una pequeña, que podían ser de diferente partido, pero por lo general eran del mismo. Las tarjetas eran colocadas en un sobre. El votante guardaba las tarjetas sobrantes (había un pipote para botarlas, pero casi nadie lo usaba) salía del espacio cerrado y depositaba el sobre en la urna electoral. El motivo de que guardara las tarjetas sobrantes era porque los activistas políticos a la salida obligaban al elector a entregar las tarjetas sobrantes y así saber por quién habían votado. Esta fue una de las primeras modalidades de fraude.
En 1972, se implantó el tarjetón electoral, más o menos como lo conocemos hoy en día. Cada partido político tenía derecho a dos tarjetas dentro del tarjetón, una grande y una pequeña. Para marcar el voto se usaba un sello húmedo que se estampaba sobre las tarjetas respectivas a voluntad del elector. De esta manera se eliminaba la coacción que se hizo en las dos elecciones anteriores.
Fue a partir de la entrada en vigencia del tarjetón, y algo que jugaría un rol preponderante para lograr altos niveles de sofisticación en los fraudes electorales, hasta alcanzar la maestría en aquellas célebres elecciones en las cuales le arrebataron al pueblo la voluntad de elegir a Andrés Velásquez como presidente, quien según algunos observadores políticos, fue despojado del triunfo. La raíz de la trampa tuvo su base en el reglamento electoral vigente, y la metodología utilizada fue la célebre frase de “acta mata voto”.
El proceso de implementación del voto electrónico ha sido progresivo. Las primeras elecciones totalmente automatizadas fueron las de 1998, introduciéndose un sistema mixto en el que la identificación era manual, al igual que el voto, siendo este último leído para su conteo de manera automática.
El CNE señaló que las fases del proceso están resguardadas con una clave alfanumérica, que es encriptada a través de un hash o firma electrónica, esta clave no depende de una de las partes porque está compartida entre el Consejo Nacional Electoral, los organizaciones con fines políticos de todas las tendencias y Smartmatic, la empresa de tecnología encargada de la implementación de la votación electrónica.
La automatización del sistema electoral venezolano lo hace susceptible de ser auditado; además, se refiere cómo las diferentes verificaciones que se aplican garantizan la legitimidad del proceso. Las auditorías buscan generar confianza en la plataforma y en el sistema automatizado y esa seguridad descansa en la garantía de su evaluación. Por ello, las sospechas que se pudieran tener sobre la votación electrónica se encuentran en las sucesivas comprobaciones espacio para despejarlas, pues el voto es totalmente auditable.
Entonces por qué razón el CNE no ha presentado aún a casi un mes de las elecciones presidenciales las correspondientes actas, con el resultado del escrutinio realizado, y por qué Elvis Amoroso se apresuró sin cumplir este requisito elemental, a declarar que Maduro fue reelecto con el escrutinio del 80% de las actas. Razón por la cual los ojos del país y del mundo, dudan de la veracidad de su dictamen.
¡Acta mata fraude!
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