Termina el año 2023 con una Venezuela cada vez más hundida en sus problemas políticos, económicos y sociales, cuyos espacios de tragedia se han multiplicado con la pobreza y la emigración.
Entonces, que el régimen haya «inhabilitado» a María Corina Machado con un argumento falaz por el entonces contralor, ahora convertido en presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, aunado con las realidades que se vieron en las elecciones primarias de oposición y el referendo sobre el Esequibo -aunque la estructura mediática del neototalitarismo intente matizarlo a su favor- hace evidente que el país, conjugado como un pueblo absoluto, está pidiendo un cambio total en las componendas de un poder que se quedó vertido en ramplonería, ineptitud, corrupción y violaciones de derechos humanos.
De hecho, que el régimen haya tenido que apelar al canje de presos políticos, entre ellos sindicalistas y estudiantes, para obtener la liberación de Alex Saab es otra forma de demostrar que no será fácil llegar al escenario de «elecciones libres» que se ha exigido desde lo interno del país, y también en la comunidad internacional, es decir, el retorno de la democracia, que Venezuela perdió desde 2017 con una ilegal e ilegítima «constituyente», y luego unas elecciones presidenciales al traje y medida de Nicolás Maduro, y que han desembocado en una crisis humanitaria de máximo nivel y negatividad para la otrora nación petrolera, que también ha visto el cómo de exportar 3,2 millones de barriles diarios de crudo, apenas si la cifra en 2024 ronda los 500.000 barriles por día, lo cual explica la magnitud de la crisis y de la destrucción de una nación.
Ante una realidad que se palpa en las calles, donde el salario mínimo y las pensiones son inferiores a 4 dólares al mes, en una nación con servicios públicos colapsados, con una infraestructura educativa y de salud desmanteladas, con vías de comunicación en abandono, con un Metro de Caracas en ruinas, y sobre todo con nulas inversiones internacionales por la anulación del Estado de Derecho, no hay manera de recuperar a Venezuela en manos de quienes la han llevado a esta barbarie.
Ante ello, solo las posibilidades de María Corina Machado y Lorenzo Mendoza pueden acabar con esta pesadilla política. En el primer caso, la ganadora absoluta de las primarias, erigida como la líder de la oposición venezolana, solo la presión internacional y las negociaciones con Estados Unidos, la Unión Europea, y países como Brasil, Colombia y México harían posible que finalmente el régimen accediera a validar la candidatura de Machado. En el segundo caso, agotadas las vías de conciliación política para encontrar la validación de la líder venezolana, surgiría la candidatura del empresario y dueño del grupo Polar, a quien varios líderes del mundo le han pedido que asuma tal responsabilidad, si no es posible concretar la candidatura de la ganadora de las primarias.
Hay que dejar claro que a Lorenzo Mendoza el régimen no podría inhabilitarlo porque nunca ha sido funcionario y tampoco tiene alguna sentencia definitivamente firme que pudiera anularlo como candidato presidencial, además de que los tiempos no darían para ejercer alguna triquiñuela política o seudojurídica en su contra. Por supuesto, esta candidatura estaría sujeta a la aceptación de tal ciudadano, posibilidad que no ha negado después de 2018.
Queda hasta el primer trimestre de 2024 para que Venezuela defina su rumbo político. Si el régimen quiere elecciones libres deberá enfrentarse con María Corina Machado o Lorenzo Mendoza. Lo demás sería una ficción y la muerte de la república, porque con el neototalitarismo en el poder, Venezuela quedará enterrada para siempre entre la pobreza y la emigración.
@vivassantanaj_