La combinación de un académico y de un político es ideal para intentar una aproximación a la compleja situación política y social venezolana, el primero, por su formación teórica y critica sobre los diversos aspectos psicosociales y económicos, cuya interpretación se basa en investigaciones confiables, en la lectura sin fin de escuelas teóricas, en diseños experimentales y, en la métrica de sus resultados; su interpretación les permite construir modelos de comportamiento e inducir con argumentos científicos la mejor manera de abordar y resolver los problemas; el segundo, apoderado de un pragmatismo adecuado puede ejecutar las mejores posibilidades de optimización en  las opciones sugeridas de desarrollo social y económicos derivadas de la academia.

Ambos, sin una visión realista, pueden conducir al desastre, ya no conceptual de un académico, sino como consecuencia de sus interpretaciones sesgadas sustentadas en una ideología unilateral que las convierte en decisiones orientadas a un propósito individual y a la pérdida de la generalidad. El pragmático, atrapado en la demagogia, liderazgo artificial y un marcado populismo orienta sus decisiones para complacer a la autocracia, y lograr fines individuales que los alejan de las realidades democráticas sin importar sus consecuencias.

En estos tiempos de calamidad, las personas comunes perciben con facilidad esos comportamientos, los enfrenta o ignora. También aprecian cómo algunos académicos se prestan a contribuir a sustentar la “teoría política más conveniente” y dotar al pragmático de una base de sustentación de su narrativa mentirosa quien la ajusta a su conveniencia individual o de grupo. Esta reflexión conduce al argumento popular de “yo no soy político”, pero se mete en política y en el caso que nos ocupa, es frecuente escuchar otro argumento: “una cosa es la academia y otra la política”. Claro, en el primero se conceptualiza, bien o mal, y en el otro, se usa para lograr propósitos de gobernanza sujeta a cualquier medio lícito o no para ejercer el poder.

Es pertinente la reflexión de lo dicho por Albert Einstein: “Todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”. En ese sentido, se tienen talentos e inclinaciones diferentes, es decir, se está capacitado para articular la academia a lo político o no, inducida por un modelo cuya estrategia no debería estar centrada en la centralización del poder, y en esquemas autoritarios o dictatoriales. El político común si es incompetente disimula su ignorancia tácita con la narrativa adquirida en las redes sociales, sin mayor profundidad y estrategia egoísta, lo que lo lleva a dirigir la gobernanza según se vaya viendo y ajustándola a sus propios intereses

El premio Nobel Friedrich Hayek ha escrito: “Aquellos que se preocupan exclusivamente con lo que aparece como práctico dada la existente opinión pública del momento, han visto que esa situación se ha convertido en políticamente imposible como resultado de los cambios sistemáticos de la opinión pública y, que ellos -los políticos- no han hecho nada por guiar”. En la realidad presente, la sociedad mayoritaria sustentada en la insatisfacción tiene ideas de cambio e induce a la nueva dirección política a intentar la reconstrucción nacional, tal como lo percibimos después de la selección casi por aclamación de la candidata ganadora en la consulta a la población; sin embargo, el político tradicional se resiste al cambio y recurre a una narrativa mentirosa para mantenerse en una cohabitación con el poder sin caer en la cuenta que la gente común ya no digiere su discurso, de tal manera que comienzan a acercarse sigilosamente al movimiento imparable de oposición verdadera, quien los percibe y examina sus discursos que ellos creen que se lo creerán; no se dan cuenta de que el propósito de cambio ha avanzado en la opinión pública a pesar del control férreo del poder, quien controla totalmente la comunicación y sus medios. La información blanda se cuela por las rendijas de la opinión boca a boca, y de las redes dejando un flanco abierto a la motivación de la población de exigir sus derechos, con fuerza centrípeta que va del centro individual a la periferia arrollando a su paso, que terminará con los políticos improvisados y los sátrapas que apoyados en sus esquemas prácticos han sometido al país a la humillación y violación de sus derechos.

El progreso inducido por un modelo político diferente al de estas décadas debe ser enriquecido por el trabajo académico, en consecuencia una de las primeras cosas a hacer es subir la capacidad profesional de las personas, especialmente de los políticos para contribuir a su formación en democracia, valores, ética, teorías del valor, constituyente, pero también de habilidades gerenciales, tales como: la formulación de proyectos, evaluación y control, además de temas cruciales como el manejo ético de la cosa pública, de sus presupuestos y el control de las cuentas del Estado, sin dejar de lado a las nuevas habilidades de organización y liderazgo centrado en las nuevas tecnologías, arrolladoras de las viejas prácticas de Fayol.

Como resultante, aquellos talentos, y potencialidades que son característica exclusiva de cada uno, deben desarrollarse para salirse del esquema de dependencia de los que piensan, dicen y hacen otros y,  evitar  que se conviertan en  trasmisores de frases hechas y caigan en el resentimiento, tal como ocurre con los megalómanos del poder y de los que se han sometido a él con sentido oportunista y de quienes no se han dado cuenta de que están dejándose arrastrar por un grupete que está en caída libre y su destino está marcado.

Un contingente de académicos y de políticos bien formados deben entonces trabajar por la unidad integral o superior, todo montado sobre una organización que enfrente al sistema desarrollado sobre la innovación y las tecnologías que irrumpen en la sociedad con una gran fuerza de cambio, ello empieza por la construcción de redes globales de comunicación, activismo planeado, denuncia inteligente, rescate de los medios, oponer resistencia a la información falsa y a la propaganda a través de un movimiento civil poderoso que enfrente los desmanes, fraudes cantados y sistemas corrompidos del régimen.

Pasemos de la narrativa a la acción, no basta con diseños académicos, buenos análisis, planes y optimismo, la acción de cambio comienza con defender hasta donde sea necesaria una candidatura validada por la población como una insignia de triunfo, pero que debe resolver los obstáculos que minan el camino; el principal y  armónico con los procesos democráticos es la transformación radical del sistema electoral, gran muro de contención, manipulación y fraude, como se acaba de ver con la engañosa consulta inspirada en el desvío de objetivos y ocultamiento de errores diplomáticos o incluso de complicidad, de tal manera que las fases del cambio se sustenten en cambios de objetivos y muy especialmente del sistema electoral, de un CNE con la elección democrática de sus integrantes, sin compromisos, independientes y, sin órganos judiciales represivos. Es necesario apoyarse en la fuerza creciente demostrada por los ciudadanos, de la influencia internacional y de la diáspora para lograr cambiar el sistema de votación realmente transparente y, de llevar hasta el último rincón la fuerza necesaria para tener un país libre y democrático.


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