“Quousque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?”. Esta sabia pregunta tuvo su momento en Roma, pero pareciera formulada en el presente para aplicarla a la realidad venezolana. Es impresionante el grado de incertidumbre en nuestra población. Tanto en la migrante como en la que permanece en el territorio nacional. No exageramos al decir que en Venezuela no existe la serenidad mínima indispensable para que la vida transcurra normalmente.
Nuestra realidad está sobrediagnosticada. A pesar de no tener una guerra declarada, todos sabemos que mientras el régimen actual exista no hay forma de concretar el cambio radical que se necesita. Tenemos que poner punto final a tanta hipocresía, arrogancia, cinismo, corrupción e incompetencia.
Todos los sectores, después de más de dos décadas de dictadura progresiva, tienen la obligación de despertar y rebelarse. La responsabilidad es personal y grupal. No hay excusa válida para permanecer dominados por el miedo, esperando que otros resuelvan. No podemos resignarnos a perder nuestros anhelos. Es el tiempo para la acción. La dictadura tiene graves problemas internos que no pueden esconder ni disimular. Están a la vista. Ahora se dedica a estimular el electoralismo, la candidaturitis aguda que se percibe en la llamada oposición y, lamentablemente muchos caen en este juego diabólico que estamos presenciando.
Aclaro que no soy enemigo de las elecciones. Tampoco de las primarias para escoger el candidato opositor, pero debemos tener siempre a la vista las maniobras de la dictadura, sus tentáculos y el financiamiento para estimular las divisiones. Ello obliga a buscar el mayor consenso posible para alcanzar el cambio. Más allá de las simpatías que podamos tener por alguno de los aspirantes, ojalá y se lograra, por lo menos, ese consenso en relación con un programa concreto para la reconstrucción nacional apoyado por todos los sectores y personalidades de la oposición. Un verdadero Plan de la Nación para los años que vendrán después de la dictadura.
Nunca debemos olvidar que, normalmente, la imparcialidad es el disfraz tramposo de los oportunistas. Tampoco debemos confundir el objetivo prefijado con los instrumentos existentes, En la situación actual el esquema es precario. Puede servir o no servir, pero más allá del azar la influencia del adversario puede ser determinante.
Estamos al final del primer trimestre del año, el tiempo pasa y es irreversible. Las primarias parecieran convocadas para el 22 de octubre y las presidenciales serán en diciembre de 2024. Cómo estará Venezuela con relación a estos dos eventos, pues el proceso de desmoronamiento nacional luce indetenible.
Lo escrito son una cuantas reflexiones para invitarlos a todos a pensar y a actuar correctamente. Quizás me estoy volviendo repetitivo en las cuestiones de fondo, pero se debe a la angustia creciente que siento frente a lo que estamos viviendo.
@osalpaz
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