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A Putin hay que detenerlo

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disuasión nuclear

REUTERS

La invasión de Ucrania es un acto criminal e injustificable que puede poner al mundo al borde de una conflagración atómica, de hecho Putin ha ordenado poner en estado de alerta su sistema de armamento nuclear. Desde la irrupción de los tanques soviéticos en Checoslovaquia en 1969 no se veía algo igual en Europa.

A Putin y su oligarquía mafiosa se le ha dejado correr demasiado en la materialización de su extravagante y confeso objetivo de restaurar una suerte de imperio ruso -combinación retrograda de zarismo con  estalinismo- a costa de la integridad territorial y soberanía  de los territorios no rusos de la fenecida Unión Soviética, hoy Estados soberanos por voluntad propia. La amenaza no se limita a lo estrictamente geopolítico. El régimen nacional populista dirigido por Putin es, de hecho, junto con China la vanguardia de una convergencia autoritaria internacional que pretende acabar con la democracia y el sistema de libertades en el mundo.

La dirigencia democrática internacional, en particular sectores de la europea tanto a la derecha como a la izquierda del arco ideológico, incluyo en esa lista al nefasto gobierno de Trump (que se dedicó a socavar la cohesión con sus aliados de la OTAN), han contribuido a los propósitos rusos antes mencionados.

Esa dirigencia ha cometido el error de subestimar sus objetivos expansionistas  así como su férrea determinación de lograrlos a toda costa. Han pasado por alto precedentes históricos como los de hace 90 años con los nazis (no es que Hitler y Putin sean iguales pero sus intenciones, narrativa para justificar su expansionismo y algunos de sus métodos y procedimientos son similares); también frivolizado las variadas violaciones a la legalidad internacional cometidas. El colmo de los europeos es permitirle controlar gran parte de su suministro y seguridad energética, también permitido que los capitales mafiosos rusos circulen sin control en su sistema financiero.

El régimen ruso tiene tiempo interviniendo ilegal e impunemente en los asuntos internos de muchos Estados, como por ejemplo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 a favor de Donald Trump, en Gran Bretaña para favorecer el Brexit, en Bielorrusia para apoyar el fraude electoral cometido contra la voluntad y decisión mayoritaria de los bielorrusos de cambiar de gobierno, en el genocidio sirio, en los comicios regionales de Cataluña para favorecer al separatismo, financiado proyectos autoritarios y contaminando las redes sociales con toda clase de mentiras y manipulaciones. Todo lo que funcione para debilitar la cohesión interna de los Estados democráticos y entre ellos es sujeto de la acción del gobierno ruso.

Ha llegado la hora de la verdad, Ucrania ha sido invadida, probabilidad que muchos desechaban y descartaban por considerar que Putin no se iba a atrever y que las advertencias estadounidenses de que las maniobras eran el prólogo de la intervención militar no eran sino propaganda. Al momento que esto escribo las fuerzas rusas se han encontrado con una, quizás, no calculada resistencia y determinación a combatir de los ucranianos y de un repudio internacional que no hace más que incrementarse. Lo cual ciertamente le está elevando los costos políticos, militares, económicos y de imagen.

El Estado ruso devenido en forajido debe ser advertido de que su expansionismo no se será tolerado de ahora en adelante y que debe sufrir las consecuencias de sus actos mediante el aislamiento de una parte de la comunidad internacional y de una batería de sanciones nunca aplicadas que pueden hacerle un gran daño a su economía y eventualmente poner en riesgo, en el mediano plazo, la gobernabilidad del régimen.

Hay quienes sostienen que las sanciones van a tener un efecto limitado y poco disuasivo porque los agresores se han venido preparando para la eventualidad, de que existe un fondo estatal de contingencia de 700.000 millones de euros para soportar esa política de expansión y sus efectos y consecuencias adversas.

Es difícil predecir lo que sigue. Por ahora la lucha continúa y las posibilidades de una negociación que detenga la guerra son poco probables. De acuerdo con lo reseñado por los medios internacionales, Rusia ha reforzado sus fuerzas en lo pareciera ser una ofensiva final para doblegar la resistencia ucraniana, asunto que de ser cierto, derivará en una mayor destrucción de vidas humanas y del patrimonio e infraestructura de la nación ucraniana a la vista de todo el mundo. Y escalará los riesgos de un conflicto bélico internacional.

La posición del régimen venezolano ante el conflicto demuestra de nuevo que su política internacional actúa a contrapelo de los intereses del Estado y la sociedad, nada gana el país con apoyar a Putin. Por otro lado, el chavismo que ha hecho de la defensa del principio de no intervención uno de los ejes de su narrativa, incurre en una flagrante contradicción. El discurso de Maduro al respecto fue deplorable tanto en el fondo como en la forma. Conviene recordar como contraste el voto negativo del gobierno de Raúl Leoni en la OEA en 1965 (plena Guerra Fría) en contra de la invasión a la República Dominicana.

 

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