5, 8 y 10 no son números cabalísticos para apostarles en el bingo o en la lotería: son las fechas correspondientes al pasado jueves, el domingo presente y el martes próximo, días de especial significación en el calendario de efemérides que nos conciernen, a las cuales dedicaremos nuestras divagaciones.
No las someteremos al rigor del orden cronológico y comenzaremos, dada su dimensión planetaria, con la de hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, celebración institucionalizada en 1975 por las Naciones Unidas porque, en fecha tal pero del año 1908, trabajadoras de la industria textil de Nueva York se declararon en huelga, en procura de mejores condiciones laborales y de un salario digno, acorde a sus esfuerzos. Curiosamente, otro y muy remoto 8 de marzo (415 d. C.), es lapidada a manos de una turba de enfurecidos fanáticos cristianos —¿colectivos protochavistas?— la filósofa y astrónoma griega de origen egipcio Hipatia, paradigma de la liberación femenina avant la lettre y primera mujer matemática inscrita en la historia de las ciencias exactas. A su memoria, y a la de las corajudas alemanas que, en 1900, exigieron al Reichstag (Parlamento germánico) acceso a las universidades y la posibilidad de optar a cargos públicos —¡hurra por ellas!— también habría de ofrendarse este día, festejado por Maduro Moros exigiendo un aumento de la fecundidad femenina.
¿Sabrá el mascarón de proa del régimen quién fue el Reverendo Thomas Robert Malthus? ¿Habrá oído hablar alguna vez de la catástrofe malthusiana? No pareciera bigotes tener noticias del clérigo y economista inglés, autor del Ensayo sobre el principio de la población. Y de tenerlas, le importan un rábano o le saben a excremento canino. Así se infiere de su llamado a las venezolanas, casadas, divorciadas, viudas, solteras y amancebadas, a parir como conejas y engrandecer la nación en términos demográficos, sin reparar en la carencia de un entorno apropiado para la reproducción y las deficiencias crónicas en materia de servicios, dotación e infraestructura en lo relacionado a maternidad, pediatría y nutrición infantil. «¡A parir, a parir! Todas las mujeres a tener seis hijos, ¡todas! Que crezca la patria» (o el pilón), clamó el tiranuelo en tele encadenado encuentro con integrantes del plan nacional de parto humanizado y lactancia materna (¿?). «Nadie, aseveró Montaigne, está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis».
Mejor papel hubiese hecho el írrito mandamás invitando, cual predicador borracho y apocalíptico, a una orgía al filo del Armagedón: ¡A tirar, a tirar, que el mundo se va acabar! La procaz e impertinente invitación a multiplicarse como ganado de cría responde simplemente al delirante empeño de forjar un hombre nuevo y robotizado, quimera guevarista emparentada con el supremacismo racial nacionalsocialista y los experimentos del Dr. Mengele. A objeto de alumbrar el androide bolivariano no es descartable la idea de recurrir a la fecundación in vitro con espermatozoides suministrados por los pajazos mentales del onanista metrobusero a un banco de esperma revolucionaria. ¿devaneo? Probablemente no lo sea en una sociedad pasteurizada, homogeneizada y férreamente controlada. De ilusiones también se vive, reza un proverbio, y el sueño es una segunda vida, de acuerdo al poeta Gerald de Nerval.
«Las fantasías del pasado son las realidades del presente», leí por azar en la bellamente ilustrada Enciclopedia de las cosas que nunca existieron. La afirmación pareciera incontestable y lo es al menos en lo atinente a mitos, leyendas y ficción científica — Ícaro presagia la doma del aire, y Julio Verne anticipa en su novela De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures el lugar de lanzamiento y la trayectoria del cohete Saturno V utilizado en la misión Apolo XI —; no obstante, como bien dejó dicho Francisco de Goya y Lucientes, quien de horrores sabía y pudo plasmarlos con maestría en memorables cuadros, «La fantasía aislada de la razón solo produce monstruos imposibles». Ahí están, a manera de muestra de su parecer, las utopías libertarias e igualitarias devenidas en sistemas de dominación social y discriminación política. ¡Cuánta razón tenía Popper!: «De todos los ideales políticos, el más peligroso es el deseo de construir el cielo en la tierra […] el intento de construir el cielo en la tierra, conduce siempre al infierno». Del edén engendrado por Chávez y acrisolado por Maduro ha huido despavorida alrededor de una sexta parte de la población. Y la fuga no se detiene.
El comentario anterior viene naturalmente a cuento por haberse cumplido el jueves 5 de marzo el aniversario número 7 del fallecimiento «oficial» del supercalifragilisticoespialidoso redentor de Sabaneta quien, para ser recordado a diario junto a sus ancestros, nos echó el vainón de Maduro. La verdad no me ocupé de ver la repetición anual de la fúnebre película ad hoc: cursi lagrimeo de cocodrilo y el inevitable ditirambo. Los dolientes cayeron en la tentación neoliberal, coquetean con un paquetico a la manera de los Chicago Boys y se embelesan con el espejismo de sus bodegones repletos de artículos suntuarios, inaccesibles para el común. Sus ensoñaciones giran en torno al good neighbor del norte. Es la comezón del séptimo año. Como Richard Sherman (Tom Ewell) y la vecina de arriba (Marilyn Monroe) en The Seven year Itch (Billy Wilder, 1955). Acaso en sus delirios dolarizados los jerarcas del psuv — acostumbrémonos a las minúsculas en sintonía con su pobre densidad conceptual — alucinen con un billete de 100 dólares en cuyo anverso, en vez de Benjamin Franklin, aparezca Chávez y en el anverso, sus panópticos ojitos con la leyenda In Hugo we trust. Yo prefería la icónica imagen de la actriz encogida sobre una rejilla del metro y con las faldas levantadas, en una cara; y, en la otra, una mano con la emblemática seña del mudo. El derrotero de la crónica propicia desvaríos al mayor, pero el tiempo y el espacio pormenorizan límites y aún tenemos una efeméride en el tintero.
El 10 de marzo es el natalicio del Dr. José María Vargas (1786-1854), La fecha fue consagrada por los galenos venezolanos como Día del Médico, justo homenaje a quien, además de ejercer la medicina, fue rector de nuestra alma mater — ¡U-U- UCV! — y el primer civil en ocupar la presidencia de Venezuela. Un estado de la nación llevaba su nombre, pero un chafarote ignaro y una asamblea estatal sin luces decidieron cambiar el topónimo, en línea con la determinación de marginar de la historia de Venezuela a la proceridad cívica. De Vargas — nos negamos a llamar de otra manera a la entidad litoraleña — es originario el presidente encargado de la República y, seguramente por ello, fijó esa fecha como punto de partida para tomar de nuevo las calles. Su temeridad alarmó a la usurpación y sicarios supeditados a los arrebatos de furia de Maduro, la arrogancia sin fundamento de Cabello y la fidelidad arco mineralizada de Padrino intentaron cargárselo en Barquisimeto. El fallido magnicidio no arredró al líder indiscutible de la oposición. Por el contrario, lo espoleó a seguir adelante en su enfrentamiento a la dictadura. «No hay miedo o bala que logre cambiar el deseo de los venezolanos de ser libres», ha dicho y se mantiene en sus trece respecto a la movilización del venidero martes; sin embargo, razones ajenas a su voluntad, mas no a política, podrían frustrar la convocatoria. Delcy Rodríguez, primera combatiente a cargo de la lucha (¿armada?) contra el Covid 19 — vaya a usted por cuáles méritos y capacidades en materia asistencial la coronaron reina del coronavirus… quizá su cara de parampampín pim-pom-pam meta miedo a los agentes transmisores de la enfermedad provocada, el zarcillo dixit, por un ataque bacteriológico a China… ¡¿de quién?! — podría declarar una emergencia sanitaria y atemorizar a la gente con el fantasma de los contagios. La vicenico ganaría indulgencias con el escapulario de la prevención, y resultaría inútil y hasta contraproducente contrariar una interdicción, por motivos de salud pública, de los actos programados para pasado mañana. En tanto hombre de Estado, Juan Guaidó puede y debe colocarse a la altura de las circunstancias y exigencias históricas y, en concordancia con lo decidido por la Comisión de Desarrollo Social de la Asamblea Nacional y el área de salud del Plan País respecto a la necesidad de mantener informada a la nación en torno la pandémica espada de Damocles, adelantarse a un potencial y perverso boicot de la motejada «menina fea» —, una evidente falta de cortesía en el Día internacional de la mujer —, y proponer alternativas exentas de riesgo. Sería una sabía decisión; la decisión de un auténtico estadista… ¿y Delcy? ¡A parir!
rfuentesx@gmail.com