A pocos días de conmemorar el medio siglo del golpe de estado en Chile, del año 1973, las divisiones históricas vinculadas a la fecha siguen presentes y palpables. Datos de estudios de opinión pública revelan un contexto de antagonismos que hace difícil que esta conmemoración pueda ser aprovechada para forjar acuerdos amplios que fortalezcan la democracia en el futuro. Esos abismos suelen volverse bastante visibles en Chile en forma de crisis institucionales como la que ocurrió recientemente alrededor del plebiscito constitucional. ¿Se proyectan por lo tanto aquellas antinomias de los años 70 en las profundas discrepancias que revelaron –cincuenta años después- los hechos alrededor de la votación por la reforma constitucional?
La encuesta del GPS Ciudadano producida por la agencia de investigación Datavoz, con sede en Santiago, realizada más de un mes antes del aniversario del golpe, señala que las antítesis siguen vigentes. Haciendo zoom en aquellos que votaron a favor o contra en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022, donde –recordemos– prevaleció el rechazo a la propuesta constitucional de la Convención Constituyente 2021-2022 (54,1%), los ciudadanos revelan percepciones e interpretaciones radicalmente contrapuestas de los eventos cincuentenarios. Ante la pregunta «¿Cuál es la primera palabra o idea que se le viene a la mente?» frente a la conmemoración de los 50 años del golpe, quienes aprobaron la reforma constitucional, y por lo tanto tienden a inscribirse en una posición más progresista, asocian la violenta ruptura democrática por parte de los militares a los términos justicia, dictadura, muerte y dolor, lo que refleja la persistente conmoción y trauma relacionadas con ese período de la historia chilena. Por otro lado, quienes votaron por el “rechazo” a la enmienda a la carta magna conectan el golpe del 73 a conceptos como libertad, división, pasado, resistencia al comunismo y palabras de gratitud a Pinochet. En ambos grupos, las ideas asociadas a la necesidad de reconciliación o de cerrar esta etapa con actos de justicia aparecen con muy poca fuerza.
Las diferencias entre los dos grupos se profundizan cuando se evalúa la importancia de conmemorar los 50 años del golpe. Cuatro de cada diez ciudadanos consideran poco o nada importante conmemorarlo, reforzando una actitud más distante. Al desglosar esta opinión por voto, las divisiones vuelven a surgir claramente: una mayoría (51%) de los que estaban a favor de la reforma constitucional entiende que recordar los eventos es muy importante, como una forma de cultivar la memoria histórica sobre el quiebre de la democracia. En contraste con esa postura, una amplia pluralidad (45%) de quienes rechazaron la reforma constitucional desconsideró como relevante cualquier celebración o acto que recuerde la tragedia de 1973.
La ausencia de consensos sobre el pasado es muy notable. Más de ¾ partes de quienes se opusieron a la reforma constitucional limitan la condena a las violaciones a los derechos humanos tras el golpe, pero sin cuestionar la legitimidad de esa ruptura del orden republicano y democrático por los militares. En cambio, 2/3 de quienes aprobaron la reforma opinan que tanto el golpe como las violaciones son injustificables. Esos antagonismos están lejos de ser modismos o influencias inmediatistas de fuerzas o líderes partidarios y –de modo grave– parecen anclados en procesos de socialización política albergados en el interior de cada familia o núcleo de referencia. Consultados sobre cómo reaccionó su familia cercana (padres de los encuestados) en los tiempos del golpe, el resultado es que aquellos que votaron por el No a la nueva constitución tienden a tener antecedentes familiares más favorables al golpe, mientras que quienes votaron por el Sí poseen antecedentes contrarios. Las diferencias políticas se remontan, por lo tanto, a las historias familiares de aquellas épocas, prolongando el cisma vivido cincuenta años atrás.
A medio siglo del golpe de estado en Chile, las divisiones sobre cómo interpretar el pasado persisten, conspirando no solo contra la convergencia en un relato común sobre el pasado sino que se proyectan también en un sesgo contra un modus operandi consensuado frente a las recientes y futuras crisis institucionales.
Paulina Valenzuela es magíster en estadística por la PUC Chile y socia-fundadora de DATAVOZ, agencia de investigación de opinión pública y mercado de Chile. Miembro del consejo directivo de WAPOR Latinoamérica
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