Las elecciones desde una visión axiológica se pueden entender como una válvula de escape a las demandas de la ciudadanía, aunque también sirven para nivelar las faltas de respuestas efectivas que aporten soluciones a las personas y con ello a las organizaciones.
No obstante, cada año todas las naciones del mundo occidental miden sus fuerzas políticas a través de distintos procesos electorales en los que diferentes actores, candidatos, explayan programas de gobernanza, con sus respectivas teologías y doctrinas a las que se deben; así viene siendo desde el inicio de la democracia moderna.
Así, pues, resulta contradictorio que en más de 200 años de perspectiva democrática moderna y más de 100 de socialismo, entendido este como gobierno popular, el sistema mundial, entre estas polaridades antagónicas, no ha cambiado en nada, los mismos mecanismos estatalistas, nepotistas, autoritarios y déspotas que se denunciaron antes de la democracia moderna, ¿por qué? De esto se ha venido esbozando en pasadas crónicas y reflexiones, llegando a hacerse afirmaciones como que el sistema está diseñado para que las naciones y organizaciones arrastren cadenas de veneración por ese modelo que los socava, no existiendo nunca la compensación que ofrecen partidos y organizaciones en la sociedad, dejando a un lado la competencia derivada de la inteligencia por la ineptitud.
Además de que se sigue en la necia reincidencia de escoger a los peores, a la luz de las ciencias políticas se evoca la cacocracia, para impulsar el peor de los sistemas que corroe los valores humanos y con ello el desarrollo de las organizaciones. A propósito, esta denominación recuerda al adalid, epónimo de Occidente, la figura crística, arquetipo por excelencia, el mismo que pronuncia aquella frase eterna del evangelio «Mi reino, no es de este mundo». Cuentan los evangelios que cuando fue llevado al Gólgota el Mesías, a su siniestra estaba Kako, el cual se burlaba de él, y a su diestra Dimas, el cual le pedía que se acordara de él.
Sin ánimos de sensacionales declaraciones, ni estrambóticas, mucho menos aguafiestas, es cierto que en dos siglos de democracia moderna, por lo menos, esta ha servido para contener grandes guerras mundiales, eso sin dejar a un lado los reacomodos anteriores a la primera gran guerra.
Sin embargo, los procesos de escrutinio también han servido para frenar latentes guerras civiles, equilibrar sociedades, frenar sangrientas guerras, revoluciones rojas de sangre e incluso detener desapariciones nominales de naciones enteras.
Indefectiblemente, a pesar de todos los recursos y factores positivos que por un lado trae la democracia liberal y por otro la Comuna de París o regímenes populares, conocidos como socialistas o comunistas trasladándose a momentos tribales primitivos, aún no logran en su absoluta negligencia estas antípodas del sistema, incluso los que se hacen llamar centro, reconducir la sociedad a una organización garantista de las libertades y de derechos naturales del individuo.
Podrían cambiar las cosas si se abordan los asuntos de la sociedad desde las causas del desastre por parte de las jefaturas de la gobernanza y no desde los efectos; dilema que ningún gobierno ha tomado en serio con la correspondencia de los principios y valores de la democracia en la vida práctica de las sociedades, sino que por el contrario se sigue jugando a elegir a los peores y ofrecer cambios que en nada cambian al sistema, lleno de injusticia, falsificaciones de derechos con la intrínseca entropía que ello implica dentro de las organizaciones políticas y económicas a escala mundial.
Siempre se señala que una masa o grupos al margen de la sociedad, incluso aquí mismo se ha expuesto en pretéritas disertaciones, socavan las garantías de los derechos naturales del individuo, conspirando contra los Estados; pero nunca el hecho tangible de que los Estados, organizaciones públicas y privadas, conspiran contra las libertades, garantías, derechos fundamentales de las personas, enmascarados dentro del modelo proteccionista o de derecho colectivo que pasan a ser, más bien, mecanismos de control social.
O más claro aún, ¿qué pasa cuando estos grupos minoritarios o masas toman las jefaturas del poder y van encaminados a socavar y destruir las instituciones, las organizaciones y con ello la sociedad, el individuo, camino a la esclavitud?
Por otro lado, las elecciones democráticas dentro de los códigos populares de poca monta de las naciones, llenos de doctrinas, teología y supersticiones, mientras no busquen ejercer cambios fundamentales para el impulso de los derechos naturales de las personas a la par del espíritu, en verdad seguirán sometiendo a las sociedades a las desgracias de las tiranías, al mismo tiempo de ser las personas rehenes de las mismas organizaciones que escogen.
Pues bien, con dichos procesos de escrutinio en ese juego político, los partidos políticos y la sociedad en sí, años tras años, practican las organizaciones en forma de tradición e idolatría, modelos de organización, donde las personas juegan a la gallinita ciega, cuando podrían ser, tales métodos, la gallina de los huevos de oro, elevado a la potencia 100 de correspondencias con los valores y principios naturales.
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