Este mes se conmemoran 204 años de la instalación del posteriormente infructuoso Congreso de Angostura. Lo mejor para la posteridad, son las geniales palabras de Simón Bolívar, en su recordado discurso. En ese donde se muestra como creativo estadista soñador de la República no aérea. Esa que finalmente fue sin él.

El discurso da cuenta de toda la revisión efectuada por el ciudadano Libertador de la literatura política de la época, así como de la clásica al respecto. Cifra su opinión, al entregar al Congreso constituyente su proyecto, acerca del Estado y su estructuración. Se marca republicano, democrático, liberal, presidencialista, alternativo, americano por sobre toda consideración. Plantea que la inglesa es la mejor constitución, la mejor estructura del Estado. También alaba la francesa y la estadounidense. Pero señala que el texto que se elija como modelo, tal como el hizo, debe ser adaptado a nuestra realidad particular, porque somos seres distintos en el mundo y requerimos comprensión de esa distinción: «Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos», «esta sociedad heterogénea». «Por perfecta que sea, estoy muy lejos de proponeros una imitación servil».

Pide alejarse de la búsqueda inicua de la  perfección. «No seamos presuntuosos (…) No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano». En su crítica acérrima al federalismo americano como se estableció en la primera Constitución, se explaya: «Nuestra constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime cuanto que podía ser adaptado a una república de santos».

En su creatividad y su adaptación a la realidad y las presiones, genera el poder moral, indica un Senado hereditario como contrapeso a las pasiones del pueblo y del poder ejecutivo, como reconocimiento perpetuo a los libertadores que por derecho y merecimiento debían ser reconocidos. Describe el mejor sistema de gobierno, porque para el, «el más perfecto es el que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política». Tomen nota los terroristas actuales.

Se acrecienta en sus consejos políticos: «Solo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad». Clama por la división de los poderes, la proscripción de la esclavitud, por la mediación ante los problemas: «En todas las luchas, la calma de un tercero, viene a ser el órgano de la reconciliación». «Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa». Tanto como hoy.

Así, se luce postulando la educación y la moral en las palabras archiconocidas: «La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso». Se deshace de la idea de un solo hombre por largo tiempo al mando: «no he deseado autorizar a un déspota para que tiranice la República». No se equivocó: «Mi imaginación se fija en los siglos futuros». Su defensa de la ley es inocultable: «El imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos», «las buenas costumbres y no la fuerza son las columnas de las leyes».

Todo un documento contradictorio con el accionar de quienes hoy se dicen bolivarianos y se mofan de estas palabras y de la nación toda. El genio del Bolívar, que no deja de ser humano y, por tanto imperfecto, políticamente hablando, se concentra en este texto gigante como su autor. Sirva para incitar a su relectura y en la pronta aplicación del núcleo central de sus ideas para el rescate de la democracia en nuestro país.


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