Este artículo está escrito el día Jueves Santo en la mañana muy temprano, en la creencia, ingenua probablemente, de que nada va a ocurrir de monta y público en los días santos en que las chicas usan sus bikinis y los caballeros beben vino cuando hay vino. Tampoco en el fin de semana igualmente santo en que pululan las resacas y las zozobras de la vuelta a casa. El lunes comenzaremos a saber si hay candidato opositor unitario a punta de pistola, o vaya usted a saber qué.
Que la canalla gubernamental ha sido más canalla que nunca ya lo sabemos. Que como nunca el mundo democrático los ha censurado severamente, hasta las figuras mayores de la izquierda del continente (Boric, Lula, Mujica, Petro…) el más evidente signo de la ignominia a que han llegado: que el gobierno le imponga el candidato a la oposición, para solo nombrar la mayor. Y queda la posibilidad de que pueda haber algún cambio positivo, producto de la golpiza. Por el contrario, una amorosa misiva de la pareja diabólica de Nicaragua los ha embarrado.
Pero no hay tiempo para disquisiciones muy abstractas y más vale pecar de pragmáticos. ¿Qué hacer ante el atropello existente si resulta definitivo? Hay solo dos posibilidades y solo dos, abstenerse o votar por Rosales, si de éste se trata como parece. La abstención ha terminado por tener hoy muy mal cartel. No votar (por Rosales) o votar por la manada de alacranes significa abstenerse. Es decir, votar por Maduro. Todo ello aun lo pecaminoso que se oye de la candidatura de Rosales, repito, resulte cierto… estamos en un circo de muy variadas sorpresas, como el caballero que come fuego o la mujer barbuda.
Claro, hay que tragar grueso y olvidarse de la rectitud absoluta de la moral, por ejemplo de ese tipo Kant. Ensuciarse las manos, entonces. Por lo pronto para mí Rosales es de esos seres de los cuales tengo poca opinión, es de por allá de Maracaibo y un poquito más lejos de las fronteras zulianas se vuelve un tanto fantasmal. Y prefiero no pararle a los contradictorios contadores de cuentos de la medianoche del lunes 25, y opto por esperar explosiones más nítidas y unívocas, después de todo no es mucho lo que se puede hacer o decir por ahora, si no pueden los que están sentados en las mesas de las decisiones, mucho menos un solitario escribidor.
Lo que sí les digo es una cosa que me sale del ánima: yo haré todo, muy poco, que pueda hacer para que estos bandidos que nos han gobernado este cuarto de siglo y destrozado nuestras vidas se vayan al infierno. Tengo muchos años, y no debe estar muy lejos mi final (todo tiene un final, que vaina Espíritu Santo) y no quiero que llegue con esta Venezuela hecha añicos y en manos de la desalmada pandilla. Imagino que será sobre todo por mi pequeña familia y algún pana de los que van quedando.