Hace más de veinte años mi amigo Andrés Pastrana, a la sazón presidente de Colombia, me hizo el honor de otorgarme la nacionalidad colombiana. Cuando se lo comenté a un íntimo amigo, me dijo que estaba loco y que para qué quería yo tener nacionalidad colombiana. Yo me ahorré mencionar mi pasión por Colombia y balbuceé «Nunca está de menos tener dos pasaportes…» A día de hoy no sé cuál de mis dos patrias va peor. Lo que sí se es que ambas parecen marchar camino del desolladero.
En ambos países la deriva antidemocrática es creciente y tanto el presidente del Gobierno español como el presidente de la República de Colombia están intentando emplear a la Justicia en su propio beneficio. El cambio de posición de la Fiscalía en la investigación por terrorismo contra Carles Puigdemont ha sido la demostración de la vigencia de la célebre pregunta-declaración que hizo Sánchez en su día a Radio Nacional de España: «¿Quién manda en la Fiscalía?». Sánchez controla el Ejecutivo, ha vendido el alma del PSOE para poder tener una frágil mayoría en la principal cámara del Legislativo y pretende controlar el Poder Judicial. Si lo consigue, España habrá dejado de ser una democracia equiparable con las del resto de Occidente.
En Colombia la Justicia está ya bastante resquebrajada y de repente nos hemos encontrado con el presidente de la República, Gustavo Petro, personándose ante la Fiscalía para exigir que pongan preso a Andrés Pastrana por haber declarado públicamente que el Gobierno de Petro está hundido hasta las orejas en el narcotráfico. Esto no es una ocurrencia de Pastrana. Un hermano de Gustavo Petro, Juan Fernando, se vanagloriaba públicamente de visitar a narcotraficantes en la cárcel bogotana de La Picota y recaudar de ellos en ese encuentro, más de un millón de votos para la candidatura presidencial de su hermano Gustavo. También en el proceso contra su hijo, Nicolás Petro, se han aportado revelaciones incriminatorias contra el presidente de la República en esta misma materia.
Lo que estamos viendo en Colombia y en España tiene más similitudes de las que nadie quisiera. El intento de procesar a Pastrana, que en este momento es el más firme opositor a Petro, ha derivado en un ataque del presidente a instituciones básicas de la democracia como son la libertad de expresión y el derecho a hacer oposición y disentir. Gustavo Petro, que lleva a Colombia camino de ser como Venezuela, enfrentado con evidencias que no puede desmentir, intenta ahora cercenar la voz que con más autoridad le está cuestionado. De hecho, casi la única. Y para ello está dispuesto a meterlo en la cárcel o forzarle al exilio. Esta deriva que vive Colombia no es sólo peligrosa para Andrés Pastrana. Lo es para todos los colombianos por la degradación de la democracia que demuestra. Y después de Andrés irán a por cualquier ciudadano opositor.
Ya son muchas las veces que he escrito aquí que España está tomando una deriva venezolana, pero a un paso mucho más acelerado de lo que nunca logró proceder Hugo Chávez. Ahora tenemos otro ejemplo de cómo proceden los amigos de Maduro y de Pedro Sánchez, tan aclamados desde la ultraizquierda española.
Voy a ver si consigo la nacionalidad de las Islas Seychelles. No debe ser tan difícil…
Artículo publicado en el diario El Debate de España