OPINIÓN

A Josep Borrell, de un venezolano

por William Anseume William Anseume
Actuar- UE

Foto AFP

Obviamente usted, señor Josep Borrell, ocupa ahora un importante cargo diplomático. Nada menos que el de alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de seguridad, y así, como diplomático, se mueve y pretende mover a la Unión Europea y más allá. Sin embargo, nadie puede olvidar que integra usted el Partido Socialista Obrero Español. Lo cual no sería mayor inconveniente si pensamos que allí milita también alguien tan digno como el expresidente Felipe González. Pero no. Usted es más bien de la estirpe y heredero político contumaz de Rodríguez Zapatero y eso sí tiene una alta y negativa significación política en Venezuela. Lo que Rodríguez Zapatero calla recientemente, usted desde su alta investidura ha dicho y ha hecho. De allí sus dos pretensiones a las que ha querido arrastrar a los países europeos como si de eunucos políticos se tratara. Por suerte para nosotros no es así. O no siempre es del todo así.

Estas palabras quiero dedicárselas a enrostrarle a usted esos dos asuntos de primordial importancia ahora en mi país, asuntos en los cuales usted ha incidido de pérfida manera con la subalterna intención de proteger abyectos intereses de modo similar a su coterráneo Rodríguez Zapatero. Como este, usted ha marcado con énfasis y pretende imponer internacionalmente las ideas de la negociación y de las elecciones en Venezuela. Dos acciones con las cuales, usted lo sabe muy bien, el régimen que nos somete estima permanecer luengos años más en el poder cargando más de estigmas diarios a los venezolanos.

Con respecto a la negociación, me bastó leer el comunicado del Grupo Internacional de Contacto, emitido el martes pasado, como respuesta «diplomática» a nuevas encarcelaciones, acoso y hostigamiento a ciudadanos comprometidos políticamente con la oposición en Venezuela. Lo más espantoso del comunicado, a la par de seguir alentando elecciones imposibles de realizar, porque no serán libres ni reúnen desde ya requisito democrático alguno, es que reconoce al régimen como gobierno, saltándose el desconocimiento oficial del mismo por los países europeos, por Canadá y Estados Unidos. No es cosa para nada insignificante. Se trata de un duro golpe a la lucha por la libertad en Venezuela. No pueden los países europeos, ni otros que integran ese grupo, acceder a los petitorios del régimen sin haber obtenido de este sino más vulneraciones de los derechos políticos y humanos, como bien puede cotejarse a diario desde antes de que resolvieran ustedes ese bochornoso comunicado.

En cuanto a la negociación mi para nada apreciado señor Borrell, sería estupendo que recordara palabras que muy seguramente escuchó usted con su acostumbrada sorna en el parlamento español, enunciadas por José María Aznar, otro español, sí, muy consciente: «Me refiero al terrorismo… Señorías, no se puede hablar con la muerte. No se puede conversar ni negociar con los que matan, ni directa ni indirectamente… No se puede ceder nunca ante la extorsión de la violencia». Siguen sus amigos rojos aferrados al poder en Venezuela, demostrándole a usted y al mundo la imposibilidad de esa negociación con criminales, aun cuando usted de diversos modos ante el mundo la aliente.

Hoy suenan ridículas, cuando menos, sus palabras al enviar la misión que hurga a ver si son posibles las «elecciones»: «Valoramos los avances sustanciales y creíbles para restaurar los procesos democráticos y las instituciones en Venezuela y estamos dispuestos a revisar la política de sanciones sobre la base de un progreso significativo en una negociación amplia». No he visto que usted se haya pronunciado de nuevo sobre Venezuela al momento de escribir este texto. Por algo será. Su silencio responderá. Y en fin.

Revisen lo que tengan que revisar. Las elecciones no serán libres ni democráticas en Venezuela mientras esa gente continúe asida al poder. Y usted lo sabe. La negociación no es factible con estos desproporcionados seres, antidemocráticos,  cuyo cometido único es permanecer aferrados al poder a costa de la vida incluso, y usted lo sabe. Mi única intención, repito, es enrostrarle a usted su accionar malévolo para con nuestro país. Porque estoy seguro de que su protección ideológico-político-económica a sus secuaces en Venezuela no podrá usted separarla para mirar un poco siquiera la tragedia real que padecemos los venezolanos. Por lo demás, le deseo largos años de éxito en su «gestión» en tan dignísimo cargo.