La relación afectiva entre el pueblo y líder, en su faceta de dictador a la medida de sus contemporáneos es la estrategia mejor implementada por los poderes hegemónicos del globalismo.
El sentimiento popular muestra que los presidentes se parecen a su pueblo; otro adagio conocido es: las naciones tienen el gobierno que se merecen; todas estas frases no por ser relativistas tienen por qué ser falsas, ya que la razón por la que los actores políticos son lo más parecidos a su pueblo es que los gobernantes son el reflejo, la representación más semejante al común denominador, ya que el individuo masa, como se le conoce, siendo la mayoría, se identifica en la dimensión psíquica, emocional y de la voluntad con el líder escogido; esto lo saben muy bien las élites económicas y políticas gobernantes que influyen en la política de los Estados a escala global.
Esto es de cardinal importancia para los grupos élites consolidados, hacer que el actor estelar, coprotagonista de la escena política nacional e internacional, se convierta en la imagen, prototipo psicológico, más parecido a los electores de cada nación, ya que en base a los rasgos con los peculiares perfiles físicos y psicológicos, se escogen los líderes; junto a las propuestas de mayor aceptación, desde la perspectiva de la Ventana de Overton, planificación que va dirigir los destinos de cada nación, como un auténtico némesis, por y para los intereses de los poderes facticos trasnacionales para bien o para desdicha de las naciones.
Si se estudian las entrevistas de Hannah Arendt, llama la atención el testimonio de esta reconocida pensadora de ascendencia judía que logró huir del régimen nacional socialista de la Alemania de la década 1930, cuando expresó de manera muy jocosa sobre el mediático pensamiento que se tenía del régimen de Hitler; en palabras, ella, dijo de forma muy tajante que siempre se pensó que el círculo más cercano del dictador se trataba de personas inteligentes, capaces, cuando en realidad era todo lo contrario, eran auténticos estúpidos, incompetentes e incapaces y tarados, cuestión que no asombra cuando se observa en las transmisiones televisivas de la época la gente imitando al dictador en la forma de vestir, mismo corte de cabello y hasta el mismo mostacho del bigote; igual sucedió en la España de Franco, todos imitaron el prominente vientre de la felicidad, sus corte de cabello para las típicas taxonomías, la forma de vestir; así mismo pasó en la Italia de Benito Mussolini; lo peor es que estos prototipos psicológicos, de evidentes rasgos psicóticos, narcisistas se internacionalizan como lo fue la misma imagen del Che al nivel de convertirse en un travesti del Ratón Mickey de Disney; sólo por nombrar los ejemplos más resaltantes de la época reciente, ya que no se duda, que la misma refracción suceda en los regímenes nacionales de cualquier naturaleza en todo Occidente, África, Arabia, Medio Oriente, Eurasia y Asia.
A propósito de esto, Venezuela tiene una gran lección de vergüenza, el difunto coronel que hoy se duda en los pasillos de gobierno si fue o no liquidado por los creadores de tal monstruo de Frankenstein que introdujo la ignominiosa revolución de saqueo, robo de las riquezas nacionales, y por consecuencia empobrecimiento de la nación, no fue más que la encarnación de las degeneraciones psicológica de la nación, influenciados por la ideología que reincide en el descalabro de los procesos económicos junto a modas más degradantes del momento que más temprano que tarde siempre rinden efectos en todas las naciones del mundo donde se llevan a cabo.
Es decir, cuando se voltea la mirada a lo cercano de nuestras naciones, incluso de manera localista, se observan estas mismas relaciones afectivas del pueblo y el líder, entendido el concepto, pueblo, como el individuo masa, de mirada a los falsos líderes o ídolos de la naciones; ya que se observa que todo el tren de gobierno de las naciones imita hasta la forma de caminar del abanderado escogido de turno o al dictador, ya que en términos globalista no hay mucha diferencia; reflejando todo esto el nivel de enajenación no sólo de los círculos más cercanos al poder, sino la despersonalización del individuo al imitar como un primate de manera consciente e inconsciente la imagen mediática del líder.
El acontecimiento más resaltante del siglo XX en escoger un actor de Hollywood, propiamente, para presidente, lo tenemos en el Capitán de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos en la Unidad de Fotografía Aérea, en la persona de Reagan, un personaje que le sirvió mucho ser un destacado actor de películas del Oeste, para llegar a la primera magistratura de la que se sabe, es la nación más prominente y aventajada del mundo.
De estos ejemplos de carácter histriónico, en contraste de poca monta, se tienen en el Caribe, Centro y Sur América, África. Esto tampoco descarta que los actores de la Revolución Bolchevique, no fueran excelentes piezas de la trágica puesta en escena de la URSS expandida por toda la Tierra. Por otro lado, hoy se señala Volodimir Zelenski de Ucrania como el actor comediante de alto impacto y afamada trayectoria; mas si se hace una observación amplia de todos los líderes de las naciones del mundo, nos encontramos con malos, buenos y hasta pésimos actores con sus elencos para dichos cargos de responsabilidad pública, lo cual no les quita la condición de poco, mucho o nada carismático, sean imitados por los connacionales, lo que no sólo muestra el grado de enajenación al que fueron sometidas las masas, para lograr niveles elevados de manipulación y condicionamiento psicológico como en el que se encuentran tanto el verdugo que los fustiga, como el pueblo que lo padece.
Pues bien, dicho esto, la relación afectiva entre pueblo y líder juega un papel fundamental los principales medios de comunicación, junto a los capitales e intereses geopolíticos, lo que muestra que en estos días, no hay una razón humana que justifique las atrocidades en las naciones, más que los meros intereses financieros, económicos geopolíticos que sostienen a tales histriónicos y trágicos regímenes actorales, que son los que verdaderamente explican la permanencia de dictadores y tiranos con sus maquinarias destructivas para las naciones.
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